La intercongregacionalidad renueva el rostro de la Iglesia

Hnas del Buen Pastor, Hnas de la Sta Cruz, Hnas de la Caridad del Verbo Encarnado, Hnas de los Stos. Nombres de Jesús y María, y Hnas de San José del Sagrado Corazón se preparan para marchar desde la Red Kawsay de Perú para decir: "Basta a la violencia contra las mujeres. Ni una menos". (Foto: María Alejandra Leguizamón)

Hnas del Buen Pastor, Hnas de la Sta Cruz, Hnas de la Caridad del Verbo Encarnado, Hnas de los Stos. Nombres de Jesús y María, y Hnas de San José del Sagrado Corazón se preparan para marchar desde la Red Kawsay de Perú para decir: "Basta a la violencia contra las mujeres. Ni una menos". (Foto: María Alejandra Leguizamón)

por María Alejandra Leguizamón Schija

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Las transformaciones en este siglo XXI nos dejan perplejos, ya que aún nos encontramos tratando de comprender etapas previas en situaciones y contextos que han seguido su curso y han evolucionado de diversas maneras. Por ejemplo, comprender el proceso que viven las generaciones más jóvenes, las migraciones ocasionadas por diversas injusticias, y también atender a las víctimas que de una o de otra manera sufren a consecuencia de las violencias instauradas en costumbres. 

En la Iglesia católica, al igual que en otras Iglesias cristianas, hemos estado enfocados en vivir el mensaje evangélico anunciando la salvación. Sin embargo, en muchas ocasiones, nuestros ojos y oídos no estuvieron atentos a contemplar e intervenir en el momento oportuno para estar presentes y ofrecer compañía a quienes lo necesitaban.

La sinodalidad es una propuesta en la que todas las Iglesias están comprometidas, no solo como un modo de evaluar el camino realizado, sino también para abordar los desafíos a los cuales urge responder. Un ejemplo es el diálogo con las teologías feministas, el acompañamiento pastoral a las poblaciones cuyas identidades de autopercepción son diferentes y a personas que son esclavizadas de múltiples maneras; además de otros desafíos. No sólo nos vemos como “anunciadores”, sino también como “escuchadores”, y buscamos hacernos hermanos y hermanas con todos y entre todos.

"La sinodalidad es una propuesta en la que todas las Iglesias están comprometidas, no solo como un modo de evaluar el camino realizado, sino también para abordar los desafíos a los cuales urge responder": Hna. María A. Leguizamón #GSRenespañol #HermanasCatólicas

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Somos Iglesia porque formamos parte de una estructura de relaciones que nos contienen y, al mismo tiempo, nos nutren en el intercambio. La acción pastoral en la Iglesia consiste en hacer presente el don del Espíritu anunciado por Jesús. Las redes dentro de la Iglesia se convierten en un signo de la presencia del Reino, porque expresan de modo relevante la diversidad, multiplicidad y pluralidad de perspectivas en la intersección de los carismas y espiritualidades. 

Una característica relevante de un rostro renovado de la Iglesia es la intercongregacionalidad, que se entiende como la asistencia y la formación de redes de solidaridad entre congregaciones religiosas. Esta colaboración implica compartir dones y carismas, así como el apoyo mutuo. Existen muchos y variados modos de compartir proyectos intercongregacionales, uno de ellos son las redes, donde se comparten perspectivas y horizontes que se orientan a brindar una vida digna a tantos hermanos y hermanas que están sufriendo injusticias. 

Clara Temporelli asegura que la intercongregacionalidad ha dado muchos frutos en proyectos diversos, desde la acogida y atención a migrantes y personas sin techo, hasta el apoyo a las víctimas de la Trata de Personas y a los hambrientos y empobrecidos por sistemas corruptos e injustos. Estos proyectos no solo están formados por religiosos y religiosas pertenecientes a congregaciones, sino también por laicos que están asociados a estas congregaciones, compartiendo una misión común.

"Existen muchos (…) modos de compartir proyectos intercongregacionales, uno de ellos son las redes, donde se comparten perspectivas [para] brindar una vida digna a tantos hermanos y hermanas": Hna. María A. Leguizamón #GSRenespañol #HermanasCatólicas

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Los conflictos relacionados con la violencia siempre reflejan un modo de dominación y sometimiento. Por esa razón,  es imprescindible llevar a cabo procesos que,  en primer lugar, fomenten la sensibilización, y en segundo, la concientización social y eclesial. No es posible transformar los contextos si antes no se convierte el corazón humano. 

La fuerza desencadenada por la Ruaj Santa [Espíritu Santo] en  la historia de la humanidad solo es perceptible para aquellos que están atentos a sus mociones y a la inspiración que fluye de un corazón fortalecido en la entrega y el servicio a la comunidad. El sentido cobra otro color, porque la Ruaj Santa es creadora, luminosa y siempre esperanzadora.

Transitamos por tiempos inciertos y creemos que la fe es un modo de conocer y de expandir nuestros horizontes. Cuando nos encontramos con la mirada de otra persona y reconocemos que la Divinidad eterna y creadora está presente en nuestras vidas, tenemos el poder de transformar situaciones injustas, liberar a quienes se encuentran bajo el signo de la esclavitud, y celebrar que la muerte no tiene la última palabra, sino que la vida y la dignidad son triunfadoras en la creación.