
Miles de víctimas murieron fusiladas en el muro de ejecución de Auschwitz. (Foto: Maryann Agnes Mueller)
Recientemente tuve la suerte de participar en una peregrinación a Polonia para conmemorar el 150 aniversario de nuestra congregación en Norteamérica. La ruta se diseñó para seguir los pasos de nuestra fundadora, la beata Angela Truszkowska, quien vivió en Polonia a mediados y finales del siglo XIX.
Además de visitar los lugares relacionados con Truszkowska y la primera comunidad de hermanas, aprendimos sobre la historia de Polonia y cómo esta influyó en la vida de las religiosas en ese país.
Como parte de la peregrinación, un día nos detuvimos en los dos campos de concentración de Auschwitz y Birkenau. El día anterior habíamos escuchado las experiencias de nuestras hermanas polacas en Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial. Vimos los agujeros de bala que quedaron en las paredes de nuestro convento en la capital de Polonia y conocimos los esfuerzos que hicieron las hermanas para proteger a los ciudadanos de su zona, especialmente a los niños.
Auschwitz fue el mayor campo de concentración nazi alemán y, desde 1942 hasta el final de la guerra, también sirvió como el mayor centro de exterminio masivo de judíos, la mayoría de los cuales fueron asesinados en las cámaras de gas.
Los guardias que trasladaban a las personas a los campos, temiendo un levantamiento entre el gran número de ellas, las engañaban haciéndoles creer que las llevaban a un campo de trabajo y que se reunirían con sus familias y sus pertenencias; les pedían, además, que escribieran sus nombres y direcciones en el equipaje para poder recuperarlo más tarde.

Equipaje marcado con nombres y direcciones en Auschwitz. (Foto: Maryann Agnes Mueller)
Al entrar bajo el letrero de la puerta de Auschwitz, "Arbeit Macht Frei" —que significa "el trabajo te hace libre"—, me detuve un momento para reflexionar sobre todas las familias que habían entrado por allí durante la guerra y nunca pudieron salir. Este letrero era otro modo de engaño. Una vez que entraban, muy pocos salían; muchos eran asesinados pocas horas después. Los que estaban en buena condición física salían a diario para realizar largas jornadas de trabajo forzado y regresaban al campo por la noche, completamente agotados, cargando los cadáveres de los que habían perecido durante el día.
En Birkenau ofrecimos un desgarrador servicio de oración y lamento junto a las vías del tren, donde fueron arrojadas innumerables personas: "Desde lo hondo clamo a ti, Señor... Ten piedad de tu pueblo, perdónanos tanta crueldad".
Las experiencias de Auschwitz y Birkenau nos obligan a preguntarnos cómo pudieron ocurrir tales atrocidades y esta deshumanización y, lo que es más importante, si podrían ocurrir actualmente. El filósofo George Santayana afirmó en 1905: "Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo".
Debemos estudiar el pasado para comprender el presente y evitar que se repitan los períodos más oscuros de nuestra historia. Además, un paso para evitarlo es reconocer que lo que ocurrió en Auschwitz y Birkenau podría volver a ocurrir, podría ocurrir hoy.

Las familias llevadas a Birkenau eran separadas al llegar al final de la línea de ferrocarril. (Foto: Maryann Agnes Mueller)
Auschwitz y Birkenau son escalofriantes símbolos de la construcción de la otredad y de la deshumanización, y de lo que ellas pueden provocar. La propaganda nazi utilizó estereotipos zoificantes — alimañas, parásitos, depredadores— para describir al pueblo judío como inferior a los seres humanos; además, promovió teorías falsas sobre la participación de ellos en conspiraciones, convirtiéndoles en responsables, en chivos expiatorios, de los problemas económicos y sociales de Alemania.
Las razones que propiciaron que unos seres humanos 'diferenciaran' o deshumanizaran a otros en la década de 1940 —esas personas que respiran y sangran, y tienen esperanzas, como yo— sigue presente hoy en día.
La 'diferenciación' le quita la humanidad a otro ser humano o grupo, provocando que se les trate como objetos, y es fundamental para que la gente común cometa actos de odio y violencia, y asesinatos en masa.
¿A quién o a qué grupo o comunidad demonizo? ¿Hay algún grupo o comunidad al que se le ha enseñado o adoctrinado el demonizar? Auschwitz y Birkenau plantean preguntas sobre nuestra capacidad para sucumbir a la búsqueda de chivos expiatorios. Debemos reflexionar sobre nuestros prejuicios y darnos cuenta cuando nos encontramos 'diferenciando' a otra persona o grupo.
Nuestra visita también me hizo plantearme cómo respondería yo. ¿Qué lleva a las personas, incluidas nuestras hermanas en Varsovia durante la guerra, a actuar para al menos mitigar la violencia hacia otro ser humano? ¿O a no actuar en absoluto?
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Mientras se cometían asesinatos en masa contra nuestros semejantes cada día, el mundo se quedaba mirando. Auschwitz y Birkenau nos recuerdan que, como seguidores del Jesucristo no violento, podemos y debemos hacerlo mejor. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento están repletos de hombres y mujeres que alzaron su voz para oponerse a la deshumanización y la 'diferenciación' de otros seres humanos que se produjo durante sus vidas. ¿Cómo estamos respondiendo a la demonización y la 'diferenciación' de individuos y grupos en la actualidad?
Durante el tiempo en que Ángela dirigió la comunidad, Rusia estaba en guerra con Polonia. En un momento dado, con importantes bajas en ambos bandos, Ángela ordenó a nuestras hermanas que salieran a cuidar de los soldados rusos y polacos heridos: "Cuidad de todos sin excepción, ya que todos son nuestros vecinos".
Ángela sabía, al igual que las hermanas enviadas, que algunos de esos soldados rusos podrían haber mutilado o matado al padre o al hermano de las hermanas. La sabiduría de Ángela y el valor de las hermanas son un testimonio del poder transformador del amor.
Así es como nuestro Evangelio, nuestro Señor resucitado, Auschwitz y Birkenau, nos impulsan a actuar: con amor por todos, porque todos son nuestros vecinos, hermanos y hermanas gracias a Jesucristo. Nuestro amor debe ser más fuerte, más alto y más presente que la demonización y la 'diferenciación' a las que nos enfrentamos a diario en los medios de comunicación y en las calles.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 16 de junio de 2025.