Hermanas del Ángel de la Guarda arriesgan su seguridad para ayudar a migrantes en frontera de México

La hermana del Ángel de la Guarda Eligia Ayala Molina, en el centro, camina con los migrantes alrededor de las vías del tren vecino.

La hermana del Ángel de la Guarda Eligia Ayala Molina, en el centro, camina con los migrantes alrededor de las vías del tren vecino. (Foto: Lisa Kristine)

por Traducido por Helga Leija

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La hermana del Ángel de la Guarda Lorena Hernández Jiménez aún recuerda uno de sus primeros casos como coordinadora de la oficina de refugiados en el refugio de la frontera entre México y Guatemala.

Dos hermanas, de 26 y 34 años, pasaron por el refugio que cinco hermanas del Ángel de la Guarda supervisan en Ixtepec (México). Las jóvenes huían de la extorsión de las pandillas de El Salvador. Hernández Jiménez les estaba ayudando a tramitar su solicitud de asilo, lo que incluía ver las fotos que se habían hecho después de que los miembros de la banda les dieran una paliza.

Todo comenzó con la extorsión: una banda local exigió a las hermanas que les pagaran 50 dólares a la semana. Cuando la hermana menor alegó que no tenía suficiente dinero para pagar, los hombres la llevaron al piso de arriba.

“La destrozaron por completo, desnudándola y golpeándola 15 veces con un bate de béisbol en la espalda”, dijo Hernández Jiménez.

Más tarde, le ocurrió lo mismo a su hermana. Cuando la pandilla se enteró de que las hermanas les habían denunciado a la policía, empezaron a amenazar a sus hijos.

Pero en el refugio tenían argumentos sólidos para solicitar asilo, con fotos de sus heridas como prueba y las continuas amenazas a su familia.

Para muchos migrantes que se dirigen al norte desde Centroamérica, especialmente los que buscan asilo, el refugio de las hermanas del Ángel de la Guarda en la frontera es una parada crucial. 

La Hna. María Elena Cordero Duarte visita a los migrantes varones en su habitación de literas en el Albergue Hermanos en el Camino de Ixtepec, México. Los hombres y las mujeres tienen habitaciones separadas.

La Hna. María Elena Cordero Duarte visita a los migrantes varones en su habitación de literas en el Albergue Hermanos en el Camino de Ixtepec, México. Los hombres y las mujeres tienen habitaciones separadas. (Foto: Lisa Kristine)

En el Albergue Hermanos en el Camino los migrantes que reúnen los requisitos para solicitar asilo pueden quedarse durante meses; otros se quedan unas pocas noches, utilizando los recursos del albergue para curar sus heridas, utilizar el laboratorio informático, hacer llamadas, cortarse el pelo y recibir ropa nueva, y comer unos cuantos alimentos. 

Pero para las hermanas, el refugio es más que un centro de recursos o una cama para pasar la noche; es una oportunidad para prevenir la trata e identificar a quienes puedan haberla sufrido en su ruta, ya que los inmigrantes son especialmente vulnerables a la explotación.

“Este espacio, sobre todo, es una vía para las víctimas [de la trata], pero en gran medida para su prevención”, afirmó la hermana del Ángel de la Guarda Carmela Gibaja Izquierdo, coordinadora de Red Ramá, la iniciativa de las hermanas contra la trata en Centroamérica. Aunque Gibaja Izquierdo reside en El Salvador, colabora estrechamente con el albergue y lo visita con regularidad.

Para muchos migrantes que se dirigen al norte desde Centroamérica, especialmente los que buscan asilo, el refugio de las hermanas del Ángel de la Guarda en la frontera es una parada crucial. 
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“Aquí es donde les ayudamos a orientar su viaje, mostrándoles qué deben tener en cuenta, a dónde ir después, cómo cuidar de sí mismos”, explica Gibaja sobre sus esfuerzos contra la trata y añadió: “Algunos ya han sido víctimas [de la trata] de algún modo, así que les ayudamos a recuperarse de la experiencia”. Las hermanas notifican al Gobierno si la persona ha sufrido trata, al tiempo que ofrecen los servicios psicológicos del refugio.

Procedentes en su mayoría de Honduras, El Salvador o Guatemala, quienes viven en el centro a la espera de obtener el estatus de refugiado comparten una historia común: escapar de la violencia de las pandillas. A veces, la amenaza es la intimidación selectiva o el reclutamiento de sus hijos en las pandillas.

