
Los segadores, óleo de Pieter Brueghel, el Viejo, 1565. (Foto: Wikimedia Commons/obra de dominio público)
Nota de la editora: Global Sisters Report en español presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones dominicales que nos adentran al camino de Emaús.

«Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: 'Que descienda la paz sobre esta casa!'. Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: 'El Reino de Dios está cerca de ustedes'. Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: '¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca'. Les aseguro que, en aquel día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad". Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre". Él les dijo: "Yo veía a satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder de caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo"» (Lucas 10, 1-12.17-20).
'La mies es mucha y los obreros pocos' es la razón que Jesús da a estos setenta y dos para que vayan a todas las ciudades a anunciar el reinado de Dios. Él ya había enviado a los Doce (capítulo noveno de Lucas), ese grupo más reducido y más cercano, pero ahora amplía las fronteras para que el mensaje llegue a todos y, de alguna manera, se vaya preparando el lugar para cuando Jesús vaya.
Ahora bien, la misión no es fácil y Jesús se los anticipa. El reino de Dios encuentra muchas resistencias, de ahí que van como ovejas en medio de lobos. Precisamente por esa realidad, han de ir —diríamos hoy— 'ligeros de equipaje', 'sin dinero, sin alforja, sin calzado', y con la decisión de no distraerse en otras cosas, porque en verdad apremia el anuncio del Reino. Ese podría ser el sentido de no detenerse a saludar a nadie, yendo con la libertad de ser acogidos por algunos —a quienes les podrán ofrecer la paz— y rechazados por otros, frente a los cuales han de seguir de largo.
"[Lucas 10, 1-12.17-20] ilumina nuestra realidad actual [...]. A pesar de los males que constatamos, existe también mucha bondad, mucha gente comprometida con la construcción de la justicia y la paz": teóloga Consuelo Vélez
Precisamente porque la mies es mucha, se hace urgente anunciar el Reino y curar a los enfermos; es decir, realizar las mismas acciones de Jesús para transformar la realidad que se vive. Recordemos que la enfermedad, en tiempos de Jesús, no solo se entendía desde lo físico sino como señal de algún pecado cometido por el enfermo o por su familia. Jesús, con sus curaciones, está cambiando esa concepción, mostrando al Dios que no castiga y, por el contrario, ofrece la transformación de las realidades de dolor que padecen.
El texto nos deja ver que los setenta y dos fueron a realizar la misión como Jesús les había dicho y volvieron llenos de gozo, contando que 'hasta los espíritus se les sometían'. Ante eso Jesús vuelve a orientar el sentido de la misión. Esta no debe llevarlos a la vanagloria por los logros alcanzados sino a la alegría por estar realizando la misión encomendada. Eso, en otras palabras, es tener los nombres escritos en el cielo y estar viviendo su seguimiento con la disposición y generosidad que implica.
Este texto ilumina también nuestra realidad actual, porque el mundo sigue siendo un campo capaz de dar buenos frutos. A pesar de los males que constatamos, existe también mucha bondad, mucha gente comprometida con la construcción de la justicia y la paz. En ese contexto, el anuncio de la buena nueva del Reino tiene mucha posibilidad de fructificar. Esforcémonos por anunciar el Evangelio de manera significativa para nuestro presente, de tal forma que las personas puedan encontrar la alegría del Reino y, por qué no, muchas se animen al seguimiento de Jesús, contribuyendo a conseguir una cosecha abundante.