
(Foto: Pexels/Diego Girón)
Muy de mañana. Imagino el ambiente de las primeras horas cuando empieza a amanecer: aún está oscuro y el frío nos recuerda la fragilidad de nuestro cuerpo. El silencio del día que está naciendo grita la esperanza del corazón que no se apaga.
María de Magdala, mujer que va en busca del misterio, tu intuición te dice que el amor no puede terminar así, que la vida dada en abundancia debe continuar. Tu búsqueda es también nuestra búsqueda.
Debes saber que la realidad de tu tiempo no tiene gran diferencia con la nuestra. Cambiaron los rostros de los grupos, personas e imperios que ostentan el poder, pero el sistema de hoy es tan perverso como el de tu tiempo. También hoy abundan enfermos, desaparecidos y migrantes por guerras, hambre o violencia. También hoy muchas personas —en su mayoría mujeres como tú— no son reconocidas. Algunas mujeres son consideradas nada, invisibilizadas, ignoradas en sus necesidades y en los daños que han sufrido.
¡María, enséñanos a amar cómo tú!. Compártenos el secreto de la esperanza y la fidelidad. Dinos cómo se sostiene la memoria viva del amor. Pasaron más de dos mil años a la espera para ser reconocida por la institución eclesial como discípula y mujer apóstol de los apóstoles. Como institución, vamos tarde. Pero tú no esperaste. Tú saliste a buscar al amanecer, cuando las tinieblas estaban en el ambiente llenándote de angustia y desesperanza. Saliste, aunque los obstáculos te asustaban y los poderes amenazaban.
"María de Magdala. Te creemos. ¡El amor está vivo! Hay que amar y esperar contra toda esperanza. No perdamos el paso. No vamos solas. Hay que esperanzar a los pueblos": Hna. Patricia Torres
Hoy también queremos salir. Queremos amar como tú, ser mujeres de gratuidad. Lo entregaste todo. Te bastó una mirada, unas palabras que te reconocieron y te dieron la valentía para levantarte. Desde entonces caminaste junto a él. Enséñanos a salir al encuentro, incluso en una realidad tan marcada por la diversidad. Ayúdanos a reconocer el misterio que nos abraza y recordar cómo él acompañaba a las personas en medio de tanto dolor e injusticia. ¿Cómo sobreviviste entre quienes se sentían llamados y elegidos mientras tú quedabas al margen?
Dinos, María Magdalena, cómo se va más allá de la incongruencia y de los límites establecidos, de las lecciones aprendidas, de lo que debe y no debe ser. Este silencio de la noche revela tu andar con pasos firmes y seguros. Contemplo en ti una espiritualidad de resistencia. ¿Cómo se te reveló esa experiencia que te dio fuerza para enfrentar los demonios y caminar hasta el pie de la cruz? ¿Es esa misma fuerza la que te llevó a salir de madrugada, sosteniendo la esperanza, buscando la vida donde todos veían muerte?
¡Es urgente salir, aunque tarde el amanecer! Salir al encuentro, desde este miedo que nos revela nuestra fragilidad y también esa fuerza interior que nos habita. Nuestro cuerpo tiene memoria. Sentir el frío del sereno es como sentir la frialdad de la indiferencia que nos aleja del misterio que nos ha sido revelado.
Tú decidiste salir, y con tu ejemplo nos invitas también a nosotras a salir de nuestros duelos y añoranzas, a dejar el pasado y abrazar los sueños. Nos inspiras a confiar, a acompañar y dejarnos acompañar. ¡Qué regalo más maravilloso es la sororidad! Así juntas, podemos resistir lo que digan o piensen los demás, porque tenemos la valentía de salir en medio de la oscuridad.
Queremos andar y abrir caminos nuevos, espacios donde el ser mujeres no nos limite ni condicione. Este silencio profundo nos revela que somos muchas las que caminamos juntas. Ese "ve y diles" resuena aún, recordándonos que ¡también nosotras somos enviadas!
Hay que esperanzar. Escuchar en el silencio de la noche que aguarda el día que aún no llega. Aquí vamos, María de Magdala. Te creemos. ¡El amor está vivo! Hay que amar y esperar contra toda esperanza. No perdamos el paso. No vamos solas. Hay que esperanzar a los pueblos.
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