Arresto de san Juan Bautista, óleo de Reynaud Levieux, 1667. (Foto: Wikimedia Commons/obra de dominio público)
Nota de la editora: Global Sisters Report en español presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones dominicales que nos adentran al camino de Emaús.
«Juan oyó hablar en la cárcel de la actividad del Mesías y le envió este mensaje por medio de sus discípulos: "¿Eres tú el que había de venir o tenemos que esperar a otro?". Jesús respondió: "Vayan a contar a Juan lo que ustedes ven y oyen: los ciegos recobran la vista, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres reciben la Buena Noticia; y, ¡feliz el que no tropieza por mi causa!". Cuando se fueron, se puso Jesús a hablar de Juan a la multitud: "¿Qué salieron a contemplar en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿Qué salieron a ver? ¿Un hombre elegantemente vestido? Miren, los que visten elegantemente habitan en los palacios reales. Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿Un profeta? Les digo que sí, y más que profeta. A este se refiere lo que está escrito: 'Mira, yo envío por delante a mi mensajero para que te prepare el camino'. Les aseguro, de los nacidos de mujer no ha surgido aún alguien mayor que Juan el Bautista. Y, sin embargo, el último en el Reino de los cielos es mayor que él"» (Mateo 11, 2-11)
El domingo pasado señalábamos la novedad del Reino que nos trae Jesús y se nos invitaba a responder afirmativamente. En el Evangelio de hoy, a raíz de la pregunta que Juan el Bautista le hace a Jesús a través de sus discípulos, de si él es el Mesías o se ha de esperar a otro, podremos desglosar mejor en qué consiste la novedad que Jesús nos trae.
Jesús responde a los discípulos de Juan que los ciegos recobran la vista, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres de les anuncia la Buena Noticia. En otras palabras, el Reino que trae Jesús consiste en la transformación de todas las realidades que están mal para que sean portadoras de bien. Por tanto, el Evangelio de Jesús no es un mensaje de resignación ante el mal que se padece, sino de acción transformadora para que las situaciones cambien.
"Este tiempo de Adviento nos sigue invitando a abrirnos a la novedad del Reino y a comprometernos con la transformación de las situaciones que vivimos, porque sí el Mesías llega, todo se transforma": teóloga Consuelo Vélez
Como vemos, Jesús no responde a los enviados con un sí o un no, sobre si él es el Mesías, sino que los remite a las obras que realiza. Esto está en consonancia con lo que tantas veces decimos de la necesidad de obras para testimoniar que la fe no es alienante sino movilizadora de un compromiso con la realidad. Sin embargo, Jesús es consciente de que estas obras molestan a los que no quieren que nada cambie, tal vez para no perder sus privilegios. Por eso les añade una frase contundente: “Feliz el que no tropieza por mi causa”.
Se esperaría que esas obras fueran acogidas por todas las personas y se comprendiera fácilmente que el reino de Dios está llegando. Pero no es así. Para algunos, la fe no ha de relacionarse especialmente con la realidad, como ya dijimos, porque no les interesa que nada cambie, ya que no quieren desinstalarse ni les interesa el bien de los demás.
Jesús acude también a realzar la figura de Juan el Bautista invitándoles a contemplarlo en su autoridad profética y reconociéndolo como tal. Y precisamente, alabando su grandeza, les invita a abrirse a la novedad que trae su predicación mostrando la distancia entre el mayor de los profetas del Antiguo Testamento, representado en ese momento por el Bautista, y la predicación que se instaura con Jesús, donde el menor de los seguidores del Reino es más importante que Juan el Bautista.
En definitiva, este tiempo de Adviento nos sigue invitando a abrirnos a la novedad del Reino y a comprometernos con la transformación de las situaciones que vivimos, porque sí el Mesías llega, todo se transforma.
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