Mujeres acusadas de brujería en Ghana encuentran refugio en un campamento dirigido por hermanas

Una costumbre cultural persistente que afecta principalmente a las mujeres

Vivian Salamatu, en la puerta de su casa, relata cómo escapó de la muerte a manos de los enfurecidos aldeanos que la habían acusado de matar a su cuñado. (Foto: Doreen Ajiambo)

Vivian Salamatu, en la puerta de su casa, relata cómo escapó de la muerte a manos de los enfurecidos aldeanos que la habían acusado de matar a su cuñado. (Foto: Doreen Ajiambo)

Doreen Ajiambo

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Traducido por Helga Leija

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Vivian Salamatu y otras 200 mujeres que se encuentran aquí están unidas de por vida. Comparten sus desgracias y cuentan todas con una historia similar: fueron acusadas de brujería, golpeadas, expulsadas y enviadas a  'campamentos de brujas' que sirven de refugio.

“Cuando mi sobrino murió tras una corta enfermedad, todos me odiaron”, explica Salamatu en dagbani, su lengua materna. “Mis cuñados dijeron que yo era la responsable, me acusaron de ser bruja”, relató.

Decenas de ancianos y aldeanos se reunieron en su casa para determinar su inocencia o culpabilidad. Uno de los ancianos que participaba en la prueba ritual tomó una gallina, la degolló y la arrojó por encima de su cabeza. Cuando terminó de forcejear, la gallina cayó de cabeza y murió boca abajo.

Según el criterio de la aldea, era claro que era bruja.

“Si la gallina hubiera muerto boca arriba, me habrían declarado inocente de brujería”, explicó Salamatu, de 39 años y madre de tres hijos y añadió: “Esa noche, los aldeanos dirigidos por mis cuñados me atacaron con machetes e incendiaron mi casa. Querían matarme junto con mis hijos”.

Sus agresores, quienes la habían atado con una cuerda, fueron interceptados por las religiosas y las autoridades locales. Ella fue rescatada al igual que sus hijos y llevada al 'campamento de brujas' de Gushegu, situado en el norte del país.

“No puedo creer que todavía continúe con vida", exclamó y señaló que las acusaciones se produjeron apenas un año después de perder a su marido en un accidente de tráfico. “No tenía a nadie que me protegiera de los aldeanos enfurecidos. Pero quiero agradecer a Dios y a las hermanas que vinieron a rescatarme. ¡Fue un milagro!”, afirmó. 

Salamatu es una de cientos de mujeres que han sido rescatadas por las Hermanas Misioneras de los Más Pobres y llevadas a Gushegu. El refugio, dirigido por la Hna. Ruphina Anosike y otras hermanas, ofrece un hogar a mujeres acusadas de brujería y también atiende a las personas sin hogar, a quienes proporciona comidas y otras necesidades, como atención médica y educación para sus hijos.

La inmensa mayoría de estas mujeres son viudas con hijos. Han sido acusadas por sus parientes, a veces por una esposa rival, por  vecinos o ancianos de la aldea, del delito de brujería, principalmente de matar a sus maridos u otros miembros de la familia, sostuvo  Anosike.

“Es desgarrador ver que estas mujeres sospechosas de ser brujas ya no son necesarias en sus familias y comunidades”, afirmó y señaló que su campamento, que acoge a más de 200 mujeres, se ha convertido en un refugio seguro para las viudas acusadas de brujería. “Se quedan aquí porque no tienen a dónde ir ni comida que comer, y nadie se preocupa por ellas”, explicó.

En chozas de barro viven las mujeres acusadas de practicar brujería en el campamento de Gushegu, en el norte de Ghana. (Foto: Doreen Ajiambo)

En chozas de barro viven las mujeres acusadas de practicar brujería en el campamento de Gushegu, en el norte de Ghana. (Foto: Doreen Ajiambo)

El motivo para acusar a alguien de ser bruja

Anosike señala que el principal motivo que se esconde detrás de estos actos suele ser la codicia, y el hecho de etiquetar a estas mujeres como brujas se convierte en un medio para despojarlas de la herencia de sus maridos. Entre los residentes del campamento también hay mujeres y niños con enfermedades mentales que son considerados parias en Ghana, señaló.

