La Hna. Chioma Ahanihu toma notas el 27 de marzo de 2025 en Ciudad de México, al comienzo de una reunión para hermanas dedicadas a la recopilación de datos. Ahanihu es directora del Centro para el Estudio de la Vida Consagrada de la Unión Teológica Católica de Chicago, Estados Unidos. (Foto: GSR/Rhina Guidos)
La Hna. Chioma Ahanihu ha tenido muchas sorpresas en su vida, pero las dos cosas de las que siempre estaba segura desde el principio eran que quería ser religiosa y que quería hacerlo fuera de Nigeria.
Por lo tanto, no es raro que esas dos cosas sean el enfoque de su investigación como académica y teóloga. Su tesis doctoral sobre el viaje de las hermanas que salen sus países de origen para servir en otros lugares se convirtió en el libro Religious Women as Global Migrants to the United States: Critical Conversations About Spirituality, Mental Health, and Vocational Identity (Religiosas como migrantes globales a los Estados Unidos: conversaciones críticas sobre la espiritualidad, la salud mental y la identidad vocacional).
En este libro, Ahanihu explora la sostenibilidad de congregaciones religiosas "que no tienen una presencia en el sur global" y lo que esto significa para el futuro de esas comunidades en los Estados Unidos.
En esta foto sin fecha, la Hna. Chioma Ahanihu posa con su libro recién publicado: Mujeres religiosas como migrantes globales a los Estados Unidos: conversaciones críticas sobre espiritualidad, salud mental e identidad vocacional. (Foto: GSR/cortesía Hna. Chioma Ahanihu)
"¿Cómo pueden estas comunidades salir adelante tras la disminución constante? ¿Cuáles son las implicaciones de esta tendencia para la vida consagrada en general?", pregunta la religiosa en el libro.
Ahanihu, de las Hermanas de la Palabra Viva, ha ejercido como trabajadora social y psicoterapeuta, y ahora es directora del Centro para el Estudio de la Vida Consagrada de la Unión Teológica Católica de Chicago, en Estados Unidos, la institución que le otorgó su maestría y su doctorado.
"Llevo más de dos décadas viviendo en Estados Unidos y ha sido una experiencia tremenda y alegre servir al pueblo de Dios aquí y más allá de Estados Unidos, diría yo, porque todo comenzó en Nigeria", afirma.
En este país africano, Nigeria, su amistad con una hermana alimentó sus sueños de vida consagrada. La enviaron a Estados Unidos para estudiar y servir. Y aunque hizo sus primeros votos hace 25 años en una congregación diferente y se sentía firme en su ministerio, comenzaron las preguntas y luego el discernimiento sobre el futuro. Entonces, tomó la decisión de dejar la comunidad, pero aún quería ser hermana.
"Mi historia no toma un rumbo directo. No sé quién tiene una historia así", dijo y agregó: "Pero mi historia tiene algunos bajos y algunos momentos buenos y todo eso. En general, ha sido una experiencia maravillosa".
En una entrevista con Global Sisters Report, Ahanih habló de las dificultades que han marcado el camino para las sorpresas.
Global Sisters Report: ¿Puede contarme un poco sobre las dificultades que encontró mientras iba de una comunidad a otra?
Ahanihu: Sí. A los 24 años ya era hermana… fue entonces cuando me convertí en inmigrante aquí, experimentando una nueva cultura, pasando por la escuela aquí, sin tener realmente ninguna familia aquí. Tengo algunos [parientes] lejanos que estaban muy lejos.
En esta foto del año 2000, la Hna. Chioma Ahanihu profesa sus primeros votos en Nigeria. Dos cosas tenía claras desde muy temprano en su vida: quería ser religiosa y servir fuera de su país natal. (Foto: GSR/cortesía Hna. Chioma Ahanihu)
Estaba pensando en la vida, de forma muy amplia y me pregunté: "¿Es esto todo lo que voy a hacer? ¿Es esta toda mi vida?". Después de mucho pensar, reflexionar y recibir orientación, de reunirme con un director espiritual y de pensar en los pros y los contras de continuar con la vida religiosa, vi la necesidad de salir. Le dije a mi congregación de entonces: "Creo que, en este momento, no me siento llamada a continuar la vida religiosa con ustedes".
En ese momento, incluso tener el valor de decirlo no fue fácil. Me llevó tiempo llegar a ese punto, y muchas oraciones, discernimiento y conversaciones. Fue un gran obstáculo para mí. Dios me ayudó a superarlo, junto con mis amigos y mi familia.
Nada bueno se consigue fácilmente. A veces hay momentos en los que uno llora.
¿Cree que esas dificultades le han ayudado?
Creo que todo el mundo hace cambios en la vida, sea quien sea, porque no se puede estar estancado. Trabajar en la CTU [Unión Teológica Católica, por sus siglas en inglés] sí, me ha ayudado a crecer, siendo directora del Centro para el Estudio de la Vida Consagrada, que se dedica a la investigación.
También me ha ayudado enormemente, especialmente en mi vida académica, porque fue trabajando aquí donde pude perfeccionar el área de investigación en la que quería especializarme mientras estudiaba mi doctorado.
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¿Puede contarme un poco sobre su trabajo en la CTU?
El objetivo del centro es investigar y dialogar sobre cuestiones contemporáneas relacionadas con la vida consagrada hoy en día. Eso se traduce a trabajar con hermanas, con diferentes congregaciones, de forma individual, para hablar sobre sus vidas y lo que está pasando hoy en día.
