De izquierda a derecha: Anne Gleeson a los 12 años en 1971; Gleeson en 2019; Cáit Finnegan como estudiante de secundaria en la década de 1960; Finnegan en la actualidad. Ambas mujeres hablaron con Global Sisters Report sobre sus abusos sexuales por parte de una religiosa. (Foto: cortesía)
Nota de la editora: La inmensa mayoría de las personas de la vida religiosa que han sido acusadas de abusos sexuales eran hombres. También se han hecho acusaciones creíbles contra religiosas, pero ha habido relativamente poca cobertura de esos casos. Como fuente independiente y sin ánimo de lucro de noticias e información sobre las religiosas católicas, Global Sisters Report dedica la mayor parte de sus recursos a difundir el buen trabajo que realizan ellas en todo el mundo. Sin embargo, como estamos comprometidos a contar la historia completa de las religiosas, incluimos en nuestra cobertura historias como esta. Este artículo es la segunda parte de una serie dividida en dos entregas.
Anne Gleeson tenía 12 años cuando, según cuenta, la hermana de San José de Carondelet Judith Fisher (su carismática y pelirroja profesora de historia en el colegio Immacolata de Richmond Heights, Missouri, Estados Unidos) empezó a prestarle especial atención.
"Se paseaba por la clase, se apoyaba en mi silla y me presionaba la espalda con los dedos. O me enviaba una notita o me dejaba un regalo en el pupitre", explicó Gleeson, que ahora tiene 63 años y a quien las caricias secretas y prohibidas le daban escalofríos.
La violación comenzó —según ella— en 1971 cuando tenía 13 años, aunque tardaría tres décadas y algo de terapia para reconocerla como tal. En la mente adolescente de Gleeson, simplemente estaba perdidamente enamorada de una mujer 24 años mayor que ella. El contacto sexual se producía en cualquier lugar y en todas partes, contó: en las escaleras del colegio, en el dormitorio de Fisher en el convento, en los viajes nocturnos que la religiosa organizaba con la madre de Gleeson y otra hermana de San José.
Anne Gleeson a los 13 años, cuando, según afirma, la Hna. Judith Fisherher, de San José de Carondelet y 24 años mayor, inició una relación sexual con ella. "Me robó completamente la adolescencia", afirmó Gleeson a Global Sisters Report. (Foto: cortesía)
"Para mí fue casi milagroso", explicó Gleeson a Global Sisters Report (GSR). "Incluso estaba celosa del anillo que llevaba en el dedo. Era la esposa de Cristo y, sin embargo, me dijo que íbamos a estar juntas para siempre", agregó.
De acuerdo con el grupo de control BishopAccountability.org, 162 religiosas han sido acusadas públicamente —hasta septiembre de 2020— de abusos sexuales en Estados Unidos. Mary Dispenza, quien dirige el subgrupo dentro de la Red de Supervivientes de Abusos por Sacerdotes (SNAP, por sus siglas en inglés) para apoyar a las víctimas de abusos por parte de religiosas católicas, ha recibido más de 90 llamadas telefónicas y correos electrónicos con historias de abusos tanto físicos como sexuales, unos 60 solo en los últimos dos años.
Pero Dispenza, antigua integrante de las Religiosas del Sagrado Corazón de María, sospecha que el número real podría ascender a miles. Al fin y al cabo, hay más de 6700 acusaciones creíbles de abusos contra sacerdotes y el número de religiosas supera al de sacerdotes en más de 200 000 en todo el mundo.
Sin embargo, durante dos décadas, tanto los medios de comunicación como la Iglesia católica se han centrado en los abusos sexuales cometidos por sacerdotes.
Esta misma semana dos años atrás, el papa Francisco convocó a los obispos de todo el mundo a Roma para abordar el fracaso de la Iglesia a la hora de proteger a los niños contra los sacerdotes pederastas y el encubrimiento por parte de los obispos, décadas después de los informes iniciales sobre estos actos atroces. Antes de la cumbre sobre abusos, grupos de liderazgo de religiosos y religiosas emitieron una declaración conjunta en la que reconocían: "Se han producido abusos en nuestras congregaciones y órdenes, y en nuestra Iglesia".
