
En un video proyectado en Roma, la imagen del papa Francisco aparece acompañada por la frase “A Dio, Santità!” (“¡Adiós, Santidad!”, en italiano). (Foto: GSR/Rhina Guidos)
La Pascua de Francisco, ocurrida el lunes de la Octava de Pascua, me trajo muchos recuerdos de su vida. Primero, cuando era párroco en la parroquia de San Miguel en la provincia de Buenos Aires, Argentina, donde viví mi etapa de formación inicial. Luego, como arzobispo y primado de la Argentina, donde serví en una comunidad dentro de la arquidiócesis. Y finalmente, en estos doce años como pastor de la Iglesia universal y referente para la humanidad.
A lo largo de todos estos años, he percibido una coherencia entre su vida, sus gestos y su magisterio. Esa coherencia la profundizó, maduró, y propuso en los ámbitos donde sirvió, llevándola más allá de la Iglesia local, hasta abarcar a toda la humanidad.
Cuando el padre Jorge Mario Bergoglio S. J. fue elegido papa, la inmensa alegría del pueblo argentino, especialmente en los barrios populares de la ciudad de Buenos Aires fue significativa hasta las lágrimas. Algunos decían: "Yo lo conocí personalmente", otros compartían experiencias cuando el padre Jorge (así lo llamaban entonces) visitó "su casa". Unos más recordaban cómo bautizó a sus hijos o confirmó a sus hijas. Otros, aun, contaban cómo se preocupó por los jóvenes, especialmente los más vulnerables. Los vecinos no se cansaban de compartir las veces que, con sencillez y tomando mate, conversaron con él en sus propias casas.
Como arzobispo de Buenos Aires fue muy clara su opción de acompañar con delicado cuidado a los sacerdotes conocidos como 'curas villeros', incluso arriesgando su vida por aquellos comprometidos en la defensa de los derechos de los pobres.
"Doy gracias a Dios infinitamente por Francisco. Nos ha dado un papa para nuestro tiempo, cuya vida y gestos me invitan a centrarme en lo esencial, y aun con mis fragilidades, a seguir a Jesús y a vivir el Evangelio": Hna. Susana Vanni
El padre Jorge siempre enseñó con el ejemplo: usaba transporte público, ya sea tren o colectivo, vestía de manera sencilla y se encontraba siempre junto a los más pobres, los que estaban al borde del camino. Por defender a estos pequeños del Evangelio incomodó a muchos políticos de turno.
Con estos gestos, y tantos más que no alcanzaría a compartir, testimonió una vida vivida según Jesús y el Evangelio, en exquisita caridad, humildad, sencillez y cercanía hacia "todos, todos, todos".
Al reflexionar sobre los párrafos anteriores, no sorprende su estilo de vida, sus gestos ni su magisterio durante estos últimos 12 años. Como expresó el cardenal Ángel Rossi S. J., arzobispo de Córdoba, estos fueron "gestos que Francisco heredó de Jorge Mario Bergoglio".
Como miembro de la Iglesia, siento gozo en descubrir cómo las enseñanzas de Francisco, especialmente en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (EG), abordan temas y situaciones que fueron rezados y profundizados en la V Conferencia Episcopal Latinoamericana y del Caribe, y que culminaron en el Documento de Aparecida (DA) de 2007, donde el cardenal Bergoglio desempeñó un papel fundamental en su elaboración y animación, trabajando sinodalmente y en diálogo con sus hermanos en el episcopado.
Como parte de la vida consagrada en América Latina y el Caribe, doy gracias a Dios por este consagrado, Francisco, hijo de esta tierra latinoamericana. Le doy gracias porque, con su testimonio de vida, me invita 'ser' cada vez más Buena Noticia para mis hermanos y hermanas; esa Buena Noticia del Documento de Aparecida que nos trae el magisterio latinoamericano y caribeño, y que Francisco prolongó en el tiempo y en la humanidad.
Todas estas buenas noticias me invitan a renovar la alegría del "encuentro con Jesucristo", me desafían a "contemplar los rostros" y encargarme de mis hermanos que sufren; y me llevan a contemplar, a comprometerme, con el "cuidado del medio ambiente", la promoción del "valor de la familia" y la defensa de "la dignidad de las mujeres", desde lo cotidiano y los sencillos servicios que se me confían.
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Como argentina que soy, siento que Francisco no fue comprendido en algunos de sus gestos. Personalmente, me costó aceptar alguno —no llegar a visitar la Argentina, por ejemplo, aunque deseaba hacerlo—, pero su magisterio me ayuda a comprenderlo.
En la EG 226–230, Francisco expresa que "la unidad prevalece sobre el conflicto", y aquí me siento invitada a encargarme de los conflictos en nuestro país, sin lavarme las manos; me siento invitada a iniciar procesos de comunión en donde estoy. Creo que, como argentinos, nos falta afrontar juntas y juntos las cuestiones más importantes de nuestro país. La otra expresión que me ayudó es EG 234–237: "El todo es superior a la parte". Francisco conocía el 'todo', pero nosotros, los argentinos, mirábamos solo 'la parte'. Me siento invitada a ampliar la mirada para reconocer el bien mayor en todos los ámbitos; a mirar la belleza del poliedro y no solo una partecita pequeña.
Doy gracias a Dios infinitamente por Francisco, un don para la humanidad durante estos 12 años. Nos ha dado un papa para nuestro tiempo, cuya vida y gestos me invitan a centrarme diariamente en lo esencial, y aun con mis fragilidades, a seguir a Jesús y a vivir el Evangelio. San Francisco dice: "Predica el Evangelio en todo momento y, cuando sea necesario, usa palabras". Francisco, ciertamente, usó palabras, alineando su magisterio de manera coherente con su vida y gestos.
La invitación ahora es tomar la posta y continuar avanzando gozosamente como peregrinos de esperanza, siguiendo donde el Espíritu nos guíe.