Salamatu está de acuerdo en que hay un motivo.

“Mi suegro quería llevarse las vacas, las tierras y algo del dinero que le quedaba a mi marido, y yo me negué”, expresó y añadió que los familiares de su marido se volvieron hostiles con ella y con sus hijos. “Después me acusaron de practicar brujería para que me echaran y les dejara todo. Una de mis vecinas me dijo que se reunieron para decidir cómo podrían expulsarme para poder quedarse con mis propiedades”, contó. 

Miles de mujeres, y sus hijos en el norte de Ghana, se han quedado sin hogar tras ser acusadas de brujería, según un informe del Departamento de Estado de Estados Unidos que precisa que en más de seis campamentos de brujas repartidos por la región norte, se albergan entre 2000 y 2500 mujeres adultas y entre 1000 y 1200 niños.

La creencia en la brujería se encuentra muy extendida en este país de África Occidental, recogen las encuestas de 2009 elaboradas por  Gallup, a pesar de que el 96% de la población afirma ser practicante de alguna de las diversas religiones del mundo. La creencia en el fenómeno tiene consecuencias devastadoras. Las mujeres ancianas consideradas brujas, son a menudo perseguidas, expulsadas de sus hogares e, incluso, asesinadas. Sus hijos también están marcados como malditos y no se les permite volver a casa cuando han crecido.

Aunque tanto hombres como mujeres pueden ser acusados de brujería, la gran mayoría son mujeres. Se considera que los hombres tienen una sólida base sociopolítica y, por tanto, están más capacitados para rebatir con éxito las acusaciones vertidas contra ellos, afirman los observadores conocedores.

Los campamentos de brujas son una realidad exclusiva del norte de Ghana. Sin embargo, esta nación de África Occidental comparte con otros países africanos una creencia endémica en la brujería, con sequías, muertes, malas cosechas, enfermedades y otros desastres naturales atribuidos a la magia negra.

GSR video of sisters and women at the Gushegu camp in northern Ghana by Doreen Ajiambo

La situación ha llevado a las hermanas religiosas de esta parte del país a proporcionar alojamiento residencial a las mujeres y niños rechazados por sus familiares. Anosike depende de quienes la apoyan para construir casas en el campamento y pide a los vecinos y a los transeúntes comida, ropa, colchones y otros artículos de primera necesidad.

“De hecho, salgo todas las mañanas a pedir comida para estas mujeres, para asegurarme que tengan algo que comer”, expresó Anosike y agregó: “El obispo también nos ayuda mucho, sobre todo con comida y dinero para el funcionamiento del campamento. Estas mujeres también sobreviven recogiendo leña, vendiendo pequeñas bolsas de cacahuates (maní) o trabajando en las granjas cercanas”.

Una superstición que se mantiene

La brujería es un fenómeno persistente en las culturas africanas, según los expertos. Las personas suelen creer que las brujas y los hechiceros poseen poderes intrínsecos y sobrenaturales que se utilizan para crear el mal. Muchos recurren a los servicios de brujos y hechiceros para encontrar soluciones a sus relaciones, problemas e incluso para tener buena salud. Sin embargo, esta práctica también ha tenido durante años su lado negativo. En el peor de los casos, estas creencias conducen al asesinato y la destrucción de las brujas acusadas, dijeron.

“La creencia en la brujería está muy arraigada en la cultura africana y dicta la vida de la gente”, afirma Charles Nzioka, profesor de Sociología de la Universidad de Nairobi en Kenia. “La brujería está en la mente de la gente. Si alguien pierde un empleo, los occidentales asumen que se debe a las condiciones económicas o a un mal rendimiento. Un africano probablemente dirá que alguien utilizó la brujería para hacer o confundir al empleador para que odie y despida a la persona en cuestión”, explicó.