Mientras tanto, las víctimas de abusos sexuales por parte de religiosas afirman haber sido ignoradas y pasadas por alto.
Prácticamente todas sus historias datan de hace décadas. Algunas de las víctimas tardaron ese tiempo en comprender que lo que les había ocurrido era, en efecto, un abuso y no una relación consentida con una religiosa católica. Y una vez que lo hicieron, las leyes de prescripción en la mayoría de los estados estaban en su contra y no vieron el sentido de hacerlo público.
Esto cambió en cierta medida en 2018. No es que la gente no hubiera estado denunciando abusos sexuales a manos de religiosas antes (lo habían hecho), pero de repente las denuncias aparecían en los medios locales con mayor frecuencia.
Por ejemplo, en julio de 2018 una mujer de Nueva York acusó a una religiosa de las Franciscanas de Allegany de abusar de ella con un crucifijo cuando tenía 5 años. En diciembre de 2018, una mujer de Ohio aseguró que una religiosa de las Hermanas Dominicas de la Paz abusó de ella después de proporcionarle refugio de una situación de abuso en su casa en 1982. En marzo de 2019, un hombre de Connecticut declaró a su periódico local que había sido violado por una monja de las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret en 1963. Solo por nombrar algunos casos.
Dispenza atribuye el repunte a una confluencia del movimiento #MeToo, que se volvió a popularizar en 2017 con la publicación de un informe del gran jurado en 2018 que acusaba a más de 300 sacerdotes de Pensilvania de abusos sexuales. Armadas ahora con el lenguaje literal del me too [yo también], las víctimas de abusos de monjas (como se denomina en la jerga de la SNAP) consultaron el informe del gran jurado de Pensilvania, y al no ver ninguna religiosa entre los acusados, por fin se sintieron con fuerzas para alzar la voz.
"Las víctimas empiezan a decir: '¿Y yo qué? Yo no estoy en esa lista; mi agresora no está ahí. ¿Por qué? Es tan importante como un agresor masculino'", señaló Dispenza.
Cinco mujeres hablaron con GSR sobre los abusos sexuales que sufrieron a manos de una religiosa. Todas las hermanas acusadas han fallecido, una de ellas el mes pasado. Algunas de las víctimas de abusos han llegado a un acuerdo en sus casos, mientras que otras no han intentado ningún tipo de litigio. Ninguna de ellas ha conseguido cerrar el caso de la violación, tanto física como espiritual, que descarriló sus vidas.
En cualquier caso, lo que sí quieren es que se les escuche.
Minimizadas y desestimadas
La familia de Gleeson denunció los abusos en cuanto se enteró.
Cuando Gleeson cursaba segundo de bachillerato, su madre encontró el calendario de Winnie the Pooh que guardaba escondido bajo el colchón y que relataba los detalles de su supuesta relación. Cada encuentro. Cada encuentro sexual. Sus padres acudieron inmediatamente al monseñor de la parroquia, el padre Cornelius Flavin.
Dixon V.B. Gleeson, un hombre profundamente devoto, lloró en la rectoría. Había metido a sus cinco hijos en un colegio dirigido por las Hermanas de San José porque san José era el protector de las familias. ¿Cómo podía haberle ocurrido esto a su hija?
Anne Gleeson a los 13 años. (Foto: cortesía)
Se les ordenó a Fisher y Gleeson que se mantuvieran distanciadas. Pero Gleeson declaró que nunca se llamó a la policía. Fisher permaneció en el colegio Immacolata y siguió viéndose con Gleeson en secreto hasta 1977, casi siete años después de que comenzaran los abusos.
