La Hna. Brenda Hernández, de las Hijas de María Inmaculada de Guadalupe, con sede en México, posa en del Día de Muertos frente frente a un altar construido por los alumnos del Colegio Tepeyac Mexicano, una institución católica dirigida por su orden en la Ciudad de México. Recordar a los difuntos en esta época del año consiste en darles las gracias y tener la esperanza de que la vida continúa de otra forma después de la muerte, dijo Hernández. (Foto: GSR/Rhina Guidos)
En algunas partes de México, el ambiente festivo en las calles a finales de octubre se parece mucho al de la Navidad. Pero en vez de árboles y regalos, decenas de miles de mexicanos salen a las calles en busca de tela para altares, flores de cempasúchil, papel picado —delicado papel en colores vivos recortado con diseños festivos— y un pan aromático en forma de calavera y huesos, pan de lujo para los que ya no lo pueden comer.
Ese ajetreo gozoso antes de la celebración a finales de octubre y principios de noviembre, conocida como el Día de los Muertos, es frenético en este país de casi 132 millones de habitantes. Más que un día, es una temporada en la que los mexicanos celebran lo que la cultura occidental rechaza con vehemencia: la muerte.
"Diría que las familias se reúnen más" para el Día de los Muertos que para la Navidad, dijo la Hna. María Celina Mota Campos, de la Orden del Verbo Encarnado y del Santísimo Sacramento en la Ciudad de México.
Eso se debe a que la fiesta está enfocada en algo muy valorado en la cultura mexicana: la familia.
"Es una fiesta. Para mí, siento que es iluminada por la fe. Pienso que se puede decir que es la fiesta de la vida, la vida después de la muerte": Hna. María Celina Mota Campos
Mota expresó que incluso aquellos que viven lejos de casa regresan en esa época del año para rezar con sus familiares y juntos armar un sitio de honor para los muertos de la familia: un altar con sus fotos, así como sus comidas y bebidas favoritas, sal y agua, y las abundantes flores doradas de cempasúchil o sus pétalos, que algunos creen que muestran a las almas de los muertos el camino hacia su familia una vez al año.
"En todo el año no tendrán más que frijolitos para comer, pero ese día echan la casa por la ventana. Hacen todo para que sea una fiesta", dijo Mota y agregó:. "Hay tamales, mole, dulces, fruta, pan, de todo".
Pero no todo México lo celebra, acotó. En lugares como Oaxaca, en el sur de México, el Día de los Muertos se lleva a otro nivel. Además de la abundante comida, también es una época de abundante oración. Las familias invitan a los vecinos y amigos a rezar por sus seres queridos fallecidos y luego comparten comida con ellos, explicó la religiosa.
Aunque su nombre hace pensar que la celebración dura solo un día, el 2 de noviembre —o Día de los Fieles Difuntos para los católicos— en realidad comienza unos días antes, según Mota, y la observancia religiosa no siempre es lo principal.
"La gente ni el día primero de noviembre se acuerda que es el Día de Todos los Santos o que el dos es la Fiesta de los Fieles Difuntos", indicó Mota y apuntó: "Pero a nivel litúrgico sí se insiste".
Las iglesias y escuelas católicas para estas fechas preparan sus altares y siguen lo que se celebra durante el calendario litúrgico.
Fuera de la iglesia, muchas creencias sobre la fiesta han cambiado con el tiempo. Mota dijo que ha oído que algunas familias siempre tienen a alguien atendiendo el altar las 24 horas del día cuando creen que su ser querido les visitará, por miedo a que sus almas se sientan solas y tristes si no encuentran a nadie en casa. Algunos también creen que el alma no visita a la familia durante el primer año después de la muerte, queriendo pasar ese tiempo con Dios.
"Una vez escuche a alguien decir: 'A fulanito no le toca venir este año... hasta el año que viene', ya que la persona había fallecido recientemente", dijo Mota y añadió: "¡Qué bonito! Son cosas así que no has oído antes. Te llama la atención".
