Adviento, comunión e intimidad: reflexiones sobre la representación femenina en la Iglesia

El universo es una comunión de sujetos, no una colección de objetos: T. Berry

Objeto estelar fotografiado en el espacio profiundo. (Foto: Pexels)

Objeto estelar fotografiado en el espacio profundo. (Foto: Pexels)

por Magda Bennásar

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El universo, con su sabiduría, es matriz y patrón de todo lo que existe, y nos sigue hablando desde dentro, develándonos su misterio y su liturgia interior en el proceso de obediencia al patrón intrínseco de vida que contiene. Eso es lo que nos cuentan las voces de científicos, artistas, místicos y profetas.

"Somos una comunión de sujetos", dice Thomas Berry, y en sus numerosos escritos científico-poéticos nos indica una realidad que evoca mucho en el ser humano: la intimidad. 

Desde mi experiencia sencilla, sin brillo especial, entiendo que los humanos confundimos muchas veces la intimidad con pasión o posesión que experimentamos como algo muy privado o como invasión de la otra persona. Aquí es donde la reflexión del maestro Berry cobra fuerza, lo que nos sugiere que para dejar de tratar todo lo creado como a objetos para nuestro uso y consumo, debemos entrar en comunión —en común-unión— con todo y todos.

"[El Adviento] es un tiempo en el que la sabiduría creativa de nuestro Dios nos regala la imagen bíblica del embarazo de la vida de Dios en una mujer": Hna. Magda Bennásar

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Una forma de ir trabajando esta propuesta es descubrir el sentido auténtico de la intimidad como medio para llegar a la comunión o unión auténtica entre nosotros y el universo. La intimidad implica acariciar con nuestra mirada y deseo todo lo creado, rozando todo lo demás con un respeto radical que nace de lo más hondo y permite que todo sea en sí mismo, sin intervenciones, sin retoques, sin manipulaciones, sin posesiones.

La intimidad es la luz con nuestro planeta; la noche con las estrellas. Todo lo creado deja de ser objeto para convertirse en sujetos con nombre e identidad propia; sujetos en relación, en intimidad, porque compartimos planeta, espacios, sustancias y energías que nos constituyen.

Me impresiona observar el mar en intimidad con la tierra. El ir y venir de las olas acariciando la orilla y jugando al empujar y salpicar a los niños que juegan, con un respeto y alegría que solo captamos si permanecemos orantes ante el misterio. 

"Las liturgias fueron mayormente diseñadas por varones solteros, educados en seminarios con escasa o nula presencia femenina significativa, más allá de las tareas domésticas": Hna. Magda Bennásar

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Cuando el mar se agita por la fuerza de los vientos que lo envuelven, si sabemos retirarnos y dejar que se expresen, lo que parece una tormenta que causa daños, al final termina siendo un bien. Ese movimiento es necesario para que la vida continúe evolucionando con todo su potencial. Tal vez los humanos habíamos invadido áreas peligrosas debido a su ubicación; territorios que el océano necesita de vez en cuando para llevar a cabo sus movimientos y dinámicas internas.

Estamos en Adviento, un tiempo litúrgico cuasi mágico que nos invita a escuchar el latido de la vida en todo. Podríamos describirlo como la forma en que la Divinidad muestra y refleja su intimidad con la humanidad.  Es un tiempo en el que la sabiduría creativa de nuestro Dios nos regala la imagen bíblica del embarazo de la vida de Dios en una mujer. Esta imagen tan sugerente nos invita a profundizar en ese misterio día a día, a través de nuestra oración personal y comunitaria, así como a través de nuestros ministerios.

Todo lo importante requiere un tiempo de preparación y reflexión. Hemos confundido el Adviento con solamente un tiempo de preparación para la Navidad, tal vez obviando que es un tiempo litúrgico de una sabiduría e intimidad difícil de igualar.

Intentando aplicar en nuestra realidad las palabras de quienes nos abren los ojos, reconocemos que hoy necesitamos realizar liturgias alternativas o complementarias a las de las Iglesias tradicionales, o nos quedaremos un poco secos por dentro. Es crucial resaltar la falta de representación de la intimidad femenina en la Iglesia, especialmente la religiosa, y la contribución valiosa que podemos y deberíamos aportar.

Es esencial recordar que las liturgias fueron mayormente diseñadas por varones solteros, educados en seminarios con escasa o nula presencia femenina significativa, más allá de las tareas domésticas. La Palabra de Dios, de manera elocuente, señala que es lo femenino de la humanidad lo que otorgará vida al Salvador, lo que nos salva del frío de la no-intimidad, de la no-comunión, de la ausencia de una relación profunda y gratificante.

"La Palabra de Dios señala que es lo femenino de la humanidad lo que otorgará vida al Salvador, lo que nos salva del frío de la no-intimidad, de la no-comunión, de la ausencia de una relación profunda": Hna. Magda Bennásar

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Nuestra propuesta, como hermanas, consiste en iniciar desde ahora, en nuestros diversos espacios de comunidad y ministerios, la creación de rincones de silencio que nos preparen para escuchar el latido del universo. De esta manera, participamos en la intimidad cósmica junto con lo humano.

Desde ese prolongado silencio en las extensas horas de la noche durante el otoño tardío e invierno, buscamos ritualizar: expresar con gestos y palabras, danzas y movimientos lo que experimentamos en nuestras horas íntimas de luz y latido. Esto lo hacemos desde el silencio del monasterio, la capilla, en la ciudad o en plena naturaleza, alabando y adorando al Dios que nos salva de la soledad presente en todo lo creado.

Además de reciclar y limpiar nuestros mares de plásticos, la mayoría de nosotros necesitamos purificar nuestras mentes de la intoxicación que nos impide sentir el universo como carne de nuestra carne. Este es nuestro reto en Adviento.

Este también es un tiempo de creatividad, de gestación de vida para el universo. No debemos ocultar los embarazos maravillosos en este momento histórico. Ni siquiera deberíamos mencionar la posibilidad de interrumpir la vida, la cual se nos regala en forma de talentos para la música, la poesía, las ideas nuevas, la sororidad y la solidaridad, especialmente en tiempos de guerra en tantos lugares y en nuestras propias familias.

Me nace de dentro, desde esa intimidad que nos insta a escuchar el latido de la vida en todo, expresar junto con nuestra hermana María de Nazaret y con tantas mujeres y hombres de nuestra historia: ¡Hágase! que tu vida se encarne en nuestra intimidad y en comunión con el universo para que emerja un mundo nuevo, aquel del que nos hablan los profetas del antiguo Adviento y que hoy continuamos gestando de la mano de los profetas y profetisas de hoy.