
Pequeños diseños incorporados en el trabajo de tejido de Lourdes Munguía realizado en un telar. ( Foto: cortesía Lourdes Munguía)
Hace algún tiempo, en un momento de transición personal, aprendí a telar con una mujer indígena originaria de Oaxaca [México]. Ella me enseñó no solo a tejer los hilos, sino a entretejer los colores de mi vida. En ese tiempo yo sentía mi vida rota, pero ella me mostró cómo repararla.

Percibo que hay una hermosa metáfora de nuestra vida religiosa en el telar de cintura. Es una manera tradicional de crear con las propias manos entretejiendo colores y sentires.
Primero se urden los hilos. Se montan en una estructura, hilo por hilo. Esto se hace con paciencia, para ir descubriendo lo que los hilos quieren expresar. Se empieza a soñar lo que la nueva pieza será y los colores comienzan a entremezclarse.
En este ejercicio de descubrir los diferentes colores de la vida, se van desvelando también mis propias oscuridades y claridades que juntas me hacen ser lo que soy. Es un tiempo que me permite descubrir y empezar a dialogar con esos colores tan diversos que componen la vida, reconociendo y reconciliándome con mis propias sombras. Este proceso no se vive solamente durante la formación inicial, sino también en momentos específicos de nuestra vida que nos permiten recrearnos como personas, como consagradas, como hermanas.

Hilos azules entretejidos en el telar de Munguía. (Foto: cortesía Lourdes Munguía)
Después se montan los hilos en el telar, que para ojos externos es solamente un conjunto de palos. Sin embargo, es esa estructura la que permite a los hilos entretejerse. Cada persona vive un proceso interno que no es visible a las demás. Tiene una parte de misterio, en la presencia de Dios que sostiene. Es un proceso que no podemos juzgar desde el exterior, porque no lo conocemos. No es posible comprender cómo Dios nos acompaña con ternura a cada una. La confianza en Dios es la única manera. Él camina con paciencia y ternura con su pueblo y con cada una de nosotras.
Luego viene la paciencia para construir la alzadera, un paso muy importante. Estos son hilos que van de un lado a otro y guían cuáles hilos van arriba y cuáles abajo. Este trabajo requiere paciencia y mucha atención. Cuando se hace bien, permite que el telar avance sin problemas. Sin embargo, varias veces me ha tocado rehacer la alzadera para poder iniciar el tejido.
En nuestra vida consagrada hay momentos en que la alzadera —los hilos de nuestra vida— se enredan un poco o mucho y es necesario hacer un alto y volver a construirla, creando una nueva estructura que dé sentido a nuestra consagración. Creo profundamente que a veces es necesario volver a releer y a recrear el origen, la motivación esencial que nos regala Dios a través nuestra vocación personal.

Hilos azules entretejidos en el telar de Munguía. (Foto: cortesía Lourdes Munguía)
Después de esta revisión, solamente entonces será posible comenzar a telar. Aunque el proceso se inició mucho antes, es hasta ahora que la persona se sienta, amarrando el telar desde un árbol o alguna columna fija y, en el otro extremo, a su cintura. Para mí, sentarme en el telar es hacer un alto, enraizarme para poder sostener con fuerza el telar y permitir que los hilos puedan ir pasando poco a poco. Si no estoy bien sentada, la tensión de los hilos cambia y el tejido no es parejo, por ello es importante hacer consciencia y estar presente en el aquí y el ahora, en la energía de la Madre Tierra que nos abraza. A veces necesitamos hacer un alto que nos permita volver a enraizarnos. Esto es esencial para redescubrir el sentido de la vida,y anclarnos en lo que es verdaderamente importante.
Una vuelta tras otra, la alzadera guía el sentido de los hilos llamados lisos, combinándolos para dar identidad a la pieza que se hace. El hilo de la trama pasa de un lado a otro, sin hacerse notar, escondido y sosteniendo los lisos, para que se hagan una sola pieza. En cada vuelta, avanza poco a poco el tejido. Como en la cotidianidad de nuestra vida, es la presencia silenciosa y encubierta de Dios la que nos sostiene y da identidad a nuestro ser. Así construimos nuestra propia identidad, que no es estática o terminada, sino que se va construyendo y reconstruyendo en lo sencillo de la vida, en los pequeños rituales, en la alegría y la tristeza, en la paz y las tensiones.
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Recuerdo cómo en un momento le pedí a mi maestra que me enseñara a hacer grecas en el telar. Ella me enseñó a hacer pequeños maíces explicándome que el maíz significa la vida. Creo, entonces, que a través de mi tejido, fui también reconstruyendo mi propia vida, resignificando mi vocación y acogiendo la misión que Dios me regalaba en ese momento. El telar se convirtió en una expresión de mi reconstrucción personal, en un sacramental de la terquedad de Dios que siguió apostando por mi vida. Lo que, en un principio yo percibía como roto en mi vida, fue tomando sentido en una resurrección expresada en el telar, en sus colores, en su firmeza, en su belleza.

Lourdes Munguía trabaja en un telar de cintura. (Foto: cortesía Lourdes Munguía)
Un telar no se acaba rápidamente, tiene su ritmo y su tiempo. Tal vez como el telar, nosotros también necesitamos tiempo para el silencio, para enraizarnos, para soñar, para despedirnos y para sostener la vida. No es posible vivir a plenitud si queremos saltarnos los tiempos y los espacios.
Creo que en muchos momentos luchamos por permanecer en situaciones difíciles. Sin embargo, el telar me ha enseñado que permanecer no es quedarse detenida; es vivir una espiritualidad encarnada, una nueva creación, aprendiendo a vivir desde la certeza que cada tiempo es un tiempo de Dios que nos recrea.
Entretejer la vida es permitir a Dios soñarnos hermanas, 'maternarnos' para aprender a cuidar a sus anawim [aquellas personas que son especialmente queridas por Dios por su condición de humildad y necesidad] con amor incondicional, 'artesanarnos' ( moldearnos), hasta transformarnos en una obra de su corazón que nos permite expresar en nuestra manera de vivir, la ternura de un Dios que se inclina hacia su pueblo.
Nota: Este artículo, escrito originalmente en español, fue publicado primeramente en inglés el 10 de octubre de 2025.