
El papa Francisco saluda a reclusas en la cárcel de mujeres de San Joaquín, en Santiago de Chile, el martes 16 de enero de 2018. (Foto: AP/Alessandra Tarantino)
Ojalá pudiera expresar con toda claridad lo que me impacta del papa Francisco. Una de las cosas que más me conmueve es su mirada: una mirada de fe que ve a la persona.
Recuerdo el día en que salió del hospital Gemelli, la última vez, y vio entre la multitud a una mujer sencilla que sostenía unas flores amarillas. No sabemos su nombre ni su historia. Pero en medio de toda la multitud, Francisco tuvo la capacidad de ver el gesto de amor de esa mujer sencilla del pueblo, que solo quería desearle vida. Las flores amarillas, signo de resurrección, me recordaron otra ocasión en la que su mirada también tocó mi vida.
En 2018 yo estaba en Chile trabajando junto a la hermana Nelly León Correa, hermana del Divino Pastor y capellana del Centro Penitenciario Femenino en San Joaquín en Santiago de Chile; acompañábamos a mujeres privadas de libertad cuando se anunció que Francisco visitaría el reclusorio. Fueron meses de preparación, de gestos simples y significativos. Recuerdo especialmente cómo, durante la visita, se acercó a cada una de las mujeres embarazadas afuera de la capilla del centro, tomando a los bebés de algunas mujeres privadas de libertad en sus brazos, sonriendo con una ternura inmensa. Incluso Michelle Bachelet, la presidenta del país, estaba allí, pero la atención de nuestro hermano Francisco estaba en ellas: las mujeres privadas de libertad.
Yo participé en el coro. Les pedimos a las mujeres que escribieran lo que querían decirle al papa, y con esas palabras construimos una canción: Pastor con olor a oveja. Durante la visita, la hermana Nelly se acercó a Francisco, le explicó el sentido del canto y le entregó una copia de la letra. No olvidaré nunca su gesto: conmovido con el canto de estas mujeres, con su grito de libertad, no entregó el papel a los asistentes que venían con él. Lo dobló cuidadosamente en cuatro y lo guardó en el bolsillo de su pantalón, como quien guarda algo que necesita tener cerca. Ese gesto sencillo significó mucho: el papa había recibido y acogido el amor de estas mujeres.
"Lo que Francisco les dijo aquel día sigue resonando en mí: 'Ser privado de la libertad no es lo mismo que el estar privado de la dignidad. La dignidad no se toca a nadie; se cuida, se custodia, se acaricia'": Hna. María López Munguía
Lo que Francisco les dijo aquel día sigue resonando en mí: "Ser privado de la libertad no es lo mismo que el estar privado de la dignidad; no, no es lo mismo. La dignidad no se toca a nadie; se cuida, se custodia, se acaricia. Nadie puede ser privado de la dignidad".
Esa reafirmación de su dignidad, dirigida a mujeres tan destrozadas por la vida, me renueva la fe en la resurrección, en la vida nueva que Jesús nos ofrece.
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La mirada del papa hacia aquella mujer de las flores amarillas, su escucha atenta a las palabras de las mujeres encarceladas, y su voz fuerte al recordar que la dignidad permanece intacta, todo se resume en una misma mirada: una que ve a cada persona por lo que es y. Francisco nos miró a cada uno desde nuestra realidad, y nos amó.
Hubo otro momento que marcó mi corazón: cuando Francisco visitó el norte de Chile y fue confrontado por periodistas sobre los casos de abusos dentro de la Iglesia. Francisco no esquivó el dolor. Se dejó confrontar, miró con ternura a las víctimas y, poco después, pidió reunirse con ellas en privado. Una de esas víctimas es amiga mía, una mujer laica. Aquella actitud sanó algo profundo en la Iglesia chilena. Sentirse mirados, miradas, fue importante... hizo la diferencia.
Todo esto, para mí, es Francisco: una mirada que no evade, una presencia que restaura, un corazón que sabe guardar en su interior los gestos de amor más sencillos.
Pastor con olor a oveja
Soy una ave atrapada,
con un dolor escondido.
Con mis alas quebradas,
te recibo, papa amigo.Una luz comienza a brillar,
hoy renace la esperanza.
Vuelvo a sentirme amada;
de ataduras, liberada.Estribillo:
Dios me guía en tu mirar,
se ilumina mi belleza.
Hoy en mí vuelvo a confiar,
desaparece la tristeza.Un día más de vida,
uno menos de condena.
Tu visita es mi alegría,
pastor con olor a oveja.
Estrofa:
Se liberan las cadenas,
y los gritos silenciados.
Nos descubres en tu sonrisa,
Dios te toma en sus brazos.Reconoces mi mirar,
tú tomaste mi pecado.
En Jesús pondré la mirada,
gracias, Francisco, hermano.(Repite estribillo)