Una mujer que vive en el albergue con su familia contó a Global Sisters Report que las pandillas de El Salvador habían amenazado a su marido, un policía, quien se negó a entregarles sus armas. Tras las amenazas dirigidas a sus hijos, la pareja huyó con sus hijos pequeños a cuestas. Su hija llegó desnutrida, mientras que la mujer necesitaba servicios psicológicos por el trauma del viaje.

“Para trabajar con esta población, esto tiene que ser tu vocación porque es increíblemente difícil trabajar con personas que vienen con antecedentes traumáticos”, dijo Hernández Jiménez.

La hermana del Ángel de la Guarda Lorena Hernández Jiménez visita a una voluntaria en la cocina del Albergue Hermanos en el Camino en Ixtepec, México. Poner al día la cocina es una prioridad para el albergue, dijo, ya que a menudo se calienta demasiado para los que tienen que trabajar cerca de las ollas

La hermana del Ángel de la Guarda Lorena Hernández Jiménez visita a una voluntaria en la cocina del Albergue Hermanos en el Camino en Ixtepec, México. Poner al día la cocina es una prioridad para el albergue, dijo, ya que a menudo se calienta demasiado para los que tienen que trabajar cerca de las ollas. (Foto: Lisa Kristine)

“La gente quiere que desaparezcan”

El estado de Oaxaca, donde se encuentra el refugio, tiene uno de los índices más altos de analfabetismo y pobreza extrema, y la ciudad de Ixtepec —con una población de unos 24 000 habitantes— se ha convertido en uno de los centros favoritos de la delincuencia organizada, que encuentra en los migrantes un blanco fácil, informaron  las hermanas.

El padre Alejandro Solalinde, fundador del albergue, empezó a atender a los inmigrantes de La Bestia, el tren de mercancías en el que los inmigrantes vienen regularmente a la ciudad. Aquí, Solalinde daba de comer y charlaba con los inmigrantes a medida que iban llegando. Finalmente, encontró un terreno cercano donde supervisaría la construcción del refugio con el apoyo de las hermanas.

Más de 400 inmigrantes durmieron en el albergue la primera noche que abrió en febrero de 2007 y, según su sitio web, acoge a 20 000 al año. Hoy, con 160 camas, el refugio puede alojar  hasta 600 personas por noche, cuando acogen grandes caravanas, si cubre el patio con colchones. Quienes solicitan el estatus de refugiado tienen su propio alojamiento, ya que este régimen es a largo plazo, y sus hijos asisten a una escuela local durante toda su estancia.

El tren de mercancías dejó de ser el medio de transporte elegido en 2014, tras la aprobación por parte de México del Programa Frontera Sur que impedía a los migrantes viajar seguros en él, sin riesgo de ser entregados. Hasta entonces, las hermanas acudían a las vías hasta las 2 de la madrugada para recibir a los recién llegados, registrarlos en el refugio y ofrecerles comida y atención médica.

“Hay que proteger estos refugios porque la gente quiere que desaparezcan”: Hna. Concepción Marroquín, del Ángel de la Guarda, sobre la hostilidad hacia los migrantes centroamericanos en México. #GSRenespañol #SolidaridadConLosMigrantes #HermanasCatólicas

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Ahora, los migrantes llegan a caminar hasta 120 kilómetros (75 millas)  para llegar al albergue, exponiéndose a mayores riesgos en el camino, como agresiones físicas o sexuales, extorsión y secuestro por parte de las pandillas, así como de las autoridades públicas.

“Hay que proteger estos refugios porque la gente quiere que desaparezcan”, afirma la hermana del Ángel de la Guarda Concepción Marroquín Nolasco, una de las primeras que ayudó en el refugio cuando abrió sus puertas. “Algunos refugios han sido incendiados, pero en realidad eso es más peligroso para la comunidad, porque entonces los migrantes se quedan sin ningún lugar adonde ir y pueden ser reclutados por pandillas o para vender drogas, o se convierten en víctimas de la trata”, expresó. 

