
La Ascención de Cristo (detalle), de Giotto di Bondone, pintura al fresco, alrededor de 1300. (Foto: Wikimnedia Commos/obra de dominio público)
Nota de la editora: Global Sisters Report en español presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones dominicales que nos adentran al camino de Emaús.

«Y les dijo: "Así está escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto. Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto". Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios» (Lucas 24, 46-53).
Después de la resurrección de Jesús, los Evangelios nos relatan diversas apariciones: a las mujeres y a sus discípulos hasta que, como relata el Evangelio de hoy, se aparece por última vez subiendo al cielo y dejando a los discípulos la misión de continuar la tarea. Esto, en otras palabras, es la fiesta de la Ascensión del Señor que celebramos este domingo.
"Porque el Señor ha subido a los cielos, la tarea es responsabilidad de los testigos iniciales y, en la actualidad, de todos los que hemos recibido ese testimonio y nos sentimos llamados a continuarlo": teóloga Consuelo Vélez
Si nos fijamos en el Evangelio de Lucas, Jesús se les aparece —como ya dijimos, por última vez— y les recuerda lo que han vivido, haciendo alusión a las Escrituras para confirmarles que lo vivido es lo dicho por ellas: el Mesías debía sufrir y resucitar al tercer día, a partir del cual su nombre será predicado a todas las naciones, siendo los discípulos testigos de estos acontecimientos.
El que Jesús se vaya no significa que los deja solos. Por eso les dice que les enviará lo que el Padre ha prometido. Para esto han de permanecer en la ciudad hasta que sean revestidos “con la fuerza que viene de lo alto”. El texto no lo dice, pero con seguridad se está refiriendo al Espíritu Santo, fiesta que celebraremos la próxima semana.
Después de esta escena, el Evangelio continúa relatando que Jesús lleva a sus discípulos a Betania—pequeña ciudad a unos 3 km de Jerusalén— y allí los bendice, para seguidamente ser llevado al cielo. Es interesante notar las consecuencias para los discípulos de ese acontecimiento: vuelven a Jerusalén —donde Jesús les había dicho que permanecieran— llenos de alegría y alabando a Dios en el Templo.
Esta experiencia de la ascensión de Jesús es, de alguna manera, el anticipo del tiempo del Espíritu, don prometido por el Padre, quien será el que fortalecerá a los discípulos para que inicien la misión encomendada.
Precisamente, porque el Señor ha subido a los cielos, la tarea es responsabilidad de los testigos iniciales y, en la actualidad, de todos los que hemos recibido ese testimonio y nos sentimos llamados a continuarlo. A Jesús ya no lo vamos a ver en las coordenadas de nuestro mundo, pero podremos encontrarlo a través de la predicación de sus seguidores. No será una tarea realizada con las propias fuerzas sino sostenida y animada por la fuerza que viene de lo alto.
Celebremos esta fiesta, entonces, renovando nuestro seguimiento y nuestro compromiso de seguir anunciando a Jesús para que muchos más le puedan conocer y, conociéndolo, se sientan llamados a seguirle.