
Las panelistas de La Vida de agosto respondieron a esta pregunta: Si tuvieras que elegir una sola palabra que describa mejor tu relación actual con Dios, ¿cuál sería y por qué? (Foto: Pixabay/Gerd Altmann)

A lo largo de nuestras vidas nuestra relación con Dios está en constante evolución, moldeada por las alegrías y dificultades de la vida, así como por momentos de claridad y dudas; es a la vez profundamente personal y universalmente humana, y nos invita a cada una a un encuentro y descubrimiento constantes.
Este mes, nuestras panelistas de La Vida reflexionan sobre su relación actual con Dios respondiendo a la siguiente pregunta: Si tuvieras que elegir una sola palabra que describa mejor tu relación actual con Dios, ¿cuál sería y por qué?
La Vida, testimonios de la vida consagrada
Amaya Hernández es originaria de Madrid, España, y forma parte de la Orden de San Agustín desde el año 1988, sirviendo en diversas comunidades en su país natal y también en Perú y EE. UU., donde reside actualmente. Durante algún tiempo, en su comunidad en España, estuvo dedicada a la acogida de peregrinos en el Camino de Santiago y a realizar actividades artísticas como pintar y trabajar la madera.
Puedo definir mi actual relación con Dios con la palabra 'pertenencia'.
He pasado por diferentes etapas en la vida, desde la inconsciencia y lejanía con respecto a Él, hasta llegar a la viva conciencia y firme determinación de caminar por la existencia sabiendo que mi origen y mi destino son uno solo: Dios mismo.
Sería más completo definir esta relación con un doble movimiento: de Él hacia mí y de mí hacia Él; la pertenencia a Aquel que es mi origen y mi destino y la permanencia del corazón que ha dicho sí al amor de Dios en la vida.
En el presente siento que el camino recorrido no es suficiente. No se decide todo en un día, sino paso a paso. Esta relación me impulsa a decir 'sí' en cada instante para hacer realidad la llamada concreta que me regala y de la que Él no se retira, sino que me ofrece siempre nuevos retos.
El estado que prevalece en mi camino es la pertenencia: mi vida pertenece a Dios porque Él me ha creado. Y toda mi vida gira en torno a esa verdad. Así empiezo mi oración siempre: "Soy tuya". La vida y la vocación que he recibido son fruto de este amor, y yo elijo cada día permanecer, en el misterio profundo de mi libertad, como respuesta a su amor.

(Foto: Pixabay/Gerd Altmann)
Él permanece en mí por su promesa, por el amor que me precede, me sostiene y me lleva. Yo permanezco en Él cuando vuelvo la mirada y el corazón hacia Él. Y, en medio de fragilidades personales, de incertidumbres y de dificultades, mi vida revela su fidelidad.
Vivo en la pertenencia cuando abro de par en par la puerta a la gracia y dejo que la Trinidad tome posesión de mí, enseñándome a cuidar del otro, a entregarme hasta dar la vida y a descubrir la fuerza del amor.
Esta permanencia, como respuesta a la gracia, no deja de ser un nuevo reto cada día. Muchas veces es quebradiza y necesito escuchar una y otra vez las palabras de Jesús escritas en el Evangelio de San Juan: "Sin mí, nada podéis hacer".
Triste o alegre, con dificultades o sin ellas, en medio del dolor que tantos acontecimientos puedan traer, permanecer me hace decir sí, dar gracias y entregar todo por Él, incluso en lo pequeño e insignificante. Se traduce en fidelidad, aceptando caídas, límites y pecados, la fragilidad propia y la de los demás. Me lleva a perdonar y acoger al que es diferente, a comprender defectos y errores. Es volver a empezar, aunque esté cansada, aunque me golpee la desesperanza o el sentimiento de fracaso. Es creer, aunque vea desfigurado el ideal que quiero vivir.
"Vivo en la pertenencia cuando abro de par en par la puerta a la gracia y dejo que la Trinidad tome posesión de mí, enseñándome a cuidar del otro, a entregarme hasta dar la vida y a descubrir la fuerza del amor": Hna. Amay Hernández
Carolina Lizárraga nació en Tucumán, Argentina, y es miembro de las Misioneras Siervas del Espíritu Santo (SSpS). Realizó su noviciado en Paraguay, donde profesó sus primeros votos. Durante su etapa de juniorado se formó como docente en Ciencias Sagradas. Después de un periodo de preparación en México, emitió sus votos perpetuos en Argentina. Actualmente ha sido enviada en misión a Mozambique, África. Le apasiona la lectura, el mate, el silencio, la música y el encuentro con los demás.
La palabra que mejor describe mi relación actual con Dios es 'encuentro'. En este tiempo he contemplado y meditado sobre el encuentro de Abraham con los tres hombres que pasan por su tienda. Con Dios me siento de la misma manera: Él pasa por mi tienda, que es mi realidad actual, llena de cambios internos y externos. Nos estamos mudando de residencia.
En varias oportunidades me he sentido cansada, no solo físicamente, sino también emocional y espiritualmente. Me he visto suplicándole que no pase de largo sin entrar a descansar en el lugar que es mío, para que yo, a la vez, pueda descansar en y con Él. Necesito claridad de que todo lo que está aconteciendo en mí en este último tiempo tiene promesa de bendiciones.

