
Hna. María Ángel Díaz Ledesma en el vestíbulo de la Casa Santa Brígida de La Habana, Cuba. Al fondo, un retrato de santa María Isabel Hesselblad, fundadora de la Orden del Santísimo Salvador de Santa Brígida. (Foto: Joanna Kozakiewicz)
La Hna. María Ángel Díaz Ledesma es miembro de la Orden del Santísimo Salvador de Santa Brígida en Cuba, fundada por santa Brígida de Svezia en 1369 y refundada por santa María Isabel Hesselblad en 1911.
En La Habana Vieja, cerca de la plaza de San Francisco de Asís, Díaz Ledesma colabora en la gestión de un albergue para turistas llamado Casa Santa Brígida. Como las hermanas se mantienen de forma autónoma, dependen de los turistas para financiar su apostolado de atención a pobres y enfermos. Las obras ecuménicas, espirituales y misioneras de la orden van de la mano con la adoración diaria del Santísimo Sacramento y el ministerio de la hospitalidad.
La situación en Cuba es difícil debido a la escasez de alimentos y medicamentos, incluso para quienes tienen mejores ingresos. Cuba tiene problemas de liquidez, cadenas de suministro y distribución, lo que obliga a los cubanos a hacer sus compras en el mercado negro. Desde la pandemia de COVID-19, la isla se ha visto especialmente afectada, ya que el comercio internacional se resintió, los salarios cayeron y los servicios públicos se deterioraron.
Las hermanas agradecen las donaciones de alimentos de los lugareños para redistribuirlos en la periferia entre los necesitados. Cuando los turistas se alojan en su albergue, las hermanas lo agradecen porque saben que pueden ayudar a más necesitados.
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Las calles de La Habana, llenas de bellos coches antiguos, contrastan duramente con la pobreza. Desde la década de 1990, los cubanos no pueden permitirse cubrir sus necesidades y se desaconseja hablar con la prensa internacional. Entre 2022 y 2023, más de un millón de personas abandonaron la isla.
Díaz Ledesma accedió a hablar con Global Sisters Report.
GSR: ¿Puede presentarse a sí misma y a su ministerio?
Díaz Ledesma: Mi nombre es María Ángel [Díaz Ledesma] y soy religiosa de la Orden del Santísimo Salvador de Santa Brígida. Llevo 16 años como religiosa sirviendo en esta congregación. El carisma del ecumenismo y la unidad de los cristianos es nuestro apostolado; es la base de nuestro trabajo.
Nuestro apostolado se centra en cuidar a los enfermos y preparar comida para la gente pobre y hambrienta de La Habana. Además, también impartimos clases de catecismo a los niños.

Hermanas brigidinas, en su cocina de la Casa Santa Brígida de La Habana, Cuba, preparan comida para ofrecer a los necesitados. (Foto: cortesía María Ángel Díaz Ledesma)
¿Distribuyen alimentos en la misma calle u ofrecen comida en el convento?
Normalmente, los jueves por la tarde, un dúo diferente de hermanas sale a las calles de La Habana y visita a los enfermos y ancianos [que están] solos y abandonados. Primero les ofrecemos nuestra presencia y nuestras oraciones. Luego vemos cuáles son sus necesidades individuales [en cuanto a comida o medicamentos]. Es una forma de estar en contacto con la realidad y tocar a Dios en la piel de esas personas vulnerables.
Después del COVID-19, la situación se ha vuelto más difícil para obtener alimentos. Pero con nuestro trabajo y nuestros sacrificios, todo lo que podemos reunir se lo ofrecemos a un grupo de pobres que viven en la calle.
¿Visitan a personas concretas?
Sí, las personas que visitamos son personas concretas porque hacemos un seguimiento de ellas y de sus condiciones. Nuestro objetivo es ofrecerles un mensaje de esperanza. Cuando les ofrecemos algo de comida, también intentamos ofrecerles apoyo espiritual. Rezamos con ellos y les ofrecemos nuestra presencia.
Si no, llevamos a los pobres a casa para servirles comida cuando llaman a nuestra puerta, [en donde] les ofrecemos lo que tenemos. También revisamos la periferia y los lugares donde no hay mucha ayuda, y si tenemos un donativo, vamos a una familia concreta para ayudarla.
Los jueves los dedicamos a nuestro ministerio. Por eso, por la mañana, nos preparamos con la misa y nuestro programa del día. Por la tarde visitamos las casas de nuestra gente local. Buscamos medicinas, comida y ropa que puedan necesitar, especialmente para los abandonados y descartados por la sociedad.

