Dios me llama a acompañar a quienes buscan liberarse de sus ataduras

“[En el Centro de Rehabilitación la Rosa] hacemos nuestra la misión de Cristo de acompañar a quienes se sienten esclavizados por sus ataduras [no solo por las adicciones, sino] principalmente por las cargas y heridas que los agobian”: Marifer Icaza, laica consagrada, Instituto Secular de Vida Comunitaria Eliya, en México. (Foto: Unsplash/Pascal van de Vendel)

“[En el Centro de Rehabilitación la Rosa] hacemos nuestra la misión de Cristo de acompañar a quienes se sienten esclavizados por sus ataduras [no solo por las adicciones, sino] principalmente por las cargas y heridas que los agobian”: Marifer Icaza, laica consagrada, Instituto Secular de Vida Comunitaria Eliya, en México. (Foto: Unsplash/Pascal van de Vendel)

Nota de la editora: 'Vida Religiosa en Evolución', nueva serie de Global Sisters Report, explora cómo las hermanas católicas se están adaptando a las realidades de las congregaciones en transición y a las nuevas formas de vida religiosa. Aunque escribimos a menudo sobre estas tendencias, esta serie en particular se enfocará con más detalle en las esperanzas de las hermanas para el futuro.

Visualizo mi llamado como un camino por el que Dios me llevó delicadamente de la mano, paso a paso, con ternura y paciencia. Nací en una familia mexicana católica por tradición, con muy poca formación en la fe. Recuerdo haber ido pocas veces a misa cuando era pequeña, y cuando lo hacía no entendía nada de lo que pasaba, pero me gustaban las canciones. 

Cuando tenía 14 años Jesús me llamó a un primer encuentro con Él en un retiro para adolescentes que marcó mi existencia, y fue entonces cuando sentí por primera vez la mirada de Dios hacia mí. Después de ese retiro me integré a un grupo parroquial, yendo gustosa cada sábado. 

Escuché las palabras 'vocación' y 'consagración' por primera vez en una plática a la que me invitaron. Ahí se encendió un fuego en mi corazón y comenzó a surgir en mí una inquietud.

"Ya faltaba poco para iniciar la universidad, y tenía miedo de que si empezaba, me iba a gustar e iba a querer terminarla, y después Dios ya no me volvería a llamar": Marifer Icaza, laica consagrada, sobre su proceso vocacional

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Hice el proceso vocacional de la arquidiócesis, un camino de fe con duración de un año escolar que coincidió con mi último año de preparatoria y que me permitió aclarar ese llamado para consagrarme a Él. Tuve acompañamiento de una hermana salesiana que me ayudó mucho y me escuchaba con cariño y paciencia. Además fue de mucho consuelo conocer a otras jóvenes que tenían las mismas dudas que yo y que podíamos hablar de inquietudes similares. 

Conocí varias congregaciones, pero en ninguna sentía que encajaba por completo. Fue al final del proceso cuando una llamó mucho mi atención por su espiritualidad, y solicité hacer una experiencia para conocerla más de cerca. 

Sin embargo, ese verano las hermanas de esa congregación no me podían recibir; para que lo hicieran, tenía que esperar unos dos o tres meses y empezar un proceso de discernimiento con ellas. Esta espera me desilusionó mucho, pues yo sentía que no podía esperar tanto tiempo. Ya faltaba poco para iniciar la universidad, y tenía miedo de que si empezaba, me iba a gustar e iba a querer terminarla, y después Dios ya no me volvería a llamar. La angustia se apoderó de mi corazón y desistí en mi búsqueda, así que terminé el proceso vocacional aún en crisis e indecisa.

"He vivido diversos procesos de crecimiento tanto humano como espiritual y Dios me sigue liberando al seguirlo": Marifer Icaza, laica consagrada, Instituto Secular de Vida Comunitaria Eliya en México

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Marifer Icaza (segunda por la derecha), de la Comunidad Eliya, es una socióloga, diplomada en Antropología y certificada en Consejería de Adicciones que ofrece consejería integral en el Centro de Rehabilitación La Rosa, en México. (Foto: cortesía Marifer Icaza)

Marifer Icaza (segunda por la derecha), de la Comunidad Eliya, es una socióloga, diplomada en Antropología y certificada en Consejería de Adicciones que ofrece consejería integral en el Centro de Rehabilitación La Rosa, en México. (Foto: cortesía Marifer Icaza)

Afortunadamente, Dios no dejó de buscarme. Justo una semana antes de comenzar mis estudios, fui a un retiro en donde se presentó la comunidad a la que actualmente pertenezco. Al escucharles sentí una inquietud muy grande. Me llamó la atención la alegría y la fe que proyectaban. Fue durante una Hora Santa que algo diferente pasó en mí, algo que no podía pasar desapercibido. Experimenté una fuerza que me atraía enormemente hacia Él, y por otro lado mis razonamientos estaban a mil por hora debatiéndose en lucha sobre qué hacer. Doblé las manos y percibí que Jesús me había llevado de la mano justo para ese momento, y sabía que necesitaba arriesgarme a pesar de mi miedo. 

