La Hna. Noemy Ayala, de las Carmelitas Misioneras de San José, visita a una familia el 12 de noviembre de 2025 en La Habana, Cuba. Aunque la misión de las hermanas se centra en los niños, también atienden a los ancianos, a quienes antes podían llevarles comidas, algo que ahora se ha vuelto más difícil debido a la escasez de alimentos y la alta inflación en la isla. (Foto: GSR/Rhina Guidos)
La Hna. Noemy Ayala, religiosa de las Misioneras Carmelitas de San José, admite que no siempre es fácil vivir la misión en Cuba. Cuando su orden llegó de El Salvador a La Habana en 2016, no se imaginaba que aquellos serían sus mejores días.
"Un día de la semana, o si podíamos más, visitábamos los hogares, a los ancianos, a las personas enfermas, y les llevábamos comida, algo de lo que teníamos. Después de un tiempo, no teníamos nada para llevarles. A veces, aunque sea llevábamos un caramelo. Y después ni eso; y una hermana me dice: 'Hermana, ¿y hoy qué les llevamos?'. Le dije: 'Su presencia, la presencia de Dios, que es lo más importante'. Y así fue, la hermana fue a su visita sin nada en sus manos", relató..
La grave escasez de alimentos en la isla este año, junto con los cortes de electricidad diarios que dificultan su conservación, llevó a Alena Douhan, relatora especial del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, a pedir en noviembre a Estados Unidos un levantamiento de las sanciones contra Cuba, al considerar que estas, junto con la inflación galopante, dificultan que la población, en especial los más pobres, pueda acceder a una nutrición adecuada.
Un informe de 2024 del Observatorio Cubano de Derechos Humanos estima que el 89 % de la población de la isla vive en condiciones de pobreza extrema.
Además de alimentos, alrededor del 69 % de los medicamentos necesarios en Cuba son inaccesibles, señaló Douhan en su informe, lo que ha provocado provoca un aumento de la tasa de mortalidad. Cuba también enfrenta a un brote de enfermedades —dengue y chikungunya— transmitidas por mosquitos, que han causado 33 muertes documentadas y decenas de miles de infecciones esta temporada, indicó la viceministra de Salud del país el 1 de diciembre.
Hna. Glendes Romero Miguel, de la Congregación de Marta y María, la mercedaria Hna. María Luz Ramírez y el obispo auxiliar Marcos Pirán, de la diócesis de Holguín, envuelven con cuidado huevos en papel de seda el 14 de noviembre de 2025, en Ciego de Ávila, Cuba. Las hermanas misioneras compraron los huevos antes de llegar a la parte oriental de la isla, donde los daños causados por el huracán Melissa a finales de octubre destruyeron los cultivos y dispararon los precios de los alimentos. (Foto: GSR/Rhina Guidos)
Esas son las realidades que enfrentan a diario religiosas como la Hna. Noemy Ayala y su compañera, la Hna. Alicia Alvarado, quienes se preocupan por lo que traerá la temporada navideña tras los daños generalizados en los cultivos causados por el huracán Melissa, que azotó la parte oriental de Cuba a finales de octubre y principios de noviembre, destruyendo gran parte de los escasos alimentos que se producen en la isla y contribuyendo a la aparición de enfermedades.
Aunque gran parte del ministerio de las hermanas se dirige al cuidado de los niños en edad preescolar, no pueden ignorar la población creciente de ancianos en la isla, concentrada en La Habana, donde ellas viven. El 12 de noviembre, de camino a casa, una mujer se les acercó para pedirles medicina y comida, pero ellas no tenían nada que ofrecerles.
"Uno quisiera ayudar a todas las personas que se le cruzan", dijo Alvarado. "Pero realmente, a veces nos quedamos solo con palabras y espiritualidad, porque económicamente o materialmente se nos agotan las cosas y uno se siente como impotente al no poderles ayudar", apuntó.
Sin embargo, la presencia de las hermanas y su voluntad de permanecer en la isla, a pesar de que la mayoría no son de allí, ha significado mucho para los cubanos, dijo el obispo auxiliar Marcos Pirán, de la diócesis de Holguín, en la parte oriente de la isla. Las religiosas, en particular, han logrado abrir el camino, incluso entre quienes no tienen creencias religiosas, porque son conocidas por cuidar a los cubanos de edad avanzada, por estar entre el pueblo y por escuchar sus dificultades cotidianas.
El obispo auxiliar Marcos Pirán, de la diócesis de Holguín, en una foto tomada el 17 de noviembre de 2025 en Holguín, Cuba. (Foto: GSR/Rhina Guidos)
Pirán, obispo delegado ante la Conferencia Cubana de Religiosos, dijo que la decisión de las hermanas misioneras de llevar allí una vida de servicio en medio de la escasez no ha pasado desapercibida, y ellas han traído consigo una riqueza de otro tipo.
"Es una maravilla, porque uno entra en contacto con personas de cinco continentes… es una riqueza [en un lugar tan pequeño]", dijo y agregó: "Yo nunca hubiera conocido gente de la India, Tanzania, de países europeos, de países latinoamericanos, como he conocido acá. Entonces, tiene una gran riqueza porque aportan su cultura, su camino religioso, su experiencia de fe".
Una de ellas es la Hna. Esther Njoka, de la Congregación Misionera de las Hermanas Evangelizadoras de María, de Kenia, quien se sintió feliz al aceptar la misión de ir a Cuba, no solo por obediencia, sino porque quería hacerlo.