Algunos también creen que las almas de los muertos llegan en grupos para la visita anual: primero, los que murieron siendo niños y no fueron bautizados; luego hay un día para los adultos, así como para las almas de los que murieron repentinamente, en un accidente o por un acto de violencia. Algunos también creen que hay un día para que visiten las almas de las mascotas.
Incluso aquellos que no tienen creencias religiosas confían en el concepto del Día de los Muertos: que los difuntos realmente vuelven a la vida, explicó Mota. Sin embargo, la religiosa —que no creció con la celebración en el norte de México— ve el Día de los Muertos a través de la constitución dogmática Lumen Gentium, documento del Concilio Vaticano II que enseña que la muerte no puede romper la relación entre los vivos y los muertos.
Es una opinión que comparte Katia Luna, una joven católica de Toluca que trabaja con la Iglesia católica en México. Durante esta época del año en el país existe una alegría que surge de una profunda certeza espiritual, dice Luna: la muerte no ha separado a los vivos de sus seres queridos que ya no están.
"Sabemos que los volveremos a ver", afirmó Luna.
Pero hasta entonces, los que han fallecido no se han ido, a menos que se les olvide, y por eso es importante este tiempo de recuerdo, enfatizó.
Un estudiante del Colegio Tepeyac Mexicano coloca pétalos de la flor llamada cempasúchil en México que lleva a un altar del Día de los Muertos el 28 de octubre de 2025 en la Ciudad de México. (Foto: GSR/Rhina Guidos)
Camisetas y pegatinas con la palabra "recuérdame", de una canción de la película Coco, que ilustra algunas de las creencias del Día de los Muertos, abundan en el corazón del centro histórico de la Ciudad de México, una súplica a los vivos para que se recuerden de sus seres queridos. Una cadena de televisión local emitió el 27 de octubre un breve programa matutino recordando a las estrellas del cine y la televisión mexicana que han fallecido. Restaurantes y negocios, grandes y pequeños en Ciudad de México exhiben públicamente altares con fotos de sus familiares fallecidos. Las escuelas, tanto públicas como católicas, también dedican tiempo a montar altares del Día de los Muertos en sus instalaciones.
"Recordamos con amor a quienes ya partieron, no como ausentes, sino como presencias vivas en nuestro corazón y en nuestra fe", dijo la Hna. Brenda Hernández, de las Hijas de María Inmaculada de Guadalupe, con sede en México.
El fundador de su orden, el venerable José Antonio Plancarte, enseñó que el amor verdadero nunca muere, porque tiene su raíz en Dios, la fuente de toda vida, dijo Hernández. Así, él veía en cada persona una semilla de eternidad. La celebración, añadió, no es de tristeza, sino de recuerdo, gratitud y esperanza.
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"Por eso hoy, al recordar a nuestros seres queridos, también renovamos nuestra fe en que la muerte no es el final, sino un paso hacia la plenitud", indicó.
Y esa plenitud no consiste en alcanzar un fin físico, aunque eso es lo que algunos pueden percibir, dijo Mota.
No muy lejos de donde vive, miles desfilaron por la calle más grandiosa de la Ciudad de México, el Paseo de la Reforma, vestidos como esqueletos que llevan una vida plena en otra existencia. Lejos de la tristeza, representaron a los muertos casándose, tocando gaitas irlandesas, saltando y bailando al son de música banda. Hubo esqueletos LGBTQI+ y esqueletos famosos posando para fotos en la alfombra roja y saludando a sus admiradores.
"Es una fiesta. Para mí, siento que es iluminada por la fe. Pienso que se puede decir que es la fiesta de la vida, la vida después de la muerte", afirmó Mota y agregó: "No se acabó la vida, no. Están viviendo a otro nivel, en otra dimensión, pero están vivos".
