Hermanas en la India rehabilitan a bailarinas del templo

Las 'devadasi' reciben capacitación educativa

Un grupo de mujeres que han vivido como devadasi forman parte de un grupo de autoayuda iniciado por la Iglesia, que coordina en Bijapur la Hermana Amala Rani, miembro de las Hermanas de San José de Tarbes. (Foto: Thomas Scaria)

Un grupo de mujeres que han vivido como devadasi forman parte de un grupo de autoayuda iniciado por la Iglesia, que coordina en Bijapur la Hermana Amala Rani, miembro de las Hermanas de San José de Tarbes. (Foto: Thomas Scaria)

Traducido por Purificación Rodríguez Campaña

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Gadyamma, quien ha vivido como devadasi desde niña, no quiere que su hija continúe la opresiva tradición de ser bailarina en los templos hindúes.

"Me convertí en devadasi a los 12 años, según la tradición de nuestra aldea: pero quiero que mi hija estudie y lleve una vida digna", dijo Gadyamma (que pidió no usar su apellido) a Global Sisters Report, mientras abrazaba con fuerza a su hija de 14 años, Dadyamma.

Las devadasi forman parte de un antiguo sistema religiosamente sancionado en el sur de la India, en el que las niñas son ofrecidas como "esclavas de dios o diosa" —la traducción literal de devadasis— justo antes de alcanzar la pubertad. Como devadasi, sirven al templo en los rituales religiosos, la música, la danza y el servicio religioso. 

Con el paso de los años, esta costumbre se convirtió en una dedicación forzada a una vida de prostitución y danza, sobre todo para entretener a los sacerdotes del templo y a las élites de las castas superiores. Mientras que los servicios del templo no son remunerados, las niñas dependen del trabajo sexual remunerado para vivir.

En 1982, el Estado prohibió esta tradición en virtud de la Ley de Karnataka Devadasis (Prohibición de la Dedicación), aunque hoy en día sigue siendo una práctica clandestina fuera de los templos. (El sistema devadasi también prevaleció en Andhra Pradesh, Tamil Nadu y Maharashtra, donde ahora ha sido abolido)

Gadyamma, una devadasi (bailarina de templo) que se ha beneficiado de una iniciativa católica para erradicar la ancestral tradición esclavizadora en el sur de la India.  (Foto: Thomas Scaria)

Gadyamma, una devadasi (bailarina de templo) que se ha beneficiado de una iniciativa católica para erradicar la ancestral tradición esclavizadora en el sur de la India.  (Foto: Thomas Scaria)

Gadyamma y varias otras mujeres de la comunidad devadasi de Karnataka están saliendo poco a poco de la ancestral tradición, gracias a hermanas católicas de seis congregaciones que colaboran con los jesuitas.

"La capacitación a través de la educación es el lema de nuestro trabajo entre las devadasi", afirma Sor Amala Rani, hermana de  San José de Tarbes , coordinadora del Programa de Rehabilitación de Devadasis en Navachethana (Nueva Inspiración), un centro jesuita de educación no formal en Bijapur.

Rani dice que varias devadasi son miembros de los grupos de autoayuda que promueve la misión jesuita.

Según las estimaciones de  algunas organizaciones no gubernamentales, unas 80 000 devadasi viven actualmente en el estado de Karnataka, aunque la última encuesta oficial del Gobierno fue realizada en el 2008, y situaba su número en unas 40 000.

A pesar de que la práctica está prohibida desde hace 40 años, cientos de estas niñas —en su mayoría de la casta más baja de la India, las comunidades dalit (antes conocidas como "intocables")— son consagradas a la diosa Yellamma en el templo de Saudatti, a unos 130 kilómetros al sur de Bijapur.

Mientras las más jóvenes permanecen en el templo como bailarinas y trabajadoras sexuales avaladas por la religión, las mayores van a burdeles en ciudades como Bombay, la capital comercial de la India.

Sor Amala Rani, hermana de San José de Tarbes, coordinadora del Programa de Rehabilitación Devadasi en el Centro Navachethana de Educación No Formal de Bijapur.  (Foto: Thomas Scaria)

Sor Amala Rani, hermana de San José de Tarbes, coordinadora del Programa de Rehabilitación Devadasi en el Centro Navachethana de Educación No Formal de Bijapur.  (Foto: Thomas Scaria)

"Vuelven con algunos problemas de salud, sobre todo enfermedades de transmisión sexual como el VIH/Sida", explica a GSR la hermana Rani, quien trabaja en Navachethana.

Las hermanas católicas se dedican a la educación de los hijos de las devadasi, la rehabilitación de mujeres y niños infectados por el VIH y la capacitación socioeconómica de estas mujeres.