Inicié mi formación sin saber mucho acerca de los diversos tipos de vida consagrada, pero poco a poco fuimos conociéndonos y profundizando en nuestro estilo de vida como instituto secular. 

Un instituto secular es una forma de vida consagrada en la que los fieles aspiran a la perfección de la caridad y se dedican a procurar la santificación del mundo, sobre todo desde dentro de él (Código de Derecho Canónico 710). Profesan votos de castidad, pobreza y obediencia. Dado que son múltiples las circunstancias y necesidades de la Iglesia y del mundo, también encontramos formas muy variadas de institutos seculares. Algunos viven solos o con sus familias, o bien como nosotros, llevando una vida en común. Algunos tienen obras propias del apostolado y otros no, dependiendo de sus estatutos. 

"Participamos en el centro vocacional de la arquidiócesis para acompañar a jóvenes en el discernimiento de su vocación. (…) Un encuentro personal con Jesús (…) es vital para que puedan tomar una decisión en libertad":  Marifer Icaza, laica consagrada

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Los miembros de los institutos seculares manifestamos y ejercemos nuestra consagración en la actividad apostólica, y a manera de levadura nos esforzamos por impregnar las realidades que vivimos con espíritu evangélico, para fortaleza e incremento del cuerpo de Cristo.

La Comunidad Eliya  nació en 1981 en la ciudad de Durango, México, con el propósito de llevar la fe a los jóvenes con problemas de adicciones. Nuestro fundador, un laico llamado Rodolfo Ortiz (†), tuvo la experiencia de la adicción. Dios puso los medios para que él se convirtiera e iniciara grupos de oración y alabanza donde asistían los jóvenes y sus familias para recibir la Palabra. Además de esto, se creó un gimnasio para intentar mantenerlos alejados de los vicios y propiciarles un ambiente más sano. 

Posteriormente, ya radicado en la ciudad de Monterrey, se ve que se necesita atender a los jóvenes de una manera profesional. Es entonces cuando algunos hermanos decidieron ir a Tijuana, México, para capacitarse con los Hermanos del Buen Pastor, quienes tienen un centro de rehabilitación. Ahí, los hermanos aprendieron mucho acerca de esta enfermedad.  En el año 1998 nació el Centro de Rehabilitación la Rosa, que ofrece a los usuarios un tratamiento integral en el que se trata el área física mediante una desintoxicación con método naturista, además del área social, familiar, psicológica y espiritual. 

Nuestro carisma como instituto es la libertad y está fundamentado en el misterio Pascual de Cristo que con su pasión, muerte y resurrección nos ha liberado de la esclavitud y de la muerte. Como lema citamos a Lc 4, 16: "El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Él me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y a proclamar el año de gracia del Señor".

Hacemos nuestra la misión de Cristo de acompañar a quienes se sienten esclavizados por sus ataduras, no solo físicamente por una sustancia, sino principalmente por las cargas y heridas que los agobian. 

Otra manera por las cuales Dios nos ha guiado es mediante los ejercicios espirituales de san Ignacio, los cuales practicamos en la vida diaria y difundimos entre jóvenes y adultos. Como comunidad, hemos encontrado mucha riqueza en esta espiritualidad que nos ha ido liberando de manera personal y deseamos seguir compartiendo el amor de Dios que experimentamos en todo lo que nos rodea. Además, participamos en el centro vocacional de la arquidiócesis para acompañar a jóvenes en el discernimiento de su vocación. Creemos firmemente que un encuentro personal con Jesús durante su proceso de discernimiento es vital para que puedan tomar una decisión en libertad que les lleve a vivir en plenitud.

La misión de ser acompañante es algo que he descubierto y abrazado paulatinamente durante mi caminar. He vivido diversos procesos de crecimiento tanto humano como espiritual y Dios me sigue liberando al seguirlo. He enfrentado mis limitaciones para descubrir que la misericordia de Dios es lo único que me ha sostenido durante todo este tiempo. He sido acompañada por varias personas que con su cariño, paciencia, escucha y comprensión me han llevado a conocer al Dios de Jesús, destronando poco a poco las imágenes del Dios que tenía. No es un proceso sencillo, pero sí muy necesario para aprender a caminar con mayor libertad. 

Al recorrer valles y desiertos comprendo que su fuerza es más grande que la mía, su esperanza más grande que mis desilusiones y su riqueza más grande que mi pobreza. En cierta manera, somos lo que elegimos, ¡y yo he elegido al verdadero amor y no me arrepiento!