Un grupo de jóvenes participantes en la última etapa de la travesía del Bel Spoir posa con la Hna. Abir Hanna, coordinadora de la red de monasterios que ha acompañado a los chicos. (Foto: Jesús Marro Sanz, participante en el MED25 Bel Spoir)
En las mismas aguas en las que han muerto más de 1000 personas en lo que va del año, ha navegado durante ocho meses, de marzo a octubre, el Bel Spoir. Estas aguas tienen orillas que se adentran en tierras golpeadas por conflictos tan sangrantes como el de Israel y Palestina, donde confluyen las grandes religiones de la humanidad.
El Bel Spoir es un pequeño buque que acogió a jóvenes procedentes de diversos países de las riberas mediterráneas, con culturas, idiomas, religiones y biografías muy variadas. Hasta 200 jóvenes han participado en las ocho etapas de navegación por el mar Mediterráneo, con escala en 30 ciudades clave de sus costas.
La finalidad fue generar una 'escuela de paz' en la práctica, haciendo experiencia de la riqueza y el desafío de la diversidad a través de la convivencia en el estrecho espacio de un barco.
"El objetivo ha sido crear una comunidad sin diferencias, partiendo del deseo común de la paz. La experiencia que hemos tenido es como un tatuaje de vida; no podemos volver a nuestras realidades sin utilizar lo que hemos aprendido", me cuenta Bochra. Ella es una joven argelina de 27 años que participó en la última etapa, de Nápoles a Marsella. Es médico y forma parte de los Encuentros Mediterráneos desde hace años. A través de ellos llegó a la experiencia del Bel Spoir.
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Los Encuentros Mediterráneos comenzaron en 2020 en Bari, organizados por la Conferencia Episcopal Italiana después de la visita del papa Francisco, quien exhortó a los líderes de las Iglesias cristianas a trabajar por la paz. En su discurso, titulado "Mediterráneo, frontera de paz", Francisco expresó que este mar, al conectar orillas de lugares tan diversos, "obliga a las culturas y los pueblos costeros a una proximidad constante, invitándolos a hacer memoria de lo que tienen en común y a recordar que solo viviendo en armonía pueden disfrutar de las oportunidades que ofrece esta región desde el punto de vista de los recursos, de la belleza del territorio y de las diversas tradiciones humanas".
Cinco años después, como fruto del trabajo realizado en estos encuentros, zarpó el Bel Spoir. El objetivo era mostrar al mundo que la diversidad no divide, sino que puede generar algo nuevo y valioso. Esta fue una de las razones que movió a Jesús, catalán de 31 años y también médico, a embarcarse.
"Siempre he estado abierto a conocer gente de otros lugares, aprender de otras culturas y comprender los conflictos que ocurren en el mundo", explica.
Para Jesús, el barco fue una experiencia más profunda que cualquier teoría: "Ha sido un regalo la confrontación con las personas que han sufrido más". Recuerda, por ejemplo, a un joven de Costa de Marfil que compartió cómo emigró en una embarcación precaria, vio morir gente en el mar y llegó a Italia sin nada: "Convivir tan de cerca con él me hace consciente de que no es algo lejano y de que no somos tan diferentes".
Bochra se expresa en términos similares: "Estas personas se convierten en familia. He recibido mucho amor de gente que no conocía. Creo que todo el mundo tendría que hacer este tipo de experiencia, porque así no habría guerras. Ella está convencida de que muchos conflictos del Mediterráneo encontrarían caminos de solución si conociéramos a las personas concretas que hay detrás de una religión, un idioma o una ideología. Al conocer al otro en profundidad —asegura— descubrimos nuestra identidad común: la de ser personas.
Uno de los elementos fundamentales en el Bel Spoir fue la espiritualidad. Los jóvenes compartieron y aprendieron de la manera en que cada religión concibe a Dios. Hubo espacios de oración y celebración. Descubrieron que Dios une y no separa, porque permite mirar a cualquier ser humano como un hermano. Por esta razón, pudieron dialogar con líderes religiosos de varias confesiones, incluido el papa León XIV, con quien se encontraron en octubre en el puerto de Ostia.
El papa León a bordo del Bel Spoir con los jóvenes participantes. ( Foto: Jesús Marro Sanz, participante en el MED25 Bel Spoir)
La tripulación también contó con el acompañamiento de una red de monasterios de monjas contemplativas de distintos países del Mediterráneo. Cada monasterio asumió una etapa de navegación. Prepararon un tema de reflexión y rezaron por cada uno de los participantes. Además, escribieron cartas personales para ellos.
Nosotras, por nuestra forma de vida, pudimos ofrecer a los jóvenes una mirada profunda sobre la fraternidad y la unidad. Nuestras comunidades son "un laboratorio de búsqueda de la paz", como dijo la hermana Abir Hanna, de la Orden de San Agustín y coordinadora de la red. La vida comunitaria permite entrar en contacto con las heridas de la historia del otro y con la necesidad de reconciliación. Lo que ellos han vivido en pocos días es el objetivo de vida de una comunidad monástica. Por eso, nuestra experiencia fue un faro para la convivencia en el barco.
Para los jóvenes, las cartas y reflexiones de las hermanas fueron un referente espiritual importante. Marro Sanz lo expresa así: "Saber que hay una comunidad religiosa rezando por nosotros me hacía saber que Dios me había puesto ahí por algo".
Las hermanas también recibieron mucho de esta experiencia. Carolina Blázquez Casado, priora del monasterio de la Conversión en Ávila, España, considera que fue "una oportunidad preciosa para ensanchar los espacios de la caridad y compartir los dolores, sufrimientos, alegrías y esperanzas de nuestro mundo". Con sus hermanas preparó el itinerario espiritual de la tercera etapa. Se inspiraron en el diario de Egeria, una monja peregrina del siglo IV que caminó desde Galicia hasta Tierra Santa. Su peregrinación fue un itinerario de paz y comunión entre culturas y pueblos. "Las cartas personales que escribimos han creado vínculos de amistad y cercanía”, añadió la hermana Blázquez, para quien esta red de paz que se está tejiendo entre pueblos, generaciones y credos puede hacer posible un futuro de reconciliación en Europa y el mundo.
Ahora, al finalizar la odisea del Bel Spoir, tanto los jóvenes como las hermanas podemos mirar nuestro mar Mediterráneo, nuestras pequeñas vidas, y la gran comunidad humana del mundo, con unos ojos distintos. Los jóvenes lo han expresado con claridad: si es posible crear una verdadera comunidad entre personas tan diversas en el limitado espacio de un barco, es posible hacerlo también en otros espacios. Es una luz pequeña en medio del mar, pero confiamos en su potencia transformadora. Continuamos navegando, en las aguas del día a día, manteniendo vivo el deseo de la paz.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 28 de noviembre de 2025.