Las hermanas de San José de Tarbes y San José de Cluny se dedican al tratamiento y la rehabilitación de enfermos de sida, la mayoría de los cuales son devadasi y sus hijos. Mientras tanto, las Hermanas Franciscanas Ursulinas dirigen una escuela en Bijapur, donde atienden a los hijos de las devadasi y a otros estudiantes.

Por su parte, las Hijas del Corazón de María enseñan en la Escuela Loyola de los jesuitas en Bijapur para educar a los habitantes de los barrios marginales; las Doncellas de los Pobres, de un instituto secular, gestionan la residencia anexa a la escuela; y las Hermanas de la Caridad de Santas Bartolomea Capitanio y Vincenza Gerosa gestionan un centro rural al sureste de Bijapur para educar y empoderar a las mujeres mediante grupos de autoayuda. Todas realizan un trabajo directo con las devadasi.

El Centro Navachethana de educación no formal de los jesuitas coordina 10 congregaciones religiosas femeninas en su misión de Bijapur, en el estado de Karnataka, al suroeste de la India.  (Foto: Thomas Scaria)

El Centro Navachethana de educación no formal de los jesuitas coordina 10 congregaciones religiosas femeninas en su misión de Bijapur, en el estado de Karnataka, al suroeste de la India.  (Foto: Thomas Scaria)

Las hermanas llegaron a la misión jesuita de Bijapur hace casi dos décadas como parte de un modelo único de asociación para el desarrollo general de las personas, especialmente las devadasi, dijo el director de Navachethana, el padre Teyol Machado.

El sacerdote jesuita contó a GSR que empezaron a trabajar entre las devadasi en 1996, cuando observaron un aumento del número de enfermos de VIH/Sida  entre las bailarinas de los templos.

El padre jesuita Teyol Machado, director del Centro de Educación No Formal Navachethana. (Foto: Thomas Scaria)

El padre jesuita Teyol Machado, director del Centro de Educación No Formal Navachethana. (Foto: Thomas Scaria)

Machado dijo que su misión entre las devadasi era crear un hospital para enfermos de VIH/Sida. Su primera unidad de tratamiento del sida se instaló en el segundo piso de la rectoría de la parroquia de Santa Ana, desafiando las objeciones de los feligreses.

El sacerdote dijo que la primera oposición a su trabajo entre las devadasi vino de los católicos, cuando empezaron a tratar a las devadasi  infectadas por el VIH  en los locales de la parroquia.

"Pero poco a poco aceptaron nuestra misión y cooperaron con nosotros", añadió.

Más tarde trasladaron el programa a un centro recién construido, con mejores instalaciones para tratar a pacientes con VIH/Sida.

"Ahora tenemos una residencia con 30 camas para atender a los enfermos de sida", explica la hermana Shanthi Mary, superiora de la comunidad de Tarbes, y añade que también gestionan un hogar para hijos de las devadasi infectados por el VIH. (Las hermanas Cluny dirigen un hogar para niñas infectadas por el VIH, a seis kilómetros de distancia). 

Mary dijo que las hermanas de las seis congregaciones se turnan para gestionar un programa comunitario que atiende a los enfermos de VIH/Sida, incluidas las devadasi, en las aldeas. Visitan a los pacientes cada mes para proporcionarles medicinas y nutrición, además de brindarles apoyo psicológico; sin embargo, tuvieron que interrumpir el programa a causa de la pandemia y el confinamiento. La falta de tratamiento provocó la muerte de varios pacientes en los dos últimos años, lamentó la religiosa.

La hermana Arul Jyothi, quien gestiona el centro residencial para niñas infectadas por el VIH en el colegio Cluny, dijo que las hermanas se han dado cuenta de que solo pueden luchar contra el sistema devadasi a través de la educación.

Malini (nombre ficticio) es una niña a la que ayudaron las hermanas de Cluny y que ahora enseña en la misma escuela católica donde estudió.

"Soy lo que soy gracias a las hermanas de Cluny, quienes me inculcaron mucha confianza y energía positiva", afirma la joven, quien recibió una beca del comisario adjunto de Bijapur para el curso de formación de profesores.

La hermana franciscana ursulina Veena Goretti Fernandes, quien dirige una escuela y el internado de la misma en la ciudad de Bijapur, dijo que las devadasi se dan cuenta ahora de la importancia de la educación y la autodignidad después de que sus hijos empezaran a asistir a las escuelas de la Iglesia.

La hermana franciscana ursulina Veena Goretti Fernandes, directora de la Escuela del Convento de las Ursulinas de Bijapur, donde estudian varios hijos de las devadasi. (Foto: Thomas Scaria)

La hermana franciscana ursulina Veena Goretti Fernandes, directora de la Escuela del Convento de las Ursulinas de Bijapur, donde estudian varios hijos de las devadasi. (Foto: Thomas Scaria)

"La educación es una poderosa herramienta de transformación", declaró Fernandes a GSR y agregó: "Varios niños han cursado estudios superiores y han conseguido trabajo".

