Desandamos caminos inciertos vislumbrando horizontes esperanzadores

Leo, uno de los jóvenes, sirve la merienda a las puertas de la parroquia de la Virgen de la Asunción durante el tiempo de pandemia. (Foto: cortesía  María A. Leguizamón)

Leo, uno de los jóvenes, sirve la merienda a las puertas de la parroquia de la Virgen de la Asunción durante el tiempo de pandemia. (Foto: cortesía  María A. Leguizamón)
 

por María Alejandra Leguizamón Schija

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Formo parte de una comunidad eclesial llamada Virgen de la Asunción, ubicada dentro de un barrio del cono urbano bonaerense, en la zona oeste del Gran Buenos Aires. Durante los años de pandemia estuve compartiendo mi vida comunitaria brindando servicios básicos de atención en alimentación a través de un merendero. 

Después de un tiempo de muchas restricciones por el cuidado de la salud, se organizó un retiro espiritual y una de las cosas que más me llamó la atención fue que del grupo asistente de 30 personas, 24 eran jóvenes de entre 14 y 25 años. Veinte varones y 4 mujeres formaban parte de las casas comunitarias. 

La fe crece en la medida en que ponemos en juego nuestras capacidades en la la vida comunitaria. (Foto: Unsplash)

La fe crece en la medida en que ponemos en juego nuestras capacidades en la la vida comunitaria. (Foto: Unsplash)

Hicimos un proceso, el camino del Adviento a la Navidad, en el que como acompañantes estuvimos 6 personas adultas: Rodrigo, el párroco; Susana, encargada de la merienda; Roberto, un laico que participa en la pastoral desde hace mucho tiempo; Natalia, coordinadora de las Casas Comunitarias y nosotras, dos hermanas.

A los participantes se les invitó a emprender un camino de contemplación, aprovechando el parque de la casa de retiro. El ejercicio resultó muy bueno, pues todos respondieron, fueron muy respetuosos en seguir las consignas y muy creativos en sus respuestas. 

Desde que se declaró la cuarentena, se reorganizaron todas las actividades.  Algunas se suspendieron, pero las que no se podían dejar de brindar eran la merienda para los niños y niñas y la entrega de la mercadería que se hace cada 15 días para las familias más vulneradas. Por esa razón, se preguntó quién podría ofrecer este servicio y respondió positivamente un grupo de jóvenes dispuestos a cuidar a las personas más necesitadas de la comunidad.

Los y las jóvenes que están prestando este servicio cursan los primeros años de las carreras de Enfermería, Locución, Educación Física y Educación —para ser maestros de primaria o nivel inicial—, mientras que otros terminan la secundaria para adultos.

Servimos la merienda junto a los jóvenes de la parroquia de la Virgen de la Asunción durante el tiempo de pandemia. (Foto: cortesía Natalia Lazarte)

Servimos la merienda junto a los jóvenes de la parroquia de la Virgen de la Asunción durante el tiempo de pandemia. (Foto: cortesía Natalia Lazarte) 
 

Cada tarde es un momento donde la conversación sobre lo que cada uno va viviendo se convierte en un encuentro de Jesús con sus amigos y amigas.  Ellos y ellas son ese rostro cálido y a la vez preocupado, porque el sufrimiento de las familias es un dolor que transita por todo el cuerpo comunitario y devuelve una pregunta: ¿Qué podemos hacer para que la ayuda llegue realmente a quien más la necesite?

En este tiempo de pospandemia estamos aprendiendo a levantarnos y a vivir la Resurrección de Jesús, lo que pone a prueba nuestra capacidad de creer en los cambios. Los jóvenes tienen la fe, que día a día renuevan a través del servicio. Ellos creen que la vida es un regalo, por eso la cuidan. Los jóvenes descubren que en el espacio comunitario se gestan las relaciones que les permiten crecer y creer que cada día es un llamado de Jesús a agrandar el corazón.

"Los jóvenes tienen la fe, que día a día renuevan a través del servicio": Hna. María Alejandra Leguizamón Schija. #HDSNJ #HermanasCatólicas #GSRenespañol #VidaComunitaria

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Fiestas patronales en la parroquia del barrio Carlos Gardel, diócesis de Morón, Buenos Aires, Argentina. (Foto: cortesía de María A. Leguizamón)

Fiestas patronales en la parroquia del barrio Carlos Gardel, diócesis de Morón, Buenos Aires, Argentina. (Foto: cortesía de María A. Leguizamón)

El seguimiento a Jesús, como mujer amante y creyente en el amor de misericordia, lo he reconocido al partir el pan del servicio entre los chicos y chicas del barrio.

La pandemia nos enseñó muchas cosas; nos plantó y nos ayudó a distinguir los valores que se viven en la comunidad. Desde la parroquia, la atención a las familias vulneradas por esta situación continuará, por intermedio del Estado y de las donaciones de personas particulares. En el barrio se prepararon alrededor de ocho comidas masivas, las llamadas ollas populares, y verdaderamente mucha gente cubrió sus necesidades de alimento a lo largo de varias semanas.

La experiencia de comunidad de fe y servicio en este momento se puede considerar un eslabón para la construcción de vínculos fraternos y sororales que fortalecerán cualquier otra acción de futuro.

Los jóvenes descubren que en el espacio comunitario se gestan las relaciones que les permiten crecer. (Foto: Freepik)

Los jóvenes descubren que en el espacio comunitario se gestan las relaciones que les permiten crecer. (Foto: Freepik)

En la Evangelii Gaudium (EG 9), el papa Francisco nos anima a no perder el entusiasmo en la vida comunitaria: “El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás. Comunicándolo, el bien se arraiga y se desarrolla”. 

En la vida de una comunidad eclesial, como en todo proceso de grupo humano, existe una motivación para recrearse. La fe crece en la medida en que ponemos en juego nuestras capacidades y al mismo tiempo nos ayuda a crecer y descubrir otras tantas que nos enriquecen y nos hacen personas plenas. El camino de fe en la Trinidad de amor que nos anunció Jesús se ha hecho evidente en el compromiso creciente de los jóvenes.