Hermanas de cuatro congregaciones trabajan juntas —a través de la Casa de Discernimiento en Pittsburgh, EE. UU.— para ayudar a mujeres que deciden su proyecto de vida; las religiosas también consiguen así una forma única de comunidad intencional para ellas mismas. "Trabajar con personas con vocación tiene que ser un proceso evolutivo. (...) Las nuevas generaciones que se interesan buscan cosas diferentes. Hay que ser flexible para adaptarse a esos cambios", afirma una de ellas.