"Ella, en cambio" sigue siendo un gesto innovador

Oración del beso. (Foto: Pixabay)

¿Cuánto tiempo llevas sin besar y dejarte besar el alma? (Foto: Pixabay)

por Magda Bennásar

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"Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: '¿Ves esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para los pies; ella, en cambio, me ha regado los pies con sus lágrimas y me los ha secado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró no ha dejado de besarme los pies. Tú no me echaste ungüento en la cabeza; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume…'. Le dijo a la mujer: 'Tu fe te ha salvado; vete en paz'".  (Lucas 7, 44-50)

¡Uff, este es uno de esos textos que te ponen la carne de gallina! Me gustaría adentrarnos en lo que esta mujer debía sentir cuando la escena tiene lugar.

Pensemos que el Simón que tenemos dentro representa aquello que nos impide ser libres, felices y abiertas al Espíritu de amor, sin dejarnos vencer por condicionamientos creados por las circunstancias del pasado y del presente. Simón no puede ver a la mujer; la tiene completamente invisibilizada.

La pedagogía de Jesús consiste en ayudar a Simón, símbolo del cumplimiento rígido y a menudo hipócrita de la ley, a descubrir lo femenino y complementario en él, y que se encuentra  invisibilizado, reprimido, ignorado e infravalorado.  

Y le dice: "¿Ves a esta mujer?". Y le enumera, uno a uno, con respeto y destreza, lo que ella tiene y de lo que él carece en abundancia. Jesús dice: "Ella, en cambio…".

Cuéntanos, hermana, ¿qué pasó en ti cuando Él te ponía como modelo de amor? 'Tú, en cambio', eres capaz de llorar de amor agradecido y de soltar lágrimas de emoción por la bondad y ternura que Jesús te comunica a través de su cuerpo y que tú le regalas a través del tuyo. Ahí encuentras tu oriente, tu orientación, tu origen, tu pertenencia y tu destino. 

Jesús se deja ungir por una mujer, incluso cuando la sociedad patriarcal le impedía a ella hacerlo y otorgaba a Él un derecho exclusivo sobre tan femenino gesto. La unción —acariciar zonas significativas del cuerpo, como la frente, las manos, los pies— va más allá de fortalecernos para la misión; es una unción de amor de celibato, de entrega y consagración total al amor primero.

"De 'ella' se ha hablado a lo largo de los siglos. No fue silenciada, no fue invisibilizada, pero sigue siendo anónima. (…) El paso que se nos invita a dar: ¡ponerle nombre a las personas que servimos!": Hna. Magda Bennásar #GSRenespañol #HermanasCatólicas

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'Ella, en cambio', no deja de besarle los pies. Interesante ingrediente para nuestra relación personal con alguien. Hay tantos grados de comunicación a través del beso, un gesto tan común en nuestra cultura. En Bélgica, Francia y Rusia dan tres besos al saludar; no dos, como en España; o un abrazo, como en América y Australia. Siendo tan común, ¿por qué lo obviamos en nuestra relación personal con el Cristo místico que habita en nosotras?

¿Te imaginas no besar a tus sobrinas y sobrinos, a tus hermanas, a tu madre, a tu padre, a tus amigas y hermanas de comunidad? ¿Cuánto tiempo llevas sin besar y dejarte besar el alma? No me lo digas. No me extraña que te cueste orar, porque el silencio solo no basta y porque tampoco basta con leer y repetir lo que otros escribieron. No, no es suficiente.

'Ella, en cambio', no deja de besarle los pies. Te invito a la oración del beso. Muchas y muchos fruncirán el ceño; dirán que se me ha ido un poco la cordura. Tal vez, pero no daremos con la chispa que lo ilumina y caldea todo hasta que incorporemos los sentidos, la sensualidad, a nuestra experiencia de relación con el Cristo místico que habita en nosotras. 

Esa oración íntima, afectiva, es nuestro oriente hacia el amor, y es a partir de ese diálogo de amor que aprendo a besar.

Y cuando besas la piel de Dios en todo, también la besas en todos. Tu mirada se transforma.  

En la iglesia de S. Pedro del centro de Lovaina le enciendo dos velas al padre Damián de Molokai. Él me habla, como Francisco de Asís, de cómo besar a Dios en la piel enferma de los hermanos y hermanas. Este hombre, Damián, captó el misterio del beso y no pudo diferenciar entre besar a Dios y besar a las leprosas y leprosos que le rodeaban. Su vida sigue atrayendo a hombres y mujeres de los cinco continentes. Damián, varón, aprendió a besar a la manera de Dios.

Y nosotras, mujeres consagradas, ungidas, entregadas, ¿cómo es nuestra oración afectiva? 

"Te invito a la oración del beso. (…) No daremos con la chispa que lo ilumina (…)  todo hasta que incorporemos los sentidos (…) a nuestra experiencia de relación con el Cristo místico que habita en nosotras": Hna. Magda Bennásar #GSRenespañol #HermanasCatólicas

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Anoche daba un paseo meditativo por la orilla del mar Cantábrico, donde vivo, y pude percibir como la superficie del mar tranquilo —que en el horizonte se unía con el cielo, con bastantes estrellas— era como una inmensa belleza que no podía sino hablarme del rostro de Dios, del rostro de mis hermanas.

Y profundizando en mi paseo oracional, mi corazón se trasladó a Ucrania, al horror de una guerra, como todas, injusta y cruel. Y pude ver, con los ojos del alma, la piel congelada de nuestras hermanas y hermanos sin electricidad ni agua corriente, con la amenaza continua de bombas y sin lugar seguro donde refugiarse.

Y mi oración de la tarde se convirtió, como tantos otros días, en una ofrenda silenciosa, como una promesa de seguir intentando besar también el dolor de las personas, aunque me rebele y no lo pueda comprender. Y dejé que mis sentidos se serenaran y me adentraran a un silencio contemplativo, donde todo se hace uno y ya no hay más palabras. Es como cuando nuestra hermana del Evangelio expresa con un gesto, un beso, todo lo que lleva por dentro, y solo Él la acoge, devolviéndole su dignidad y su lugar entre las personas que le seguían.

De 'ella' se ha hablado a lo largo de los siglos. No fue silenciada, no fue invisibilizada, pero sigue siendo anónima. Tal vez sea este el paso que se nos invita a dar: ¡ponerle nombre a las personas que servimos! Y qué mejor manera de hacerlo que con un abrazo, un beso, una acogida cálida, aunque sea la hora de ir corriendo a rezar. 

Demos la calidez que la vida consagrada invita y exige; es la diferencia que Jesús nos indica entre la fidelidad de Simón a la ley y lo transgresor de los besos de 'ella'; un gesto que sigue siendo innovador y profético. 

Un maravilloso reto. Una asombrosa invitación.