Las Hermanas de San José de Carondelet declinaron hacer comentarios sobre el caso de Gleeson, citando la necesidad de respetar la privacidad de cualquiera que denuncie un abuso, pero indicaron a Global Sisters Report en una declaración reciente que la congregación estaba "comprometida a hacer todo lo que esté" a su "alcance para prevenir el abuso sexual de menores y llevar sanación a aquellos que han sido abusados".
En 2003, Gleeson intentó demandar a Fisher, a la arquidiócesis de San Luis y a las Hermanas de San José de Carondelet, pero Fisher, de 69 años, murió repentinamente en 2004, más o menos cuando estaba prevista su declaración. En ese momento Gleeson, deprimida y convaleciente de un grave accidente, llegó a un acuerdo sobre el caso. No quiso revelar a GSR el importe del acuerdo, pero dijo que ni siquiera cubría sus gastos de terapia.
Otras víctimas de abusos contaron a GSR que habían tenido experiencias similares cuando informaron a alguien de la Iglesia o de una comunidad religiosa de lo que les había hecho una hermana católica: sus denuncias fueron minimizadas o desestimadas, y la hermana en cuestión no tuvo que hacer frente a consecuencias inmediatas; si alguna vez fue apartada del ministerio activo, no fue hasta décadas después.
Theresa Camden—Detroit, Michigan
Theresa Camden le contó a GSR que ella y otra mujer fueron expulsadas sin explicación alguna del noviciado de las Hermanas, Visitadoras de María en Detroit en 1972, después de haber sufrido abusos sexuales por parte de la directora del noviciado, la Hna. Mary Finn, quien solía invitar a las dos mujeres a retiros de una semana en casas aisladas, diciéndoles que necesitaban experimentar la naturaleza o las estaciones. Allí las violaba sexualmente, o al menos eso es lo que Camden ha llegado a comprender.
Aunque Camden recuerda los años de abusos emocionales y manipulación que sufrió a manos de Finn, no se acuerda de los abusos sexuales reales debido a la disociación, un fenómeno psicológico en el que las víctimas de traumas sexuales pueden desvincularse de su cuerpo como mecanismo de defensa. No ha sido hasta hablar con la otra mujer de la que Finn abusó durante estos viajes cuando Camden dice haberse dado cuenta de lo que también le ocurrió a ella.
Camden sostiene que en todo momento el resto de la comunidad sabía que algo no iba bien, pero por aquel entonces la propia Finn era 'intocable'.
"[Ella] estaba empezando a tener mucha fama en la arquidiócesis de Detroit", señaló Camden, quien indicó que Finn incluso fue nombrada delegada arquidiocesana para los religiosos, el principal enlace entre el obispo y las comunidades religiosas locales. "Así que se estaba convirtiendo en una de las buenas, ya saben, una de las protegidas", apuntó.
Camden y la otra mujer, que ha permanecido en el anonimato, acudieron al obispo Allen Vigneron con sus acusaciones contra Finn en la década de 1990; también se dirigieron a las Visitadoras de María.
Los medios de comunicación locales informaron de que la congregación pagó 20 000 dólares a la otra mujer que acusó junto a Camden (según la congregación, para ayudar a cubrir los gastos de su terapia), pero no se tomó ninguna otra medida, ni siquiera cuando Finn empezó a ganarse la reputación de "manoseadora" en el Seminario Mayor del Sagrado Corazón de Detroit, donde enseñaba desde 1969.
Finn, finalmente, presentó su dimisión en el seminario en 2019, un día antes de que el medio de noticias local Deadline Detroit publicara una historia sobre las acusaciones de abuso en su contra. En un comunicado publicado por la arquidiócesis, Finn se disculpó por usar su posición de autoridad para llevar a cabo una "conducta inapropiada con dos novicias adultas". Vigneron, ahora arzobispo de Detroit, también se disculpó, diciendo que había creído erróneamente que la situación ya se había resuelto.
La codemandante de Camden falleció a causa de COVID-19 en mayo de 2020. Después de eso, Camden relató que Finn intentó llamarla. "Ella todavía no lo entendía", dijo Camden.
