Mientras los animales descansan por la noche, los niños pastores de Lesoto van a escuelas a cargo de hermanas

La Hna. Amelia Dikiso, que pertenece a las Hermanas del Buen Pastor de Quebec, enseña a un niño pastor a juntar letras para formar palabras en la Escuela Nocturna del Buen Pastor en Semonkong, una pequeña ciudad del altiplano a unos 115 kilómetros al sureste de Maseru, la capital de Lesoto. (Foto: GSR/Doreen Ajiambo)

La Hna. Amelia Dikiso, que pertenece a las Hermanas del Buen Pastor de Quebec, enseña a un niño pastor a juntar letras para formar palabras en la Escuela Nocturna del Buen Pastor en Semonkong, una pequeña ciudad del altiplano a unos 115 kilómetros al sureste de Maseru, la capital de Lesoto. (Foto: GSR/Doreen Ajiambo)

Doreen Ajiambo

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Traducido por Purificación Rodríguez Campaña

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Son las ocho y treinta de la tarde de un jueves, y docenas de niños pastores se amontonan en un aula, dándose codazos y compitiendo por mirar libros viejos y desgastados de inglés y matemáticas.

Thabo Kobo, de 17 años, está entre ellos. Asiste a clases todas las noches de la semana en la Escuela Nocturna del Buen Pastor que llevan las Hermanas del Buen Pastor de Quebec en esta pequeña aldea montañosa del centro de Lesoto, donde las hermanas ofrecen una educación a Thabo y a otros chicos pastores como él.

Thabo abandonó la escuela en el tercer curso, a los 12 años, después de que sus padres le dijeran que buscara un trabajo como pastor para ayudarles a cuidar de la familia y educar a sus hermanas. Sin embargo, tras convertirse en pastor en una aldea cercana, se matriculó en la escuela nocturna de las hermanas para continuar su educación.

“Quería seguir estudiando, pero mis padres no me lo permitieron. Solo querían que mis hermanas fueran a la escuela”, explicó y afirmó que el cambio no frenó sus sueños y que ahora está en el quinto grado de la escuela que llevan las hermanas. 

“Después de conseguir un trabajo, decidí volver a la escuela para cumplir mi sueño de ser contable algún día”, relató y añadió: “Durante el día, siempre estoy ocupado en el campo cuidando de las ovejas, las cabras y el ganado de mi jefe, pero asisto a las clases por la noche, cuando los animales descansan”.

Los niños pastores asisten a una clase en la Escuela Nocturna del Buen Pastor en Semonkong, Lesoto, mientras mantienen la distancia social y llevan mascarillas para protegerse del COVID-19. Las hermanas crearon la escuela para atender a los niños que culturalmente no tienen acceso a la educación académica, pero trabajan como pastores y vigilantes. (Foto: GSR/Doreen Ajiambo)

Los niños pastores asisten a una clase en la Escuela Nocturna del Buen Pastor en Semonkong, Lesoto, mientras mantienen la distancia social y llevan mascarillas para protegerse del COVID-19. Las hermanas crearon la escuela para atender a los niños que culturalmente no tienen acceso a la educación académica, pero trabajan como pastores y vigilantes. (Foto: GSR/Doreen Ajiambo)

Thabo es uno de los miles de niños de esta nación del sur de África, con más de dos millones de habitantes, que reciben una formación por parte de las religiosas. Las hermanas crearon la escuela en 2003 para atender a los niños que culturalmente no pueden acceder a la educación académica, pero trabajan como pastores y vigilantes.

Lesoto, un reino de gran altitud y sin salida al mar rodeado por Sudáfrica, es uno de los pocos países del mundo donde hay más niñas que niños en la escuela. En muchos países africanos pobres, las familias optan por educar a los varones debido a la escasez de recursos y a las prácticas culturales que impiden que las niñas reciban una formación académica, pero aquí la brecha de género en la educación favorece a las niñas.

Según datos recientes de Unicef, en Lesoto hay 1.6 niñas matriculadas por cada niño en la escuela secundaria, lo que hace que sea la proporción más alta del mundo en cuanto a nivel educativo femenino. Otros informes recientes de Unicef muestran que alrededor del 22 % de los niños de entre 5 y 17 años realizan algún tipo de trabajo infantil. Según estos documentos, hay más niños involucrados en el trabajo infantil que niñas, lo que ha llevado a la disminución de la asistencia de los niños a la escuela.