"Fue un sueño", dijo.
Ha experimentado algunos desafíos —sin duda—, expresó, incluyendo aprender un nuevo idioma, pero también ejercer su ministerio entre una población que no está acostumbrada a ir a la iglesia.
Tras el triunfo de la Revolución en 1959, Cuba se declaró un Estado ateo, se apropió de propiedades de la Iglesia, cerró escuelas católicas y expulsó a religiosos, religiosas y a sacerdotes que no eran de la isla. Muchos católicos que se quedaron allí practicaron su fe en secreto y no podían ser miembros del Partido Comunista, que garantizaba mejores empleos o acceso a las mejores escuelas del país.
Aunque la relación entre la Iglesia católica y el Gobierno cubano mejoró tras la primera visita de un pontífice en 1998, el impacto de la Revolución, en particular en el catolicismo, ha sido duradero. Las parroquias luchan por atraer a nuevos miembros e incluso los cubanos bautizados no suelen ir a la iglesia, algo que le pareció extraño a Njoka, acostumbrada a la vida vibrante de las parroquias en su diócesis natal de Kitale.
"Los cristianos son pocos. Tienen fe, pero no van a la iglesia", dijo Njoka.
La Hna. Esther Njoka, miembro de la Congregación Misionera de las Hermanas Evangelizadoras de María en Kenia, habla sobre su misión el 15 de noviembre de 2025 en Puerto Padre, Cuba. Njoka afirmó que servir en la misión es un sueño, a pesar de algunos desafíos que surgen. (Foto: GSR/Rhina Guidos)
En cambio, el sincretismo, la mezcla de catolicismo con creencias espirituales africanas, ha proliferado en Cuba, algo visible en el Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, cerca de Santiago. Mientras que los católicos acuden al Cobre para venerar a la Virgen María como Nuestra Señora de la Caridad, otros la visitan con la creencia de que la virgen es una diosa llamada Oshún.
"Siempre está lleno", dijo Njoka.
Las diócesis cubanas cuentan con misioneras como Njoka para compartir el trabajo catequético de la Iglesia, así como atender a las comunidades rurales más pequeñas y de difícil acceso. Debido a la escasez de combustible en la isla, muchas hermanas se suben a autobuses abarrotados, caminan largas distancias o, a veces, toman lo que se llama un quitrín, un tipo de carruaje tirado por caballos, para ir de un pueblo a otro. Una hermana recuerda haber tenido que subirse a un camión que transportaba una pipa de combustible porque era la única forma de regresar a casa.
"Entendemos y aceptamos que es una realidad compleja, con una serie de carencias y dificultades", dijo Pirán. "En una carta a los superiores generales pedimos que cuando envíen [a misioneras], que no sea simplemente por obediencia, sino que sean personas que tengan una cierta estabilidad o madurez y tengan deseos de venir a Cuba", indicó.
A pesar de las complejidades, la mercedaria Hna. María Luz Ramírez se alegró al regresar a Cuba el 14 de noviembre, un lugar que dejó hace cuatro años tras ser llamada nuevamente a México.
"Sé que me esperan con los brazos abiertos, y quiero ver los frutos de esas semillitas de fe de hace cuatro años que vine", dijo.
Tres hermanas misioneras de la Congregación de Marta y María conversan el 14 de noviembre de 2025, mientras la gente llega a una iglesia en Santa Clara, Cuba, para recoger agua potable. Al igual que las hermanas procedentes de Guatemala, la mayoría de los miembros de la vida consagrada en la isla son extranjeros, indicó el obispo auxiliar Marcos Pirán, de la Diócesis de Holguín y presidente del Comité de Vida Religiosa de los Obispos Cubanos. (Foto: GSR/Rhina Guidos)
Preparándose ya para la escasez, la religiosa paró a comprar huevos en el camino de La Habana a Holguín, consciente de que el precio de los alimentos sería mucho más alto en el lugar a donde se dirigía debido a los daños causados por el huracán. Pero su amor por las comunidades cubanas supera cualquier preocupación material, afirmó.
"Volver me da mucha alegría. Vuelvo contenta al saber que nuevamente voy a colaborar en seguir construyendo el amor de Dios. Llego a los campos donde me están esperando. Sé que muchos de ellos están sedientos de la palabra Dios, y me alegra ver que cada día van creciendo y fomentando la fe", dijo.
Pero esta puede ser una temporada difícil, sobre todo porque el huracán se llevó lo poco que tenía la gente, dijo la Hna. Verónica Méndez Argueta, de la Congregación de Marta y María de Guatemala, quien presta servicio en Santa Clara.
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"Estábamos diciendo que la Navidad este año va a ser una Navidad muy difícil por todo lo que está pasando en el país. Hay muchas personas enfermas con el virus, muchas personas en cama, sin medicina", manifestó.
Algunos afectados por el huracán ni siquiera tienen una cama a la que volver.
Cuba no sale de una y ya entra en otra fase, dijo Méndez, pero a pesar de las dificultades, es un lugar que enseña a dirigir la atención a lo esencial.
"A veces no es necesario ayudar a las personas materialmente. A veces solo necesitan que les des palabras de esperanza", afirmó Méndez y agregó: "A veces te encuentras con personas que solo quieren contarte lo que sienten, lo que están viviendo... A veces lo mejor que puedes hacer es escuchar... yo realizó la misión con alegría, con amor, ayudando a las personas en lo que necesiten y en la medida que uno pueda ayudarles".
Nota: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 18 de diciembre de 2025.