Las Hermanas Visitadoras de María han declinado comentar las acusaciones en repetidas ocasiones. Finn falleció en enero de 2021.
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Becky Starr—Milwaukee, Wisconsin
Otra mujer, que utiliza el seudónimo de Becky Starr para proteger la privacidad de su familia, contó que las Hermanas Educadoras de Notre Dame se negaron siquiera a hablar con ella cuando les dijo que había sido abusada por la Hna. Mary Olivia Reindl.
En 1954 fue admitida en la congregación de las Hermanas Educadoras de Notre Dame de Prairie du Chien (Wisconsin) Starr, una niña apasionadamente religiosa de 13 años que solía levantarse temprano para cantar en misa todas las mañanas antes del desayuno. Sin embargo, al cabo de una década se sintió infeliz y comenzó una terapia con Reindl, una psicóloga, mientras discernía si la vida religiosa era adecuada para ella.
Según Starr, a veces durante las sesiones de terapia, Reindl metía las manos por las mangas del hábito de Starr y le masajeaba los hombros desnudos. Años más tarde, después de que Starr abandonara la congregación y regresara a la consulta de Reindl, esta empezó a quitarse la ropa de cintura para arriba durante las sesiones y a amamantar a Starr como a un bebé.
Starr asumió que se trataba de prácticas terapéuticas normales. "Sé que ahora suena raro, pero era una terapeuta y tenía mucho poder sobre mí", declaró en una entrevista.
En los años ochenta, cuando Starr se dio cuenta de que lo que Reindl le había hecho era abuso sexual, escribió a su antigua comunidad para pedirles que hicieran algo. En respuesta le dijeron que al abandonar la vida religiosa en 1964, había absuelto a la congregación de cualquier responsabilidad sobre ella.
La Provincia del Pacífico Central de las Hermanas Educadoras de Notre Dame, que incluye la antigua provincia de Milwaukee, indicó a GSR que no pudieron encontrar ningún informe de abusos o acusaciones de abusos en el expediente de Reindl y, por lo tanto, no podían confirmar esta afirmación.
Starr también escribió al entonces arzobispo de Milwaukee Rembert Weakland y a Pio Laghi, en ese momento nuncio papal en Estados Unidos. En una respuesta escrita con fecha de 10 de mayo de 1988, Weakland (que más tarde se descubrió que había pagado 450 000 dólares a un hombre para que guardara silencio sobre su romance) le explicó a Starr que le resultaba difícil ser comprensivo con ella cuando echaba "toda la culpa a una de las partes" sin asumir ninguna ella misma.
"Mi esperanza y mi oración están dirigidas a que te liberes de esta obsesión y llegues a conocer a un Dios amoroso, misericordioso y bondadoso", concluyó Weakland. En su respuesta, Laghi le indicó a Starr que debía dirigirse al arzobispo Weakland.
Respuesta de 1988 del arzobispo de Milwaukee Rembert Weakland a Becky Starr, en relación con sus acusaciones de abusos contra la Hna. Mary Olivia Reindl, de las Hermanas Escolares de Notre Dame. (Foto: cortesía., con el nombre real de Starr oculto por motivos de privacidad)
Starr escribió a la Junta Examinadora de Psicología del estado en 1985, que tras una investigación suspendió la licencia de Reindl durante un año en 1987, después de averiguar que había tenido "intimidades sexuales" con una paciente. Ese mismo año, Reindl dejó su puesto en el consejo provincial para convertirse en pastora a tiempo parcial en la pequeña ciudad de Mazomanie, Wisconsin.
Las Hermanas Educadoras de Notre Dame, una vez más, señalaron que no hay indicios en el expediente de Reindl de que fuera acusada de abusos y que no se mudó a Mazomanie a raíz de ninguna acusación, sino para estar más cerca de su familia biológica.
Reindl murió en 2012.
