Las vírgenes consagradas viven solas y sirven a la Iglesia, de acuerdo con sus talentos, bajo la guía del obispo diocesano, a diferencia de las religiosas, quienes viven en comunidad y siguen la regla de vida de su orden. "Espero que mi testimonio gozoso de cómo puede ser una relación con Dios pueda inspirar a otras [mujeres] a buscar una relación con Dios en su propia vida", manifiesta Miriam Marston, virgen consagrada de la arquidiócesis de Portland (Oregón).