
Una pastora con su rebaño, óleo de Eugène Verboeckhoven, 1871. (Foto: Wikimedia Commons/obra de dominio público)
Nota de la editora: Global Sisters Report en español presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones dominicales que nos adentran al camino de Emaús.

"Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa" (Juan 10, 27-30).
Hoy se nos pone a consideración un texto muy breve, prácticamente un ‘compendio’ de la figura del Buen Pastor, con la que se identifica Jesús al inicio del capítulo 10 del Evangelio de Juan. Pero en estos versículos el contexto es la pregunta que le hacen algunos judíos sobre su identidad: si realmente él es el Mesías esperado. A esta pregunta —que se ha omitido en este texto— es que Jesús responde diciendo que él ya les ha hablado, pero como ellos no son de sus ovejas no le creen. Por el contrario, y es aquí donde comienza el Evangelio de hoy, las que son sus ovejas sí le escuchan y le siguen. Por eso son ellas las que podrán recibir la vida eterna que Jesús ofrece y nada malo les puede suceder. En ese mismo contexto, Jesús se identifica explícitamente con el Padre, diciendo que son una sola cosa y por eso la eficacia de sus obras que nadie podrá destruir.
"Ojalá seamos de las ovejas que escuchamos la voz del Señor para hacer sus mismas obras y revelar en ellas al Dios que se ha hecho presente en Jesús y, en este tiempo, en cada uno de sus seguidores": teóloga Consuelo Vélez
Tengamos en cuenta que este texto ya es una interpretación teológica de lo que en la vida histórica le está sucediendo a Jesús. Su predicación y sus obras crean desconcierto y rechazo entre algunos que lo escuchan. El argumento que tiene Jesús es la invitación a creer en lo que está haciendo y el reconocimiento en él de la la presencia de Dios que se acerca a sus contemporáneos y que les ofrece la salvación esperada. Pero el rechazo crece y en el corazón de muchos comienza a gestarse la decisión de matarlo. Jesús no podrá evitarlo si quiere permanecer fiel a su misión.
Esta lectura se nos brinda en este tempo de Pascua porque no basta con afirmar que Jesús ha resucitado. Es preciso creer y dar testimonio de nuestra fe. Como Jesús, hemos de mostrar con nuestras palabras y obras la fe que profesamos. Las obras han de ir encaminadas a dar la vida eterna que no es una vida para después de la muerte (lo cual será don definitivo de Dios), sino esa vida eterna que comienza en el aquí y ahora de nuestra historia, siempre que se defiende la vida para todos, comenzando por aquellos que la tienen más amenazada. En nuestras obras se ha de ver la fuerza de Dios mismo que por el Espíritu de Jesús trabaja por un mundo que favorece la vida y vida en abundancia para todos.
Ojalá seamos de las ovejas que escuchamos la voz del Señor para hacer sus mismas obras y revelar en ellas al Dios que se ha hecho presente en Jesús y, en este tiempo, en cada uno de sus seguidores.