(Foto: Unsplash/Chad Madden)
Por estas fechas el año pasado, una querida amiga me dijo: "Recuerdo lo que me dijiste, así que no le digo a todo el mundo: "Tenemos que vernos antes de Navidad"". Por un momento, me quedé perpleja, pero luego lo entendí. Había decidido no permitir que los días de Adviento se llenaran tanto de compromisos, además de los preparativos habituales de Navidad, que cuando llegara 'el gran día' estuviera agotada y harta.
Una estrategia era evitar decir: "Tenemos que ponernos al día/visitarnos/reunirnos, o hacer cualquier cosa innecesaria, antes del 25 de diciembre". Al fin y al cabo, la Navidad es una temporada, no solo un día. Mientras que en el mundo comercial, el día de san Esteban, el 26 de diciembre (Boxing Day aquí en Australia), es un día de compras frenéticas, la octava de Navidad nos lleva —litúrgicamente— hasta el nuevo año, incorporando la fiesta de la Sagrada Familia.
Estos días, que suelen ser cálidos o insoportablemente calurosos en Australia, son ideales para renovar amistades y pasar tiempo con los seres queridos. El árbol de Navidad y los adornos permanecen intactos, y una agradable sensación de relajación caracteriza nuestros días. Para muchos, el golpe del bate (de críquet) al encontrar la pelota es la banda sonora del verano.
Me doy cuenta de que los anunciantes se suben al carro de la fecha límite de Navidad. Los muebles nuevos, el paisajismo, las ampliaciones y las renovaciones de viviendas se promocionan como algo necesario 'a tiempo para Navidad'. Conviene recordar que ninguna renovación, ni siquiera las reservas de alojamiento, precedieron al nacimiento de Jesús. Nació de padres humildes en un entorno humilde, seguramente en medio de un gran temor.
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Según Mateo y Lucas, los visitantes que llegaron no vinieron a inspeccionar ni a juzgar, sino a dar la bienvenida, animar y traer regalos que eran presagios del destino de este pequeño bebé.
Esos memes humorísticos que proclaman que los regalos traídos por los Reyes Magos tenían poca utilidad práctica y que las mujeres habrían traído lo que María realmente necesitaba, encierran cierta verdad.
Sin embargo, un enfoque excesivo en la preparación de las 'cosas' de la Navidad —regalos, decoraciones, delicias gastronómicas— puede fácilmente cruzar la línea y hacer que se vea 'el día' como un fin en sí mismo y no como una conmemoración, una celebración del nacimiento de Jesús.
La celebración de cualquier nacimiento puede imitar la celebración del nacimiento de Jesús, pero cuando la fiesta termina, el nuevo bebé ocupa su lugar en la familia y la comunidad y, en cierta medida, sigue siendo celebrado.
¿Consideramos nuestras celebraciones navideñas como un comienzo o como un final?
¿Vemos la Navidad como un acontecimiento alegre, y no como una fecha límite definitiva?