Nzioka aseveró que la creencia en la brujería en África tiene por objeto mantener el orden en la sociedad; cualquier desviación en el comportamiento puede dar lugar a una acusación. Al igual que en Ghana, las mujeres que no quieren someterse a las expectativas de la sociedad pueden ser víctimas de las acusaciones de brujería, sostuvo.

“Por ejemplo, cuando una mujer acumula riqueza y se independiza, se desvía de las normas locales que reconocen que solo los hombres poseen riqueza, y como tal se convierte en un objetivo”, manifestó Nzioka y añadió: “A veces las mujeres son el objetivo de los familiares de sus esposos para heredar la riqueza de sus hijos”.

Nato Blenjuo, que ha vivido en el campamento de Gushegu durante las dos últimas décadas, explicó cómo se salvó de la muerte a duras penas después de que los aldeanos afirmaron que había utilizado la brujería para matar a su marido enfermo. Al parecer, se realizó una autopsia en la que se determinó que su marido había muerto de malaria, explicó. La malaria ha seguido siendo la primera causa de muerte en el país, según datos de 2018 de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de la agencia nacional de salud pública de los Estados Unidos [los CDC colaboran desde 2007 con el Gobierno  de Ghana]. 

“Realmente querían matarme”, afirmó la viuda de 66 años que vive en una de las chozas hechas de barro, palos, hierba, estiércol y orina de vaca. “Mi hijastro llevó a otros aldeanos iracundos con machetes a atacarme por la noche. Incendiaron mi casa, pero tuve suerte de escapar con mis tres hijos a un matorral cercano y me dirigí a este campamento”, contó.

Las hermanas Ruphina Anosike, a la izquierda, y Monica Yahaya, segunda por la derecha, ayudan a clasificar los granos que habían sido derramados en el mercado por mujeres acusadas de brujería en Ghana. Estas mujeres también sobreviven recogiendo leña, vendiendo pequeñas bolsas de cacahuates (maní) o trabajando en las granjas cercanas. (Foto: Doreen Ajiambo)

Las hermanas Ruphina Anosike, a la izquierda, y Monica Yahaya, segunda por la derecha, ayudan a clasificar los granos que habían sido derramados en el mercado por mujeres acusadas de brujería en Ghana. Estas mujeres también sobreviven recogiendo leña, vendiendo pequeñas bolsas de cacahuates (maní) o trabajando en las granjas cercanas. (Foto: Doreen Ajiambo)

La Hna. Monica Yahaya dijo que las mujeres son consideradas como los miembros más vulnerables de la población y, por lo tanto, a menudo son etiquetadas como brujas debido a su incapacidad para refutar las acusaciones, y añadió que esto explica por qué no hay hombres en los campamentos y las mujeres son predominantemente las víctimas. 

“El problema aquí es que los parientes no pueden permitir que las viudas hereden las posesiones de sus maridos”, dijo Yahaya, quien trabaja con Anosike en el campamento de Gushegu. “Definitivamente, buscarán un motivo para acusarlas y luego expulsarlas de sus casas para quedarse con las propiedades que dejaron sus maridos muertos. Sin un marido, estas mujeres realmente no tienen forma de defenderse después de una acusación así”, explicó.

Osei Ekow, un anciano, niega que la codicia sea el impulso para llamar a alguien brujay sostiene que los aldeanos se basan en el tradicional ritual del pollo sacrificado para determinar si una mujer es bruja.

“Esa es nuestra cultura y debemos respetarla”, afirmó Ekow, de 75 años, quien dice haber sido testigo de cómo decenas de miles de viudas han sido expulsadas de sus hogares. “Es imposible que ese ritual esté mal. Estas mujeres que se refugian en los campamentos son todas brujas, porque fue confirmado culturalmente”, agregó. 

El Gobierno en varias ocasiones ha intentado en vano cerrar los campamentos en un esfuerzo por desalentar los ataques a las mujeres. Los funcionarios sostienen que la propia existencia de los campamentos de brujas anima a la gente a formular acusaciones de brujería sabiendo que las mujeres a las que acusan encontrarán refugio en los campamentos.