Las Hermanas del Buen Pastor de Quebec dirigen la Escuela Nocturna del Buen Pastor para los jóvenes que no pueden ir a la escuela durante el día porque trabajan como pastores para obtener ingresos para sus familias. (Foto: GSR/Doreen Ajiambo)

Las Hermanas del Buen Pastor de Quebec dirigen la Escuela Nocturna del Buen Pastor para los jóvenes que no pueden ir a la escuela durante el día porque trabajan como pastores para obtener ingresos para sus familias. (Foto: GSR/Doreen Ajiambo)

La Hna. Jacintha Sefali, responsable de la Escuela Nocturna del Buen Pastor, explicó que la cultura del país espera que los chicos protejan y pastoreen el ganado, las ovejas y las cabras, para sus familias o busquen trabajo como pastores, lo que les obliga a abandonar la escuela.

La elevada tasa de desempleo y la pobreza en Lesoto también han llevado a muchos adolescentes a abandonar la escuela para emigrar a Sudáfrica y trabajar en las minas o encontrar otro tipo de empleo, aseveró.

“En nuestro país, la educación de los niños varones es lo que menos preocupa a la gente”, afirmó Sefali y añadió: “Nadie se preocupa por el futuro de los niños. Cuando un niño llega a los 10 años, los padres lo consideran lo suficientemente mayor como para ganar dinero, mientras que a las niñas se les permite ir a la escuela”.

Sefali comentó que esta costumbre había fomentado el odio entre hermanos.

“La mayoría de los chicos sienten que únicamente las chicas se han empoderado y se las trata mejor que a ellos”, afirmó.

En la escuela, las hermanas enseñan a los niños conocimientos básicos con un plan de estudios convencional, que incluye la lectura y la escritura, y les dan de comer para que asistan a las clases. Al final de cada año, los chicos se examinan. Los que aprueban pasan al siguiente curso.

“A los que son demasiado mayores para estudiar o casarse, les enseñamos a leer y escribir, centrándonos en asignaturas como las matemáticas y el inglés para ayudarles a dirigir sus negocios”, comentó y señaló que miles de chicos han pasado por la escuela desde que se puso en marcha. “Tenemos clases todos los días y nos hemos comprometido a que los chicos también estén capacitados, al igual que las chicas”, apuntó.

La Hna. Jacintha Sefali, de las Hermanas del Buen Pastor de Quebec, posa para una foto con algunos de sus alumnos en la Escuela Nocturna del Buen Pastor en Semonkong, Lesoto. (Foto: GSR/Doreen Ajiambo)

La Hna. Jacintha Sefali, de las Hermanas del Buen Pastor de Quebec, posa para una foto con algunos de sus alumnos en la Escuela Nocturna del Buen Pastor en Semonkong, Lesoto. (Foto: GSR/Doreen Ajiambo)

Nkieane Lillane es uno de los beneficiados. Las hermanas lo inscribieron en su escuela en 2012, cuando cursaba el sexto grado, después de que sus padres lo obligaran a abandonar la escuela y a buscar un trabajo como pastor.

Lillane, que ahora tiene 29 años, asistió a clases nocturnas hasta que se graduó tras completar el bachillerato en 2016.

“Las hermanas me cambiaron la vida. Me dieron dinero para empezar un pequeño negocio después de graduarme”, contó el padre de dos hijos. Ahora es dueño de una taberna en Semonkong, una pequeña ciudad de las montañas a unos 115 kilómetros al sureste de Maseru, la capital de Lesoto. “Las hermanas están haciendo un buen trabajo. Han ayudado a muchos niños pastores a recibir una formación”, comentó.

Otras congregaciones de Lesoto también cuentan con escuelas nocturnas para impulsar a los niños. Las Hermanas de San José de Saint-Hyacinthe dirigen una escuela nocturna en la montaña de Mokhotlong, una ciudad del noreste de Lesoto, donde los chicos llevan animales en busca de pastos cada vez más escasos.

Las hermanas también intentan concienciar a las comunidades sobre los derechos de los niños y hacen un llamamiento a los padres para que los capaciten proporcionándoles una formación.

“Estamos hablando con los padres y otras partes interesadas para garantizar que a los chicos no se les niegue el derecho a la educación”, expresó la Hna. Anna Lereko, superiora provincial de las Hermanas de San José de Saint-Hyacinthe.

Thabo se mostró de acuerdo con ella, al afirmar que el Gobierno debería perseguir a los padres que no llevan a sus hijos a la escuela. “El Gobierno y los padres deberían dar más oportunidades a los chicos igual que a las chicas”, aseguró.

Nota del editor: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 11 de abril de 2022.