"La Provincia del Pacífico Central de las Hermanas Educadoras de Notre Dame no tolera ningún tipo de abuso y se toma en serio las acusaciones. A cualquier persona que experimente acoso, o que sepa de un posible acoso, se le anima encarecidamente a presentar una queja. [... ]Todas las denuncias serán investigadas con rapidez y a fondo, y se tomarán las medidas disciplinarias apropiadas", declararon en un comentario enviado por correo electrónico a GSR.
Marya Dantzer—Detroit, Michigan
La Hna. Mary Gael, de las Hermanas Dominicas de Adrian y acusada por Marya Dantzer de abusos, abandonó la vida religiosa en 1971, antes de que esta denunciara lo que le había sucedido. Pero eso no impidió que Dantzer intentara demandar a Mary Gael (que por entonces estaba casada y era conocida como Gael Biondo), a las Dominicas de Adrian y a la Arquidiócesis de Detroit en 1995.
Treinta años atrás, Dantzer era una hija única tímida y con un entorno familiar difícil; le contó a GSR que no se llevaba bien con su madre adoptiva y que su padre adoptivo, aunque era amable, se pasaba el día bebiendo. Contó que la Hna. Mary Gael, su profesora de inglés de primer año, le proporcionó la conexión que anhelaba. Mary Gael le enseñó poesía y lectura interpretativa.
También empezó a besar y a tocar a Dantzer de maneras sexuales que se fueron haciendo cada vez más invasivas, aunque Dantzer dice que solo hubo un caso de penetración sexual: en 1968, cuando Biondo, que desde entonces había sido trasladada a otro instituto, organizó una excursión a la Universidad de Michigan en la que Dantzer estudiaba inglés en primer año.
Cuando Dantzer interpuso la demanda, que fue una de las primeras contra una hermana católica, se vio envuelta en una serie de conversaciones con las Dominicas de Adrian que ella describió como escalofriantes. Al final la acción judicial le pareció demasiado cara y las leyes de prescripción de Michigan no la favorecían, por lo que Dantzer llegó a un acuerdo extrajudicial en 1996.
En una declaración a GSR, la Hna. Patricia Siemen, priora de las Dominicas de Adrian, dijo que a las hermanas les dolía el corazón por todos los que sufren abusos sexuales. "Estamos comprometidas a tomar todas las medidas posibles para prevenir tales abusos, investigar y denunciar las irregularidades, y actuar con justicia y compasión en todo momento", escribió.
Biondo falleció en mayo de 2020.
Cáit Finnegan—Queens, New York
Cáit Finnegan declaró a GSR que la Hna. Juanita Barto, de las Hermanas de la Misericordia y simpática profesora de español en el instituto diocesano Mater Christi* de Queens (Nueva York), abusó de ella con regularidad durante un período de cuatro años a partir de 1966, cuando era estudiante de segundo curso.
Todo empezó con pequeñas notas. Barto las dejaba en la taquilla de Finnegan invitándola a acudir a hablar en su clase. También le propuso a Finnegan ir a ver espectáculos de Broadway con ella. Cuanto más hablaban y desarrollaban una amistad 'especial', más confianza depositaba Finnegan en Barto y más la quería como a un miembro de su familia. Pronto Barto empezó a cerrar la puerta del aula durante sus conversaciones y a violar sexualmente a Finnegan.
Finnegan, que aspiraba a ser una hermana de la Misericordia y tenía un incipiente talento musical, afirmó que no entendía lo que le estaba pasando ("En mi familia católica irlandesa no existía el sexo", declaró), pero Barto le dijo que Dios era amor y que así era como la gente expresaba su amor.
Cáit Finnegan, a la derecha, y la Hna. Juanita Barto, hermana de la Misericordia, en la clase de Barto en el Instituto Diocesano Mater Christi de Queens, Nueva York. Finnegan sostiene que los abusos comenzaron cuando Barto le pidió que asistiera a reuniones especiales en su clase. (Foto: cortesía)
En 1970, Finnegan intentó ingresar en las Hermanas de la Misericordia, pero fue rechazada. Según ella, el director de vocaciones le explicó que el motivo era que sospechaban que mantenía una "relación inmoral" con Barto. Furiosa, Finnegan acusó a Barto de arruinarle la vida, y Barto nunca volvió a tocarla, declaró ella.