La Hna. Beena Yallurkar, de las Hermanas de la Caridad de Santas Bartolomea Capitanio y Vincenza Gerosa, dijo que el sistema devadasi está profundamente arraigado en la mente de la gente y que era un "verdadero reto cambiar su actitud".

Yallurkar, quien empezó a trabajar entre las devadasi en las aldeas hace 18 años, afirma que la pobreza es el factor clave que hace que la gente adopte el sistema, además de la ignorancia, el analfabetismo y las supersticiones, y cierto nivel de manipulación religiosa.

La mayoría de los padres creen que su responsabilidad termina una vez que su hija es declarada devadasi, dijo la religiosa de unos 60 años a GSR en su convento de Talikoti.

Yallurkar dice que la mayoría de las chicas se inician en el sistema devadasi mediante una ceremonia religiosa en el templo de Saudatti, durante su festival anual. Habiendo sido testigo de tales ceremonias, la hermana describió la práctica como la subasta de una niña como si fuera propiedad pública en una ceremonia comunitaria del pueblo.

La Hna. Beena Yallurkar, de las Hermanas de la Caridad de Santas Bartolomea Capitaneo y Vincenza Gerosa, quien lleva 18 años trabajando con las devadasi, aparece en la foto en su convento de la localidad de Talikoti, en el estado de Karnataka, al suroeste de la India. (Foto: Thomas Scaria)

La Hna. Beena Yallurkar, de las Hermanas de la Caridad de Santas Bartolomea Capitaneo y Vincenza Gerosa, quien lleva 18 años trabajando con las devadasi, aparece en la foto en su convento de la localidad de Talikoti, en el estado de Karnataka, al suroeste de la India. (Foto: Thomas Scaria)

La religiosa ha observado cambios graduales en la actitud de la gente después de que las hermanas formaran grupos de apoyo que animan a las devadasi a enviar a sus hijos a la escuela.

Pero eso ha tenido un precio.

Yallurkar dijo que tuvo que enfrentarse a varias amenazas de los jefes de las aldeas por su trabajo con las devadasi, ya que no querían que les arrebatase su medio principal de entretenimiento. Aun así, pudo resistir su oposición porque la ley estaba de su parte.

"Nos echaron literalmente de nuestro antiguo convento porque la gente se resistía a nuestras visitas a las devadasi", recuerda.

El superior de la misión jesuita, el padre Francis Menezes, coincidió al afirmar  que su trabajo entre las devadasi enfrenta una gran resistencia por parte de la comunidad. "Observan nuestros programas con recelo, y siempre hay propaganda engañosa sobre la conversión", declaró a GSR, refiriéndose a los grupos prohindúes que acusan a los misioneros cristianos en la India de utilizar el trabajo social como medio para la conversión religiosa.

Menezes afirmó que su única misión es capacitar a los dalits, las devadasi  y los pobres mediante la educación, no la conversión religiosa.

El superior de la misión jesuita, el padre Francis Menezes, aparece en la foto con el padre Teyol Machado, director del Centro Navachethana de educación no formal de Bijapur. (Foto: Thomas Scaria)

El superior de la misión jesuita, el padre Francis Menezes, aparece en la foto con el padre Teyol Machado, director del Centro Navachethana de educación no formal de Bijapur. (Foto: Thomas Scaria)

Solo pueden continuar el trabajo, dijo, porque algunos políticos y funcionarios admiran la misión.

La hermana Juliet Menezes, de las Siervas de los Pobres, quien dirige el albergue adjunto a Navachethana, afirma que la misión jesuita ha creado Christu bhaktas ("Devotos de Cristo"), pero no cristianos bautizados.

El Gobierno otorga 500 000 rupias (6100 dólares) como incentivo por el matrimonio de la hija de una devadasi y 300 000 rupias por el de sus hijos. También proporciona 300 000 rupias a las devadasi para que construyan sus casas y una pensión mensual de 2000 rupias.

Yallurkar dijo que estos beneficios se otorgan para disuadirles de dedicar a las jóvenes al sistema devadasi, y "está funcionando".

Sunitha More, trabajadora social de Navachethana, afirma que la mayoría de las niñas devadasi no tienen los nombres de sus padres en los registros oficiales. Esto les impide acceder a las prestaciones públicas, como las becas.

Una de ellas es Dadyamma, cuya solicitud para un préstamo educativo al Gobierno no pudo tramitarse porque en el formulario faltaba el nombre de su padre.

"Ni mi madre ni yo sabemos quién es mi padre, pero sé que los padres y las hermanas de la iglesia pueden ayudarme con mi educación y a restablecer mi dignidad", dijo.

Su madre, quien apoya la educación de su hija recogiendo trapos, dijo que aunque ella no tuvo oportunidad de estudiar, no quiere que sus  hijos "corran la misma suerte".