ENTREVISTA | La Hna. María Goretti y su misión educativa para niños pobres en India

Sor María Goretti (en el centro, fila de atrás) y dos hermanas misioneras de la comunidad Reina de los Apóstoles, con niños recién apadrinados de la comunidad de trabajadores migrantes. A través de los beneficiarios coordinados por el Centro Social Dharma Jyothi de Mangalore, India, los niños recibirán una educación integral. (Foto: cortesía Susai Antony)

Sor María Goretti (en el centro, fila de atrás) y dos hermanas misioneras de la comunidad Reina de los Apóstoles, con niños recién apadrinados de la comunidad de trabajadores migrantes. A través de los beneficiarios coordinados por el Centro Social Dharma Jyothi de Mangalore, India, los niños recibirán una educación integral. (Foto: cortesía Susai Antony)

Traducido por Carmen Notario

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María Goretti, una religiosa de la comunidad Hermanas Misioneras Reina de los Apóstoles, ha gestionado un programa de apadrinamiento para educar a niños pobres durante las últimas tres décadas.

Un accidente de tráfico en 2018 ha confinado a la hermana de 69 años a su habitación, pero ella sigue dirigiendo el programa con el apoyo de sus antiguas beneficiarias y del personal del proyecto.

Goretti fue superiora general de la congregación entre 2006 y 2012. Los seis años anteriores fue animadora de la provincia de Mangalore, en India.

En 1981 fundó el Centro Social Dharma Jyothi (Luz de Justicia) en Mangaluru y construyó unas 750 viviendas para trabajadores emigrantes. También puso en marcha programas de desarrollo para mujeres y niños.

La religiosa ha recibido varios premios, entre ellos el All India Konkani Mahila Adhiveshan Award (1998), el Sandesha Award (2000), el Gratias Agit Award de la República Checa (2004) y el Rachana Award a la mujer destacada del año de la Cámara Católica de Comercio e Industria de Mangalore en 2011.

Een su oficina/dormitorio en el Instituto de Salud y Educación San Ignacio, ubicado en Honnavar, una ciudad costera en la frontera entre Karnataka y Goa, Goretti compartió su visión y su misión con Global Sisters Report (GSR).


GSR: ¿Cómo se siente después de haber sido confinada a su habitación?

Goretti: El accidente no me ha dejado inactiva. Sigo trabajando desde mi habitación. Así como la pandemia hizo que muchos 'trabajaran desde casa', mi accidente me ha obligado a trabajar desde [mi] habitación.

Sigo atendiendo a más de 1500 niños con sus programas de apadrinamiento. Estudian desde el primer grado hasta el máster. La mayoría viven en sus casas y estudian en diversas instituciones. Es cierto que yo no puedo ir a ellos, pero ellos vienen a mí.

En los últimos 30 años de [este] programa de apadrinamiento, he atendido a más de 5000 niños, sobre todo niñas.

¿Cómo surgió su pasión por los niños?

Nací en una familia de agricultores en Kemmannu, un pueblo costero de la diócesis de Udupi [India], en 1955. Mis compañeros de juegos de la infancia eran en su mayoría niños de comunidades de pescadores que apenas iban a la escuela porque sus padres no podían permitirse su educación. Mis padres sí podían permitirse enviarme a la escuela. Siempre quise hacer algo para ayudar a estas personas a ir a la escuela.

De mayor, quería ser trabajadora social. Me uní a mi congregación porque había visto que servían a los pobres de las comunidades de pescadores. Comprendiendo mi aptitud, mis superiores me enviaron a estudiar trabajo social en el Stella Maris College of Social Work de Chennai [sur de la India].

Más tarde, me enviaron al Instituto Coady de Canadá. En 1981, puse en marcha el Centro Social Dharma Jyothi en Mangalore e introduje el programa de apadrinamiento y vivienda para los trabajadores emigrantes, así como el programa de apadrinamiento para los niños de familias pobres.

La religiosa María Goretti, de las Hermanas Misioneras Reina de los Apóstoles, gestiona un programa de apadrinamiento educativo de tres décadas de antigüedad desde su habitación en el suroeste de la India. Un accidente de tránsito la dejó con una pierna lesionada, y su habitación ahora también le sirve de oficina. (Foto: Thomas Scaria)

La religiosa María Goretti, de las Hermanas Misioneras Reina de los Apóstoles, gestiona un programa de apadrinamiento educativo de tres décadas de antigüedad desde su habitación en el suroeste de la India. Un accidente de tránsito la dejó con una pierna lesionada, y su habitación ahora también le sirve de oficina. (Foto: Thomas Scaria)

¿Cómo funciona el programa de apadrinamiento?

El programa de apadrinamiento es un programa de enlace, una red, en la que el beneficiario y el benefactor están conectados. Nosotros solo somos facilitadores. Tengo un equipo muy dedicado que lleva a cabo las actividades diarias. Yo sigo siendo la directora y coordino sus actividades desde mi habitación, convertida en mi despacho.

Los niños apadrinados escriben cartas a los benefactores con informes sobre los progresos de sus estudios, sus deseos y sus sueños. Necesito un bastón para caminar. Del mismo modo, la familia patrocinadora se convierte en un bastón para que nuestros niños progresen en la vida.

¿En qué se diferencia de otros programas de apoyo a la educación?

Nuestro programa apoya la educación total de los niños hasta que consiguen un trabajo y se asientan en la vida. Cada niño o  niña puede estudiar todo el tiempo que quiera. El programa no está financiado por ningún organismo, sino por particulares y familias. Así, nuestros más de 5000 niños apadrinados tienen el mismo número de padrinos. Por un lado, genera buena voluntad y, por otro, conduce a la educación y capacitación de los pobres.