Actualmente, el grupo de hermanas con el que trabajo pertenece a la Conferencia Nacional de Hermanas Negras. No todas las congregaciones se han sumado a este proyecto, pero hay un número considerable de ellas que han participado en los últimos tres años. Hemos celebrado un simposio. Hemos organizado sesiones educativas y retiros en los que hemos hablado de cuestiones relacionadas con el racismo y la justicia transformadora: ¿Cómo se aplica esto en tu comunidad? ¿Cómo es consciente tu comunidad del racismo en la comunidad? ¿Y qué están haciendo como comunidad para seguir erradicando la injusticia sistémica en los Estados Unidos y en el mundo?
Cuando decidió que quería ser hermana, ¿alguna vez se imaginó que desempeñaría este papel?
La verdad es que no. Lo único que realmente imaginaba en mi vida como hermana era que quería trabajar 'fuera' de mi país de origen. Quería estar en el mundo ayudando a la gente. No sabía cómo se traduciría eso, pero sé que eso era lo que imaginaba para mí: trabajar con gente fuera de Nigeria, fuera de mi estado natal. Aparte de eso, no tenía ni idea de lo que estaría haciendo ahora a mi edad, ahora que tengo 51 años. Dios sigue sorprendiéndome.
La Hna. Ahanihu posa para una foto el 27 de marzo de 2025 en Ciudad de México, al comienzo de una reunión para hermanas involucradas en la recopilación de datos. (Foto: GSR/Rhina Guidos)
¿Cómo se refleja su experiencia internacional en su trabajo, su vocación?
Mi ministerio con las personas ha sido trabajar como terapeuta. Algunos se dieron cuenta de que soy hermana. No me vieron inmediatamente como hermana porque no me pongo el hábito todo el tiempo. Pero en mis conversaciones con la gente, a veces surgía la pregunta: "¿Podemos recibir orientación espiritual, acompañamiento espiritual?".
Eso me llevó a desear estudiar más espiritualidad y teología. Las líderes de mi comunidad estuvieron de acuerdo y me matriculé en la CTU, donde obtuve otra maestría en Estudios Pastorales y terminé con un doctorado en Teología Práctica. El centro realmente me ha ayudado a definir quién soy y cuál es mi área en este momento, que es continuar abordando los problemas globales de las hermanas.
Fui la primera en usar el término "hermanas migrantes globales" mientras desarrollaba esta investigación. Entrevisté a un buen número de hermanas durante el proceso. Todas ellas nacieron en otras partes del mundo y pertenecen a congregaciones religiosas aquí en Estados Unidos. En mis entrevistas con ellas compartieron historias sobre sus vidas aquí. La mayoría son minorías en sus congregaciones. Eso las ha moldeado en relación con su espiritualidad, su salud mental, los problemas de racismo y su identidad vocacional, a medida que responden a la llamada de Dios.
La vida religiosa ha sido maravillosa para mí. He vivido lo mejor de la vida porque no esperaba que fuera así. Ha sido maravilloso. Sé que algunas personas a veces no entienden nuestras vidas porque son muy contrarias a la cultura actual.
Me hacen preguntas como: "¿Cómo vives en comunidad con otras personas que ni siquiera conoces?" o "¿cómo vives sola como hermana haciendo lo que haces, yendo a sitios, respondiendo a la llamada de Dios en esas cosas?". Pero supongo que ahí es donde Dios muestra su poder en nosotros, y también su amor.
Y su experiencia tiene el elemento de haber dejado su país. ¿Cuénteme de esa experiencia?
Creo que ahí es donde obtuve gracia, porque dejé mi hogar, mi familia, mis amigos y todo eso... Al principio no fue fácil, aunque era lo que deseaba, incluso antes de ser hermana. Pero cuando llegó el momento, y para mí llegó muy rápido, [apareció] la ansiedad, el miedo a irme a una tierra diferente...
Lo bueno es que, al venir aquí, las hermanas me prepararon en cierta medida y me dijeron: "Esto es lo que vas a hacer" y "vas a experimentar esto", pero, aun así, no es lo mismo que pasar uno mismo por la experiencia. Así que sentí el miedo, la incertidumbre, la ansiedad de a quién voy a conocer y todo eso.
Pero todo salió bien. Vine con otra hermana. Cuando llegamos, empezamos a estudiar en la Universidad Misericordia, en Pensilvania. Recuerdo el primer día que fuimos a esa universidad... alguien empezó a correr detrás de nosotras, diciendo: "Hola, hermanas". Yo pregunté: "¿Quién es esta persona que corre detrás de nosotras?". Era el rector de la universidad. Se enteró que habían llegado unas hermanas de Nigeria y vino a vernos. Yo pensé: "Vaya". Te ven tal y como eres, como un ser humano como los demás. Eso ayudó a calmar la ansiedad y los miedos de empezar clases en una universidad en un país extranjero.
La Universidad Misericordia [era] propiedad de las Hermanas de la Misericordia y ellas [las hermanas] siempre se acercaban y nos preguntaban: "¿Cómo va todo?", y nos hablaban de la nieve.
Para mí era algo mágico, porque nunca había visto la nieve. Estas son las primeras experiencias que recuerdo de cuando dejé mi hogar y vine a un país extranjero.
En mi función actual he intentado hacer lo mismo con nuestras hermanas e incluso con nuestros hermanos. En mi función en la CTU he intentado ayudar a esas hermanas a adaptarse a la realidad de estar aquí. Las he llevado a una tienda para que compraran sus primeras chaquetas de invierno, botas, guantes y todo eso, y las he llevado a una tienda africana para que pudieran comprar algo similar a lo que están acostumbradas en su país.
Este papel como directora me ha ayudado a ayudar a otras hermanas a adaptarse, a estar en un país diferente, con una cultura diferente y una forma de vida diferente.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 16 de septiembre de 2025.