Una de las hermanas brigidinas de La Habana, Cuba, visita a una anciana que vive sola. (Foto: cortesía María Ángel Díaz Ledesma)
A veces no tenemos el medicamento de inmediato, así que preguntamos a nuestro alrededor para ver si podemos satisfacer sus necesidades.
¿Cuáles son las necesidades más importantes en La Habana?
Alimentos, medicinas y material quirúrgico son las mayores necesidades. En segundo lugar están la ropa y el calzado.
¿Cómo se distribuyen los alimentos si el suministro es limitado en Cuba?
Cuando una persona cubana viene y dona su parte, podemos utilizarla para ayudar a los demás. Además, con nuestro trabajo en el hotel, todo el dinero que tenemos lo utilizamos para ayudar a los demás.
Somos autónomas y no dependemos de nadie, así que cuando los turistas vienen aquí y dejan dinero, podemos utilizarlo para apoyar a la comunidad.
¿Quiere decir que utilizan el dinero del hotel para ayudar?
Nuestro servicio de hotel es parte de nuestro apostolado. Los ingresos que recibimos del hotel se utilizan para mantener todo el edificio, hacer renovaciones, utilizar la electricidad, mantener las habitaciones, y el resto es para nuestro apostolado.
¿En qué zona o zonas prestan sus servicios?
Nuestra vida es de semiclausura, por lo que atendemos la zona más cercana a nuestro convento, y a través de algunos sacerdotes conocidos y personas que colaboran con la comunidad enviamos ayuda a las zonas periféricas de La Habana y otras partes del país.

Una indigente se sienta a pocos metros de la Casa Santa Brígida en La Habana, Cuba. (Foto: Joanna Kozakiewicz)
Los días que no son jueves vamos más allá de nuestra periferia, como al hospital o a otra ciudad. Llevamos ropa y zapatos a zonas más alejadas de La Habana, donde no reciben mucha ayuda.
¿A cuántas personas ayudan?
Muchas veces no tenemos los medicamentos que la gente nos pide. Sin embargo, todos los días llaman a nuestras puertas muchas personas en busca de recursos, y tenemos un grupo de unas 10 familias pobres a las que ayudamos cada semana para cubrir sus necesidades urgentes.
Me gustaría aclarar que nuestro apostolado es servir a la Iglesia con nuestras oraciones y sacrificios para la restauración de la unidad de los cristianos. [Pero] no vivimos ajenas a las necesidades de la gente, y nos involucramos en estas actividades como fuente y puente en las necesidades que podemos cubrir para las familias afectadas.
¿Cuándo comenzó este ministerio?
Estamos presentes en Cuba desde el 8 de marzo de 2003. Cuando empezamos teníamos más posibilidades, la economía era mejor y podíamos ayudar con más facilidad. En 2019 teníamos un grupo de 30-40 personas que venían aquí a comer semanalmente.

Hna. María Ángel Díaz Ledesma recibe a los invitados en la recepción de la Casa Santa Brígida. (Foto: Joanna Kozakiewicz)
¿En qué tipo de actividades se invita a participar a sus huéspedes cuando se alojan en Casa Santa Brígida? ¿Y por qué los turistas deberían alojarse en Casa Santa Brígida?
Los huéspedes que visitan nuestro convento vienen para una estancia corta, pero se les invita a participar en la celebración de la misa diaria, y cuando hay servicio de comida para los 'abuelos', se les invita a dialogar con ellos.
Trabajamos responsablemente por la seguridad de nuestros huéspedes. Les proporcionamos un alojamiento higiénico, organizado y hospitalario. Por último, les ofrecemos buen ambiente y silencio.
¿En qué se diferencian sus esfuerzos de los de otras congregaciones de la zona?
Hay más de 80 congregaciones en todo el país. La diferencia entre nosotras y otras congregaciones es que otras congregaciones están activas de la mañana a la tarde, mientras que nosotras somos de semiclausura.
Más en privado, la gente nos conoce, y nuestro alcance se basa en la información que recibimos de nuestros vecinos para orientarnos.

Antes del COVID-19, las hermanas podían servir comida a muchos ancianos. (Foto: cortesía María Ángel Díaz Ledesma)
A veces, la gente simplemente llama a nuestra puerta y nos avisa que una persona está en el hospital o es pobre y necesita ayuda. Entonces visitamos y atendemos a esa persona o familia.
Estas personas se sorprenden al recibir una ayuda que no esperaban. Creo que es muy fructífero para ellos recibirnos. Es una bendición para la gente que ya no tiene esperanza en un momento difícil de su vida. A menudo oímos decir a la gente que están muy agradecidos de que en un momento de desesperación alguien viniera a ayudarles.
¿En qué otras causas participan?
También tenemos niños a los que catequizar. Algunos niños de la calle tienen problemas con sus familias, así que les abrimos nuestras puertas, les catequizamos y les educamos sobre cómo comportarse correctamente. También les preparamos bocadillos.
¿Puede concluir con una historia conmovedora que hable de esperanza?
Un día fui a visitar a una familia necesitada y cuando llegué no había nadie en casa. No quise volver al convento sin ayudar a alguien, y mientras caminaba por otra calle me encontré con una señora de 87 años y ciega. Había salido a buscar comida, pero no encontró lo que buscaba y no tenía dinero suficiente para comprar lo que necesitaba.
Mientras caminábamos juntas para acercarla a su casa, le pregunté si aceptaría la pequeña ayuda que quería ofrecerle. Aceptó, y cuando se dio cuenta de que la bolsa contenía exactamente lo que buscaba, exclamó: "Dios envía a sus ángeles a las calles, y hoy he encontrado uno. La esperanza no defrauda. Tenía fe en que tendría un vaso de leche antes de que acabara el día".
Fue un momento de profunda enseñanza para mí oírla decirme que Dios envía a sus ángeles a las calles. Mi misión aquel día era otra, y sin embargo yo era la esperanza de otra persona necesitada.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 8 de octubre de 2024.