Según una encuesta realizada por The Washington Post y el periódico mexicano Reforma, seis de cada diez mexicanos afirman que los migrantes son una carga para su país, y casi el mismo número de encuestados apoya la deportación de los que atraviesan México para llegar a Estados Unidos. Solo el 7 % cree que México debería ofrecer la residencia a los inmigrantes centroamericanos que se dirigen a EE. UU.

“En este caso concreto, los vecinos no nos quieren porque piensan que los inmigrantes son delincuentes, así que hay mucho miedo en torno al albergue”, explica Marroquín Nolasco y añade: “Y tristemente sí, a veces cometen delitos… pero basta una persona para que todos los inmigrantes sean tachados de delincuentes”.

Antes de 2014, el tren de carga, conocido comúnmente como la Bestia, era una forma popular de transporte para que los migrantes llegaran al Albergue Hermanos en el Camino en Ixtepec, México.

Antes de 2014, el tren de carga, conocido comúnmente como la Bestia, era una forma popular de transporte para que los migrantes llegaran al Albergue Hermanos en el Camino en Ixtepec, México. (Foto: Lisa Kristine)

La lentitud de la búsqueda de asilo

Las hermanas del Ángel de la Guarda que dirigen el albergue pertenecen a Red Rahamim, iniciativa mexicana de hermanas contra la trata de personas que les proporciona información sobre noticias locales de interés y formación. (Red Rahamim es miembro de Talitha Kum, la red internacional de hermanas contra la trata). 

Cuando llegan, los inmigrantes pasan dos entrevistas con voluntarios antes de que la hermana Hernández Jiménez, como coordinadora de la oficina de refugiados, les ayude a rellenar los papeles. A continuación, los acompaña al Instituto Nacional de Migración, a unos 65 kilómetros de distancia.

“Con estos primeros pasos dados, pueden sentirse seguros sabiendo que, pasando por el proceso, no pueden ser detenidos”, dijo.

El Instituto Nacional de Migración funge como intermediario entre el albergue y la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), que oficialmente lleva a cabo el proceso pero no tiene oficinas cercanas con las que la hermana Hernández Jiménez pueda trabajar directamente. Por eso, es una acción lenta: cada solicitud puede tardar hasta cuatro meses en tramitarse.

En el momento de la entrevista, la hermana Hernández Jiménez manifestó que solo se concede asilo a una de cada 10 personas. Aquellos cuyos resultados son negativos acuden a una oficina de defensa, donde un equipo de abogados se encarga de su caso, a menudo buscando más pruebas en el país del que huyeron.

Las hermanas del Ángel de la Guarda que dirigen el albergue pertenecen a Red Rahamim, iniciativa mexicana de hermanas contra la trata de personas. #GSRenespañol #SolidaridadConLosMigrantes #HermanasCatólicas

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Las hermanas del Ángel de la Guarda Eligia Ayala Molina y Lorena Hernández Jiménez, al centro, caminan con los migrantes alrededor de las vías del tren vecino.

Las hermanas del Ángel de la Guarda Eligia Ayala Molina y Lorena Hernández Jiménez, al centro, caminan con los migrantes alrededor de las vías del tren vecino. (Foto: Lisa Kristine)

“El refugio puede ser peligroso”

Las dos jóvenes extorsionadas y golpeadas en El Salvador no pudieron permanecer mucho tiempo en el albergue. Cuando reconocieron a un par de hombres en el refugio como miembros de una pandilla de su ciudad natal, Solalinde acompañó a las mujeres a Ciudad de México, donde esperarían su condición de refugiadas.

Desgraciadamente, no es algo que ocurra raramente en el albergue.

Incluso en el proceso de entrevistas, las hermanas y los voluntarios no siempre pueden identificar a los miembros de las pandillas que se infiltran en el centro de acogida para rastrear a sus objetivos o reclutar a los jóvenes. Ahora, las hermanas también necesitan un personal de seguridad dentro del refugio por la noche para su protección.

“En cuanto descubrimos que las personas o los jóvenes no reúnen los requisitos para obtener asilo y han recibido el tratamiento que necesitan, les animamos a que se marchen porque puede ser peligroso dentro del centro de acogida”, expresó las hermana Hernández Jiménez y agregó: “Hablamos e intentamos sensibilizar, sobre todo a los niños”. 

La hermana Gibaja Izquierdo, quien participó activamente en la organización del refugio desde el principio, advirtió que era imperativo que las hermanas tuvieran un espacio común separado del refugio.

