
La pesca milagrosa, tapiz de Rafael Sanzio, 1519. (Foto: Wikimedia Commons/obra de dominio público)
«Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos también nosotros". Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron: "No". Él les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán". Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el Señor!". Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban solo a unos cien metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar". Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: "Vengan a comer". Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: "¿Quién eres?", porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos. Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?". Él le respondió: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis corderos". Le volvió a decir por segunda vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". Él le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". Le preguntó por tercera vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?". Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: "Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas. Te aseguro que cuando eras joven tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras". De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: "Sígueme"» (Juan 21, 1-19).
La experiencia de resurrección se va mostrando en las sucesivas apariciones que los Evangelios nos van presentando. Este texto de Juan, por una parte, nos muestra la desilusión vivida por los discípulos de Jesús después de su muerte, a tal punto que retoman su antigua profesión de pescadores y se disponen a seguir sus vidas. Pero justamente realizando tal labor, las cosas no salen como esperaban. La pesca no logra ser satisfactoria. Entonces se les aparece Jesús, y es Juan quien lo reconoce: “Es el Señor”. Y será Pedro el que se lanza con toda decisión hacia su encuentro.
"Estas apariciones de Jesús a los suyos siempre nos hablan directamente a nosotros, sus actuales seguidores. Estamos llamados a apoyarnos en su llamada, en el alimento que siempre nos brinda para llevarla a término": teóloga Consuelo Vélez
Jesús les invita a tirar las redes nuevamente y en ese momento la pesca es abundante. El encuentro con el resucitado les devuelve los frutos abundantes de la pesca y Jesús les invita a traer los peces para cenar con ellos, alrededor de las brasas, con los panes que ya Jesús estaba preparando. El contexto no puede ser más claro de una cena, como las que ya habían vivido con Jesús y, por eso, nadie se atreve a preguntar nada, porque en el fondo todos saben que es el Señor.
En ese ambiente se da el diálogo entre Jesús y Pedro, sobre el amor que Pedro dice profesarle y la misión que Jesús puede encomendarle por ese mismo amor confesado en voz alta. Por tres veces Jesús le pregunta si lo ama, Pedro le responde afirmativamente e incluso acude a decirle que Jesús lo sabe todo, por tanto, puede constatar la sinceridad de su respuesta.
El que la pregunta y la misión se repitan tres veces, podrían rememorar las tres negaciones de Pedro, totalmente superadas por el acontecimiento que aquí se está viviendo. El texto termina con las palabras de Jesús hacia Pedro diciéndole que si antes él iba a donde quería, el seguimiento le implicará ir a donde no quiere. Posiblemente se está hablando de su martirio.
Estas apariciones de Jesús a los suyos siempre nos hablan directamente a nosotros, sus actuales seguidores. Estamos llamados a apoyarnos en su llamada, en el alimento que siempre nos brinda para llevarla a término, en la disposición generosa para seguirle, aunque tantas veces nos lleguen las incomprensiones y los miedos.
El Señor resucitado nos promete su fidelidad y nos da la libertad necesaria para responderle con toda nuestra vida. Ojalá el Señor encuentre en esta pascua más corazones generosos, dispuestos a amarle, seguirle y servirle. De esa manera su Buena Noticia podrá seguir llegando a muchas generaciones hasta el final de los tiempos.