Los fondos de los patrocinadores europeos se redujeron sustancialmente durante la pandemia de COVID-19 y fue entonces cuando intervinieron los donantes locales. Alrededor de 100 antiguos beneficiarios apoyan ahora el plan.

¿Cómo garantizan que la educación de los niños esté orientada al empleo?

Nuestra sección de orientación profesional realiza pruebas de aptitud, asesora sobre carreras y ayuda a los niños a elegir el curso adecuado para conseguir un empleo. Muchos se forman en profesiones sanitarias, otros como profesores, ingenieros y algunos en contabilidad o campos técnicos. Actualmente, ninguno de nuestros niños apadrinados está en paro.

Los niños trabajan en un proyecto de grupo durante el campamento de verano, destinado a fomentar el liderazgo y la integración social. El campamento está dirigido por el Centro Social Dharma Jyothi de Mangalore (India). (Foto: cortesía Susai Antony)

Los niños trabajan en un proyecto de grupo durante el campamento de verano, destinado a fomentar el liderazgo y la integración social. El campamento está dirigido por el Centro Social Dharma Jyothi de Mangalore (India). (Foto: cortesía Susai Antony)

India ocupa el puesto 86 entre los países del mundo en desempleo. Una de las razones del desempleo entre los jóvenes de India es que no eligen cursos orientados al empleo. Damos mucha importancia a las posibilidades profesionales de un niño apadrinado cuando termina su educación.

También hemos producido algunas buenas vocaciones. Algunos niños apadrinados se han convertido en religiosas, sacerdotes y misioneros.

¿Cómo han conseguido que el programa sea sostenible?

Nuestros padrinos iniciales eran gente corriente, que ahorraba una parte de sus ingresos para ayudar a los niños pobres. Todo iba bien hasta que se produjo la pandemia en 2020. Como la pandemia afectó a la economía, muchos padrinos no pudieron mantener su compromiso.

Fue entonces cuando buscamos la ayuda de nuestros antiguos beneficiarios, que ya tenían trabajo. Muchos ofrecieron su apoyo como gesto de agradecimiento, lo que nos ayudó a continuar con el programa. Su apoyo da sostenibilidad al programa.

¿Cómo seleccionan a sus beneficiarios?

Antes, la mayoría de los niños apadrinados procedían de familias católicas. Pero hoy seleccionamos a niños de todas las religiones. El único criterio que seguimos es su situación económica.

La mayoría de nuestros alumnos proceden de familias monoparentales, viudas, discapacitadas o con más de cuatro hijos. En la mayoría de los casos, nos los remiten organismos cívicos o comités de las aldeas. Antes de matricular a un estudiante en el programa, comprobamos sus antecedentes mediante visitas a domicilio y pedimos a los líderes de la comunidad que certifiquen su idoneidad. Preferimos admitir a estudiantes que puedan quedarse con sus familias y estudiar en la escuela antes que promover la educación en albergues.

Dos religiosas de la comunidad María Bambina comparten una comida con la hermana María Goretti en su convento ignaciano de Honnavar, al suroeste de la India. (Foto: Thomas Scaria)

Dos religiosas de la comunidad María Bambina comparten una comida con la hermana María Goretti en su convento ignaciano de Honnavar, al suroeste de la India. (Foto: Thomas Scaria)

¿Qué programas comunes tienen para ellos aparte de apoyar sus estudios?

Una vez que aceptamos a un niño, nos ocupamos de su desarrollo integral —bienestar intelectual, emocional, espiritual y social—. Por eso organizamos para ellos programas como campamentos de verano, formación en habilidades para la vida, agricultura, formación profesional, visitas a exposiciones. El año pasado organizamos seis campamentos de verano en los que participaron más de 250 niños con diversos programas de desarrollo social y de la personalidad.

También animamos a los alumnos a escribir cartas y felicitaciones a sus padrinos en ocasiones especiales como Navidad, Año Nuevo y otros festivales. En 2022-23, los niños escribieron 3246 cartas en Navidad y Pascua a los donantes.

Aparte de los estudiantes, ¿cómo abordan sus problemas familiares?

También ayudamos a las familias de nuestros apadrinados. Los padres participan en la educación de sus hijos. Reciben diversas sesiones de sensibilización y formación para su desarrollo social y económico. Celebramos el Día de la Mujer para las madres, organizamos campamentos y talleres de salud, organizamos grupos de autoayuda entre ellas y fomentamos planes de ahorro.

La escuela de enfermería de nuestra congregación organiza regularmente campamentos de salud comunitarios para las familias y otros niños. El año pasado, 507 padres y 565 beneficiarios participaron en programas de seguimiento por grupos en 19 de estos campamentos comunitarios.

Háblenos de su vocación a la comunidad Reina de los Apóstoles.

Quería ser religiosa para ayudar a los niños pobres. Pensé que una religiosa podía hacerlo desinteresadamente. Nunca quise ser una religiosa maestra, sino una trabajadora social para que todos los niños tuvieran las mismas oportunidades de estudiar. El dolor que sentí al ver que mis amigos no podían ir a la escuela se curó dedicando mi vida a la causa de los niños.

Mis superiores me dieron oportunidades para estudiar y desarrollar mi programa entre los niños. Creo que mi vocación se forjó más por esta pasión por la causa de los niños que por cualquier otra cosa.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 12 de noviembre de 2024. 

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