“La gente debería dejar de acusar y acosar a mujeres inocentes de brujería”, manifestó Issah Mahmudu, funcionario que supervisa el Departamento de Asistencia Jurídica en el norte de Ghana. “Queremos animar a los presuntos hechiceros y brujas que hayan sido hostigados a que denuncien a la policía para que se inicien las investigaciones. La ley protege a todos los ciudadanos”, aseguró.

Mahmudu afirmó que los incidentes de acusaciones de brujería han disminuido recientemente, pero igualmente animó a los jefes locales a disipar las prácticas culturales obsoletas que son perjudiciales para los demás.

“Estas mujeres son vulnerables, esa es la razón por la que son atacadas”, sostuvo y añadió: “Los jefes deben detener a cualquier persona que cometa delitos reconocidos por la ley. Las leyes de este país condenan la deshumanización de los derechos humanos fundamentales de todos los ciudadanos”.

Anosike y otras hermanas están intentando cambiar la forma de pensar de la gente sobre la brujería. Llevan a cabo seminarios semanales en varios pueblos para hacer campaña contra la violencia que se ejerce sobre las mujeres, educar al público sobre los mitos que rodean a la brujería, rehabilitar y reintegrar a las mujeres en sus hogares, y pedir el fin de la persecución de las supuestas brujas y de la superstición.

“Los casos de mujeres expulsadas de sus hogares se han reducido últimamente como resultado de la campaña en curso, pero es necesario hacer más”, aseveró. “Vamos a seguir educando a la gente de las aldeas para que las mujeres vivan libremente sin miedo a que se vulneren sus derechos por la creencia en la brujería”, agregó. 

Sin embargo, las víctimas de los atentados piden que se haga más.

“Nunca he sido bruja, no sé cómo funciona la brujería. Los hombres deben tratarnos con dignidad porque todos somos seres humanos creados a imagen de Dios”, expresó Salamatu.

  • Una niña frente a la cabaña de su madre en el campamento de Gushegu. Su madre fue acusada de matar a su marido. (Foto: Doreen Ajiambo)

    Una niña frente a la cabaña de su madre en el campamento de Gushegu. Su madre fue acusada de matar a su marido. (Foto: Doreen Ajiambo)

  • Nato Blenjuo, a la izquierda, sentada con la hermana Ruphina Anosike en el campamento de Gushegu, en el norte de Ghana. Blenjuo, que lleva más de dos décadas en el campamento de Gushegu, fue expulsada de su casa porque los aldeanos sospechaban que practicaba la brujería. (Foto: Doreen Ajiambo)

    Nato Blenjuo, a la izquierda, sentada con la hermana Ruphina Anosike en el campamento de Gushegu, en el norte de Ghana. Blenjuo, que lleva más de dos décadas en el campamento de Gushegu, fue expulsada de su casa porque los aldeanos sospechaban que practicaba la brujería. (Foto: Doreen Ajiambo)

  • Las Hermanas Misioneras de los Más Pobres atienden a todos los residentes del campamento de Gushegu, en el norte de Ghana. (Foto: Doreen Ajiambo)

    Las Hermanas Misioneras de los Más Pobres atienden a todos los residentes del campamento de Gushegu, en el norte de Ghana. (Foto: Doreen Ajiambo))

  • La Hna. Mónica Yahaya, a la derecha, con una anciana que vive en el campamento de Gushegu porque fue acusada de brujería. (Foto: Doreen Ajiambo)

    La Hna. Mónica Yahaya, a la derecha, con una anciana que vive en el campamento de Gushegu porque fue acusada de brujería. (Foto: Doreen Ajiambo)

  • Las Hermanas Misioneras de los Más Pobres atienden a todos los residentes del campamento de Gushegu, en el norte de Ghana. (Foto: Doreen Ajiambo)

    Las Hermanas Misioneras de los Más Pobres atienden a todos los residentes del campamento de Gushegu, en el norte de Ghana. (Foto: Doreen Ajiambo)

Nota del editor 1: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 13 de abril de 2020.