
(Foto: Unsplash/JF Martin)

"El Espíritu nos hace ver todo de un modo nuevo, según la mirada de Jesús", dijo el papa Francisco en la solemnidad de Pentecostés, el 5 de junio de 2022. Es ese mismo Espíritu quien nos impulsa a la vida, la libertad, la alegría y la esperanza.
En Cuba, como en tantos otros países del mundo, seguimos necesitando el soplo del Espíritu, el aliento de vida, la Santa Ruah que nos renueva, nos mueve y nos sigue invitando a abrazar la esperanza. Vivimos tiempos difíciles y complejos en una isla donde lo esencial se ve cada vez más afectado, y el ambiente se impregna con mucha desilusión y desesperanza. Parecen "envolvernos redes de muerte" (cf. Sal 114), y la vida se hace imposible. Sin embargo, el viento del Espíritu "sopla donde quiere" (cf. Jn 3, 8) y sigue presente, sin duda alguna, en medio de nuestra realidad.
Lo he visto en nuestras calles: en las madres que no se cansan de buscar y desear lo mejor para sus hijos y que siguen levantándose temprano para llevar el alimento a la mesa. En los trabajadores que después de largas horas de espera, calor y filas interminables para llegar a sus centros laborales, aún te tratan con amabilidad y te regalan una sonrisa. En los abuelos y abuelas que llevan a sus nietos a la escuela, que juegan con ellos, que los escuchan y los tratan con ternura.
Lo he visto en nuestros barrios, en los vecinos que se tratan como familia, que están pendientes unos de otros. En la generosidad de quien comparte lo poco que tiene para que la otra persona tenga también. En los niños que corren, sueñan y ríen, necesitando tan poco para ser felices.
Lo he descubierto al interior de los hogares, en quienes mueven, sostienen y alientan la creatividad de otros y no se dejan vencer por las dificultades. En los que creen y 'resuelven' con lo que hay, en los que animan a otros con su buen humor, conversando en el portal y saludando a los que pasan.
"En Cuba seguimos necesitando el soplo del Espíritu que nos renueva, nos mueve y nos sigue invitando a abrazar la esperanza. Vivimos tiempos difíciles donde el ambiente se impregna con mucha desilusión": Hna. Daylenis Lara Rodríguez
Intuyo al Espíritu en los corazones de quienes se atreven a amar, a levantarse cada día dando lo mejor de sí en el sitio en que se encuentran. En la resiliencia silenciosa. En la conciencia creciente. Incluso en la queja que, al poner palabras al dolor, también revela el anhelo de vida.
Siento su presencia en la belleza de la creación: en el cielo, en el mar, en el sol, en la brisa. Siento la cercanía del Dios-Amor —quien nos habita, nos rodea y se hace presente— en quienes trabajan por una Cuba más viva
También lo encuentro en la Iglesia, en las pequeñas comunidades sostenidas por la fe firme de mujeres que el paso del tiempo solo ha podido fortalecer. En la presencia discreta de una vida religiosa que escucha, que camina con la gente, que atiende a los mayores, que regala alegría y esperanza a los niños, que abre espacios a los jóvenes, que pone voz muchas veces donde otros muchas veces callan. En tantos sacerdotes 'con olor a oveja' que llegan a los rincones más pobres, a las "periferias humanas y existenciales", para llevar la Palabra, el Pan de Vida, y el aliento del Espíritu.
El Espíritu ya está entre nosotros y nosotras en Cuba y en cada rincón de este mundo. Solo necesitamos abrirnos a su acción misteriosa en nuestras vidas. Abrir nuestros ojos, la mente, el corazón, para acoger ese 'aliento de vida' que ya habita en nuestro interior. Solo necesitamos dejarnos transformar desde dentro por la 'fuente de la vida y el amor', y desde ahí abrir nuestro corazón al mundo, a quienes nos rodean, a una realidad que solo cambia cuando nos transformamos desde dentro.
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Que esta celebración de Pentecostés nos encuentre con el corazón abierto, dispuestas y dispuestos a abrirle paso al Espíritu, a acogerlo, a dejarlo ser en nuestras vidas; y con él, abrazar la esperanza de un presente más luminoso, de una Cuba más viva, de un mundo mejor que ya comienza a gestarse en lo más profundo de nuestro interior.
Fruto de mi oración personal, comparto este salmo, con el que habitualmente invoco al Espíritu:
Sé que me llenas de vida,
Sé que acompañas mi ahora,
Sé que pones en mis manos
Toda tu fuerza creadora.
Inundas mi ser de gozo,
Derramas en mí tu fuego,
Tu fuerza me hace capaz
De vencer todos mis miedos.
Alientas todos mis pasos,
Renuevas mi ser entero,
Llenas todas mis mañanas
De dicha y de sueños nuevos.
Haces en mí, maravillas,
Aunque a veces no las veo.
Me abro a Ti, Santo Espíritu,
Acogerte es mi deseo.