El sueño de José, óleo de Rembrandt, 1645 o1646. (Foto: Wikimedia Commons/obra de dominio público)
Nota de la editora: Global Sisters Report en español presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones dominicales que nos adentran al camino de Emaús.
«El nacimiento de Jesús, Mesías, sucedió así: su madre, María, estaba comprometida con José, y antes del matrimonio quedó embarazada por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, pensó abandonarla en secreto. Ya lo tenía decidido, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María como esposa tuya, pues la criatura que espera es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a quien llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados". Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del profeta: "Mira, la virgen está embarazada, dará a luz a un hijo que se llamará Emanuel —que significa Dios con nosotros—". Cuando José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado y recibió a María como esposa» (Mateo 1, 18-24).
Llegamos al cuarto domingo de Adviento y está muy próximo el nacimiento de Jesús. Pero el que esperamos no es un niño más sino el mismo Hijo de Dios, hecho ser humano. Por eso Mateo, en su Evangelio, nos muestra que Jesús no es hijo de José, sino del Espíritu Santo. Además, nos deja ver el papel que juega José en el plan de salvación, gracias a la intervención del ángel en sus sueños, en los cuales le pide su colaboración. José acepta decididamente lo que le pide el ángel, recibiendo a María en su casa como esposa.
"Así como José recibió a María en su casa, Adviento nos pide recibir al Niño que nace en nuestra casa, en nuestra realidad, en nuestras comunidades": teóloga Consuelo Vélez
Como Mateo escribe para los judíos, acude constantemente, en su Evangelio, a mostrar que se están cumpliendo las escrituras con esos sucesos que nos cuenta. Por eso relaciona este pasaje con lo dicho por el profeta Isaías sobre la doncella que está embarazada y dará a luz un hijo, el Emanuel, es decir el Dios con nosotros.
Efectivamente Jesús, al hacerse uno de nosotros, vive con su pueblo y comparte su suerte. Y es precisamente por esto que realiza lo que significa su nombre: Jesús es la salvación de Dios que se acerca a los suyos.
Pero ahora ya no es José el que está llamado a colaborar con la obra salvadora de Dios para su pueblo, sino cada uno de nosotros, quienes estamos viviendo este tiempo de Adviento, preparándonos para la venida del Señor. En la medida que le acojamos y mostremos su presencia y acción a través de nuestro compromiso concreto, se hará real la salvación de Dios, no solamente para la vida futura sino para el aquí y ahora que vivimos.
Así como José recibió a María en su casa, Adviento nos pide recibir al Niño que nace en nuestra casa, en nuestra realidad, en nuestras comunidades. De esa manera, muchos podrán reconocer la salvación que él nos regala, haciendo actual y significativa la Navidad que celebraremos muy pronto.
Advertisement