Al año siguiente, Finnegan fue aceptada en la comunidad, pero tenía la sensación de que las otras hermanas intentaban protegerla de Barto. Una vez en una casa de vacaciones Finnegan recuerda que una hermana mayor intercambió su velo negro por el velo blanco de novicia de Finnegan para que esta pudiera escapar a su habitación sin llamar la atención de Barto.
Al recordarlo de adulta, Finnegan dice que no está segura de si las hermanas sospechaban realmente de abusos sexuales o simplemente conocían la afición de Barto a desarrollar lo que ella llama "obsesiones" con otras personas.
En cualquier caso, a Finnegan no se le permitió hacer los votos al final de su noviciado y nunca supo por qué. Barto, sin embargo, continuó su carrera docente hasta 1988, tras lo cual trabajó como subdirectora en un hogar de Caridades Católicas en Long Island para personas con problemas de desarrollo.
No fue hasta la edad adulta cuando Finnegan comprendió que había sido víctima de pederastia, pero para entonces ya había prescrito en Nueva York. En 2003, las Hermanas de la Misericordia aceptaron pagar la terapia de Finnegan, pero denegaron sus peticiones de reunirse con Barto. En 2014, Barto murió sin que Finnegan tuviera nunca la oportunidad de enfrentarse a ella y (como ella deseaba) perdonarla.
Hace dos años Nueva York amplió el plazo de prescripción para la violación en segundo y tercer grado, así que Finnegan consideró la posibilidad de presentar una demanda, algo que nunca pensó que viviría lo suficiente como para poder hacerlo. Pero contó que en octubre de 2020, después de una llamada telefónica de mediación con la Hna. Patricia Vetrano (presidenta de la Comunidad del Atlántico Medio de las Hermanas de la Misericordia), decidió llegar a un acuerdo con las Hermanas de la Misericordia y la diócesis de Brooklyn.*
Las Hermanas de la Misericordia se negaron a comentar los detalles de las acusaciones de Finnegan, aunque Vetrano señaló en una declaración reciente a GSR que la congregación estaba "profundamente entristecida por las inquietantes acusaciones de abuso sexual por parte de uno de sus miembros fallecido hace 50 años" y que habían establecido políticas y procedimientos para ayudar a prevenir los abusos sexuales.
Finnegan afirmó que su objetivo siempre había sido la justicia reparadora, no la venganza, y se mostró optimista ante la posibilidad de que Vetrano cumpliera su palabra de colaborar con ella para mostrar a otras comunidades de religiosas cómo modelar el Evangelio en el trato con las víctimas. No basta con que sientan pena, afirmó Finnegan.
"Tienen que hacer algo al respecto", apuntó.
Vidas descarriladas
Anne Gleeson le explicó a GSR que cuando repasa su vida puede ver todos los daños causados por los abusos de Judy Fisher. Están las cosas tangibles, como las facturas médicas y de terapia, y luego las más impalpables, como las relaciones rotas y los sueños destruidos.
Para mantenerla aislada, contó Gleeson, Fisher le hizo abandonar a todos sus amigos.
"Simplemente le di la espalda a todo el mundo porque [ella] me convenció de que había algo increíble en mí: que era especial y muy madura en comparación con los demás", explicó Gleeson. "Teníamos algo. Era el amor de Dios y nadie más podía entenderlo", añadió.
Como artista, Gleeson había recibido una beca completa de cuatro años para asistir al programa de arte de la Universidad de Ávila, en Kansas City; había pasado meses en el sótano trabajando en su carpeta. Pero sus padres se negaron a dejarla marchar sospechando que Fisher, por entonces directora de una escuela de Colorado, intentaba alejarla de San Luis y de su protección. La joven tuvo que llamar a la oficina de admisiones y rechazar la beca. Gleeson estaba destrozada.
