
Bladimir Arteaga, Blacho, como se le conoce cariñosamente, aparece en la foto con Alén Inti Madaune, productor de videos y colaborador de GSR, quien también es músico, el 25 de marzo de 2025, en la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, Colombia. (Foto: Tracy L. Barnett)
Eran las seis y media de la mañana en la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, Colombia, y apenas se había desvanecido el último canto del gallo cuando comenzó la fiesta a todo volumen. Era la voz del joven trovador de cabello rizado Bladimir Arteaga, apodado cariñosamente como Blacho, entonando con fuerza Adelante Valientes, el himno de la comunidad.
El canto de Blacho se escuchaba desde el altavoz de un vecino, pero pronto su grito de aliento vendría desde el centro del acto: "Vamos, todos campesinos/ para ir fortaleciendo la Comunidad de Paz/ vamos todos adelante/ con cariño y mucho amor/ con los tuyos y los nuestros/ y por toda la humanidad".
La celebración anual del aniversario de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó era una montaña rusa emocional que comenzó con una procesión solemne hasta las tumbas de Nallely y Édinson. Los vecinos caminaron en silencio, portando pancartas de docenas de marchas y fotografías de incontables seres queridos.
En la tumba donde descansa Édinson, que contaba con 15 años, el líder comunitario y representante legal Germán Graciano habló conmovido y emocionado:
Un joven que eligió dejar el centro del pueblo... donde le estaban ofreciendo drogas, y en su lugar tomó el camino de la comunidad de paz. Vino a trabajar con nosotros en La Esperanza, y tristemente la bala de un asesino le quitó la vida el 19 de marzo, junto con la de Nallely. Qué maravilloso sería tenerlo con nosotros hoy, celebrando estos 28 años de la comunidad, pero no enterrado en esta tumba. Su vida nos da la fuerza para seguir adelante en este proceso.

El concejal Miguel Cepeda, a la derecha, aparece en la foto con Nevaith Vargas, compartiendo los frutos de sus cosechas en una mesa común en la cancha que también sirve como lugar de encuentro comunitario para la celebración del aniversario. (Foto: Tracy L. Barnett)
De vuelta en casa en San Josecito, entonces, era hora de cambiar la energía. Primero disgfrutaría el banquete de la propia cosecha de la comunidad, un testimonio de la abundancia agroecológica que esta ha logrado generar: arroz y yuca, patacones de plátanos fritos, generosas porciones de carne de la vaca recién sacrificada, dulce jugo de guanábana. Y de postre, natilla dulce de maíz espolvoreada con queso fresco.
Allá, en la amplia cancha de deporte que servía también como lugar de reunión comunitaria, José Roviro López tomó el micrófono haciendo el papel de un maestro de ceremonias. Desde la mañana, la gente había estado trayendo una cornucopia de frutas y verduras para compartir e intercambiar desde una mesa dispuesta al borde de la cancha. Ahora era el momento para las competencias: las carreras de sacos y las de carretillas, el relevo de agua, el jalón de la cuerda.

Observadores internacionales compitieron con miembros de la comunidad en una carrera de carretillas en la cancha durante la celebración del aniversario de la comunidad. (Foto: Tracy L. Barnett)
Los ánimos se elevaron. Primero compitieron los pequeños, luego los jóvenes; después lo hicieron los observadores internacionales contra los miembros de la comunidad; y más adelante, para gran hilaridad, los miembros del consejo de gobierno se metieron en sacos plástico y avanzaron por la cancha a saltos gigantes. Nadie estaba exento.
"Celebrar victorias es celebrar la vida, es decirle a la muerte: 'Todavía podemos seguir viviendo, aun en medio de tanto dolor'", observó la psicóloga Nidia Ortiz, quien acompañó a la comunidad durante cinco años mientras realizaba su investigación doctoral sobre el duelo colectivo. Ortiz se sentó junto a la cancha animando a los concursantes.
La psicóloga compartió con el grupo, en una presentación nocturna durante la celebración, cómo su estudio encontró que lo que distingue a San José de Apartadó no es solo su capacidad de soportar el sufrimiento, sino de transformarlo.

Brígida González aparece en la foto con su nieta, Evelyn, en la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, Colombia. (Foto: Tracy L. Barnett)
"La comunidad no usa la memoria para quedarse atascada en el dolor. A través de conmemoraciones, expresiones artísticas y educación, han encontrado maneras de honrar sus pérdidas mientras continúan construyendo vida juntos", les dijo
Los niños de la comunidad encarnan este enfoque transformador. Ortiz se impresionó por cómo incluso los niños que no habían experimentado directamente las masacres anteriores podían relatar los detalles con comprensión emocional. "Estos niños reconocen que lo que pasó fue doloroso, pero no permanecen anclados en ese dolor", apunta.
Evelyn, de cinco años, nieta de Brígida, demostró esa cualidad una y otra vez: al contemplar un mural de una masacre, trazar el camino de una bala o saltar para unirse a sus amigos en la cancha; y también al montar su bicicleta en círculos frente a los artistas, cayéndose y siendo rodeada por las madres de la comunidad casi antes de tocar el suelo. Antes de que terminara la canción, ya estaba de pie y montando de nuevo.
Pensé en las palabras de la concejal comunitaria Martha Vázquez, quien habló sobre la tumba de Édinson: "Celebramos estos 28 años con emociones encontradas. Alegría, pero también tristeza, porque deberíamos estar celebrando con Nallely, con Édinson, con todos esos otros que fueron asesinados. Pero cada uno de ellos dejó un legado importante, y en su memoria, seguimos construyendo comunidad cada día: en nuestro trabajo, en nuestras escuelas, en nuestras caminatas, en nuestra defensa de la vida y el territorio. Transformamos el dolor en esperanza, tal como nos enseñó Eduar Lancheros".
Nota 1: Algunas hermanas católicas acompañan al poblado de San José de Apartadó en su desafío de enfrentar la violencia armada en Colombia con el establecimiento de comunidades de paz.
Nota 2: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 26 de junio de 2025.
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