(Foto: Pixabay/Francisco Leão)
Hay encuentros vacíos, que más que llevarnos a la alegría compartida, nos conducen a una soledad con sabor a amargura y muchas veces hasta la culpa. Pero también hay encuentros que son fructíferos, eficaces, con luces que tienen sabor a esperanza.
El encuentro ocurre siempre de a dos. Considero que la reciprocidad, la apertura, la acogida, el respeto y la libertad deben ser los valores que guíen un encuentro que deje sabor a vida. Así como ocurrió con Abraham y los tres hombres. Así es como me encuentro con Dios hoy: encontrándolo en la Eucaristía, en el trabajo, en el cansancio, en el descanso, en la comunidad, en quienes me acompañan en mi camino de seguimiento a Jesús, y en las personas con las que me cruzo y a quienes puedo mirar a los ojos para saludar o simplemente sonreír.
"La reciprocidad, la apertura, la acogida, el respeto y la libertad deben ser los valores que guíen un encuentro que deje sabor a vida": Hna. Carolina Lizárraga
Carolina Rivera, originaria de Honduras y la menor de 13 hermanos, es miembro de las Hermanas Misioneras de Marilam (María de las Américas), fundada en 1985 por monseñor Marcelo Gérin en la diócesis de Choluteca. Su apostolado se centra en la actividad y animación misionera que impulsan la conciencia del compromiso misional del pueblo de Dios. Actualmente lidera la animación vocacional y es miembro activo en la comunicación digital en su congregación. Inquieta y creativa, le apasionan el reciclaje, la escritura, la creación de contenido digital y la repostería, así como la cocina en general.
En el recorrido del ser humano, la experiencia de Dios no siempre se manifiesta en momentos de alegría o en un clima de búsqueda constante.
Mi relación con Dios en estos momentos es como una herida que empieza a cerrarse. Durante mucho tiempo he llevado miedos, angustias, desolación, desesperanza, temores y mucho silencio provocados por experiencias fuertes en mi vida en las que no había querido o podido profundizar. Pero Dios, con su misericordia, ha irrumpido suavemente en mi camino.
Este recorrido no me ha sido fácil, pero la mano de Dios ha estado siempre a mi lado. La sanación interior se parece al proceso de maduración de un fruto: de inicio duro y amargo, así ha sido este proceso, un camino que me ha permitido entrar, sin prisa pero sin pausa, hasta encontrar la luz que ilumina mi interior.
El día que me atreví a entrar en mi espacio sagrado comenzó mi transformación. Puedo decir que fue muy doloroso pero liberador, porque reconocí y acepté mis heridas.
En este camino no se avanza en soledad; Dios también obra maravillas a través de personas que te ayudan a comenzar a vivir desde la libertad, sin repetir los mismos patrones ni encerrarse en un pasado. Sanar también es convertir la herida en testimonio.

