
El milagro de los panes y los peces, óleo de Lambert Lombard, entre 1535 y 1560. (Foto: Wikimedia Commons/obra de dominio público)
Nota de la editora: Global Sisters Report en español presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones dominicales que nos adentran al camino de Emaús.

«Él los recibió, les habló del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser curados. Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: "Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto". Él les respondió: "Denles de comer ustedes mismos". Pero ellos dijeron: "No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente". Porque eran alrededor de cinco mil hombres. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: "Háganlos sentar en grupos de cincuenta". Y ellos hicieron sentar a todos. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas» (Lucas 9, 11b-17).
En la fiesta del Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, el texto de la multiplicación de los panes ilumina muy bien lo que celebramos. Si en la vida histórica de Jesús los evangelistas relatan este milagro (el Evangelio de Mateo lo hace una vez y el de Marcos, dos veces), mostrando la abundancia del Reino, el Cristo resucitado se ha quedado entre nosotros bajo las dos especies, dando y dándose, para que su presencia sacie todas nuestras necesidades y todavía sobre para compartir el don de su presencia a todos los que nos rodean.
Pero convendría profundizar sobre el misterio eucarístico para no desvirtuar su significado más profundo. Algunas veces se ha caído en una vivencia intimista, individualista, que no permite ver la dimensión social de la eucaristía, dimensión que tiene que ver con la suerte de los pobres y la transformación de todas las realidades que les afectan. En el texto del Evangelio sabemos que la gente que sigue a Jesús está con hambre y los discípulos le aconsejan a Jesús la solución más fácil y efectiva: que se devuelvan a sus pueblos y allí busquen el alimento que necesitan.
"Algunas veces se ha caído en una vivencia intimista que no permite ver la dimensión social de la eucaristía, que tiene que ver con la suerte de los pobres y la transformación de todas las realidades que les afectan": teóloga Consuelo Vélez
Pero Jesús no piensa de esa manera. Por el contrario, compromete a sus discípulos a atender la situación con sus propios medios. Ellos le explican que no tienen prácticamente nada de comida, solo cinco panes y dos peces. Pero Jesús, con gestos claramente eucarísticos, multiplica el pan y, a través de sus discípulos, logra saciar el hambre de la multitud. En la versión de Mateo se dice que comieron 5000 hombres, sin contar mujeres y niños (14, 21).
Efectivamente, la eucaristía no habla solamente del Cielo sino de la Tierra, no solo de un alimento espiritual, sino también material,; no de una experiencia que nos saca del mundo, sino que nos compromete con él. Esto porque el pan eucarístico es signo del Reino de Dios, y este significó, como lo dice el inicio del Evangelio que hoy estamos considerando, “el devolver la salud a los que tenían necesidad de ser curados”, “el dar pan a los que lo necesitaban”. Jesús no anunció un reino para la otra vida sino la buena noticia de “la liberación de los cautivos, el devolver la vista a los ciegos, dar la libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor” (Lc 4, 18-19).
Renovemos nuestro amor a la eucaristía actualizando las consecuencias sociales que implica conmemorar esta fiesta. En tiempos de injusticia social en tantas partes del mundo, la eucaristía ha de ser voz profética que llame a la solidaridad con los más pobres de cada tiempo presente, con las víctimas de la hambruna por el acaparamiento de los bienes en pocas manos y por la irracionalidad de las guerras que impiden que llegue la ayuda humanitaria para las víctimas.