Y como Fisher confundió su abuso con Dios, destruyó todo el sistema de creencias espirituales de Gleeson, lo que hace que incluso ahora, casi 50 años después, Gleeson empiece a llorar tanto en una entrevista que apenas pueda hablar.
Una consecuencia habitual de los abusos sexuales relacionados con la Iglesia es la pérdida de la religión, afirmó Judi Goodman, terapeuta de Massachusetts especializada en traumas y que trata a pacientes que han sufrido abusos por parte del clero.
Goodman explicó que cuando el agresor es una autoridad religiosa, el abuso se mezcla con la creencia de la víctima de que la Iglesia es un lugar seguro o de que Dios la protegerá. Por ello, además de las respuestas psicológicas más comunes ante abuso sexual (depresión, disociación y trastorno de estrés postraumático), las personas abusadas por clérigos o religiosas también sufren lo que puede ser una crisis de fe que las aísla.
Marya Dantzer declaró que la violación emocional y espiritual que sufrió fue "mucho más horrible y dañina" que la violación sexual. Gleeson también describió lo que le ocurrió como una "violación espiritual".
De las cinco víctimas que hablaron con GSR, ninguna sigue identificándose con el catolicismo romano de su infancia. Y únicamente Dantzer, que se unió a una congregación unitaria universalista hace unos ocho años, y Finnegan, que es obispo de la Iglesia Cristiana Celta, siguen vinculados a alguna forma de religión organizada.
Theresa Camden afirmó que únicamente entra en un edificio eclesiástico si es para una boda o un funeral.
"Y eso supone una lucha porque la deshonestidad en la Iglesia es realmente espantosa. Es una vergüenza saber que la Iglesia ha protegido totalmente no solo a los sacerdotes, sino también a la Hna. Mary Finn de un modo extraordinario", declaró. Ella desprecia todo lo católico.
Varias de las mujeres contaron que siguen sufriendo en sus relaciones íntimas.
In 2018, Becky Starr published a fictionalized account of her abuse. (GSR screengrab)
Camden aseguró que le habría encantado casarse y formar una familia, pero que los abusos destruyeron su capacidad para confiar en la gente. Becky Starr, que sí se casó, señaló que no tiene interés en el sexo como consecuencia de los abusos, lo que ha causado problemas en su matrimonio de 53 años.
Finnegan sigue teniendo pesadillas con Juanita Barto. También contó que después de que naciera su hija tenía tanto miedo de que alguien le hiciera daño a su bebé que tuvo que dejar su trabajo. Tenía miedo de dejarla con alguien. Y no volvió a trabajar hasta que su hija fue a la universidad, haciéndolo solo con un perro de terapia a su lado.
Pero después de décadas de sentirse silenciadas, algunas víctimas aseguran que hoy en día por lo menos se sienten capacitadas para decir su verdad. En 2018, Starr publicó su novela A Statute With Limitations: Before #MeToo [Un estatuto con limitaciones: Antes del #MeToo], un relato ficticio de sus abusos. Finnegan ha estado relatando su viaje desde la ira hasta el perdón en un blog y en 2019 creó abusedbynuns.org para recopilar recursos para otras víctimas.
Asimismo, algunos miembros de la creciente lista de Mary Dispenza en la que recoge a víctimas de abusos cometidos por religiosas han iniciado una reunión virtual mensual. Los participantes afirman que esta reunión ha empezado a fomentar un sentimiento de solidaridad entre un grupo de personas que durante mucho tiempo se han sentido aisladas e ignoradas.
Finnegan, por ejemplo, se ha comprometido a contar al mundo lo que le ocurrió.
"Nunca volveré a callarme", afirmó.
Nota*: Este artículo se ha actualizado para corregir que la Hna. Juanita Barto enseñaba español en el instituto diocesano Mater Christi y para aclarar que Cáit Finnegan se estableció con las Hermanas de la Misericordia, así como con la diócesis de Brooklyn.
Nota adicional: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 22 de febrero de 2021.