(Foto: Pixabay/Mohamed Hassan)
Fui comprendiendo que solo Dios podía transformar lo que estaba adormecido y lo que yo no sabía cómo sanar. Un espacio esencial ha sido la oración, en ella encontré confianza y descanso, sentía como Dios me consolaba diciéndome: "Hija no temas, yo estoy contigo". Esas palabras siguen resonando en mi corazón, haciendo de mí una persona diferente.
Sanar es volver a vivir desde el corazón. Y mi corazón, aunque herido, se abre a la voluntad de Dios, reconociendo que dentro de mí hay un manantial que explorar. Jesús con amor eterno tocó muchos corazones haciendo maravillas en aquellos que se dejaron moldear y transformar por Él. Es el caso del joven rico: se fue triste porque no quiso abrirse a la acción inmediata de Jesús. Pero Mateo, Zaqueo, la samaritana y tantos otros encontraron una nueva vida cuando permitieron que Jesús habitara en ellos.
A través de mi historia Dios me ha acompañado en mis luchas y debilidades con su mirada tierna, cercana y compasiva. No se ha alejado nunca, sino que se ha acercado cada vez más hasta lograr entrar en lo más íntimo de mi ser: "Como el barro en manos del alfarero, así me sigue moldeando Dios en este camino de sanación".
"Sanar es volver a vivir desde el corazón. Y mi corazón, aunque herido, se abre a la voluntad de Dios, reconociendo que dentro de mí hay un manantial que explorar": Hna. Carolina Rivera
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Rosa María del Valle, religiosa de la Compañía de Santa Teresa de Jesús, nació en España y ha vivido en América durante 20 años. Ha residido en Uruguay, Ecuador y Cuba, y actualmente vive en Asunción, Paraguay. A lo largo de su misión ha trabajado en comunidades sencillas, acompañando catecumenados de adultos y jóvenes. En Cuba, integró el equipo del Sínodo en La Habana y colaboró con artículos reflexivos para Vida Cristiana sobre la vida cotidiana y de la Iglesia a la luz de la Palabra. También ha acompañado ejercicios espirituales y apoyado a religiosos jóvenes.
'Recreación'. En este momento de mi vida siento que esta es la palabra que define mi relación con el Señor.
Dios es el "totalmente Otro" (Karl Barth), nunca terminamos de conocerle; se me va revelando de forma nueva. Mi oración va cambiando y la relación con Él se va recreando constantemente, en la permanencia de su 'amor', por quien, con quien y en quien vivo.
Esa relación también me va recreando a mí, me va transformando, convirtiéndome en una mujer nueva. Últimamente hay muchas mariposas en el entorno y, al contemplarlas, me siento identificada. Es un nuevo momento de mi vida. Por eso, me identifico con la figura de Nicodemo, el horizonte inspirador de la CLAR. Llega de la mano de las 'Mujeres del Alba'. Salen en la madrugada, con ternura y coraje, con osada confianza. Y se convierten en testigos del Resucitado, de la 'vida'. Nicodemo tendrá que nacer de nuevo, recrearse, tras atravesar la noche. Y luego no eludirá la muerte; volverá junto al cuerpo muerto de Jesús, junto a tantas otras muertes que no tienen la última palabra.
Esta recreación de la relación con el Señor se da también en un contexto nuevo. En Cuba, con las 'Mujeres del Alba', decíamos como Conferencia Cubana de Religiosos y Religiosas: "No dejemos que nos roben la esperanza".

(Foto: Pixabay/Richard Mcall)
En Paraguay, como Conferencia de Religiosos y Religiosas de Paraguay hemos caminado y cantado en este año jubilar: "Llama viva para mi esperanza, que este canto llegue hasta ti…”.
En la peregrinación que hicimos en la Semana de la Vida Religiosa se nos invitó a escribir carteles con situaciones de dolor e injusticia. En un momento del camino, la policía detuvo a uno de los religiosos por el cartel que llevaba. Tuvo que dejarlo y nos indignamos. Continuamos el recorrido pasando por el palacio legislativo. Recordé la mordaza de Cuba; aquí, a pesar de lo ocurrido, hay libertad de expresión y puedo hablar sin miedo a que me echen de la isla. Alzamos bien alto nuestros carteles, nuestros corazones y nuestras vidas implicadas con la realidad, con nuestros pueblos que siguen muriendo. Rezamos y cantamos con más fuerza. Mi mariposa interior, en su fragilidad, volaba más libre. Me recreo en la relación con el Señor, en constante cambio, en esta mujer nueva, en este contexto y país nuevo.
Ahora vuelvo de una misión en el chaco paraguayo, donde en medio de esa tierra reseca renacen rostros de mujeres luchadoras, llenas de vida: indígenas yshir y latinas (como nos llaman). Una vez más me vienen a la mente las palabras de Pablo: "La creación gime con dolores de parto". Seguimos aguardando esa manifestación gozosa con esperanza. Con las primicias del Espíritu ya presentes.
Somos recreadas en medio de esta creación que el Señor ama, y sigue cuidando cariñosa y providentemente.
"Dios (...) se me va revelando de forma nueva. Mi oración va cambiando y la relación con Él se va recreando constantemente, en la permanencia de su 'amor', por quien, con quien y en quien vivo": Hna. Rosa del Valle