“Eso estaba claro para nosotros. A veces te encuentras saturado de trabajo, y hay que cuidarse mucho de eso”, dijo y añadió: “Pero, por otro lado, hay que mantener las distancias. El autocuidado es muy importante; puedes sentirte desgastado en este tipo de trabajo por  lo doloroso que es”. 

Marroquín Nolasco dijo que aunque sus vidas pueden “correr verdadero peligro”, esa es su misión.  “Somos hermanas Ángel de la Guarda, por lo que estamos aquí para proteger, acompañar y cuidar. Compartiremos nuestro espacio y viviremos nuestra misión”, afirmó. 

La hermana del Ángel de la Guarda Concepción Marroquín Nolasco dirige una oración de grupo antes de comer en el patio del Albergue Hermanos en el Camino en Ixtepec, México.

La hermana del Ángel de la Guarda Concepción Marroquín Nolasco dirige una oración de grupo antes de comer en el patio del Albergue Hermanos en el Camino en Ixtepec, México. (Foto: Lisa Kristine)

Una bienvenida con amor

El colorido de los edificios que conforman el recinto del albergue es algo intencional: a menudo, estos lugares se asemejan a prisiones, pero las hermanas querían que el suyo fuera lo más acogedor posible. 

Un lunes se formó una fila alrededor del patio exterior donde se reunían los barberos locales, que visitan semanalmente la zona para cortar el pelo. En una mesa cercana, la policía revisaba las mochilas de los que llegaban, uno de los primeros pasos antes de pasar por las entrevistas y las evaluaciones. Otros se sentaban junto a los edificios, pasando el rato o jugando a las damas con tapas de botella como fichas del tablero.

“Cuando alguien llega asoleado, cansado, deprimido, la forma en que lo recibes es fundamental”, dijo la hermana Eligia Ayala Molina, de la congregación Ángel de la Guarda.

La hermana Hernández Jiménez expresó la misma preocupación: “Si llegan y no los acogemos con cariño, si no les damos el apoyo que necesitan, haremos más daño además del que traen del camino”.

Pero al enviarlos, dijo Ayala, no pueden ser específicos en sus consejos. “Les informaremos sobre el tipo de cosas que se encontrarán en el viaje, así como de sus derechos, pero no podemos darles un rumbo exacto porque cambian continuamente en cuanto a seguridad, condiciones, viabilidad... y tampoco podemos saber a quién confiar plenamente la información que damos”, sostuvo.

“Cuando alguien llega asoleado, cansado, deprimido, la forma en que lo recibes es fundamental”: Hna. Eligia Ayala Molina, de la congregación Ángel de la Guarda.
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Los migrantes del Albergue Hermanos en el Camino en Ixtepec, México, reciben ropa nueva y pueden utilizar la lavandería. Aquí, la hermana del Ángel de la Guarda Lorena Hernández Jiménez ayuda a una persona a lavar su ropa

Los migrantes del Albergue Hermanos en el Camino en Ixtepec, México, reciben ropa nueva y pueden utilizar la lavandería. Aquí, la hermana del Ángel de la Guarda Lorena Hernández Jiménez ayuda a una persona a lavar su ropa. (Foto: Lisa Kristine)

 

Para Ayala, este trabajo es personal. Durante su infancia en El Salvador, su familia era “increíblemente pobre”, dijo, por lo que su padre a menudo los dejaba durante años para trabajar en pequeños empleos en Estados Unidos como inmigrante indocumentado, regresando cuando ganaba suficiente dinero.

“Nadie te da charlas sobre cómo hacer este trabajo”, dijo. “Dios te da lo necesario”, agregó. 

Ayala considera que trabajar en el albergue es como “descubrir a Dios a través de sus vidas”. “No puedo cambiar sus circunstancias, pero espero dejarles una huella, igual que ellos me dejan a mí huellas de fe y valor y amor a la familia y gratitud. Como mi padre fue migrante, esto es como una oportunidad de devolver algo, pasándoles todo lo que pude recibir gracias a lo que mi padre hizo por nosotros”, relató.

Ser testigo de la fe de la gente ha sido una fuente de inspiración para la hermana Marroquín Nolasco, que recuerda a una familia que salió del albergue con una botella de agua bendita, con la esperanza de que, a pesar de sus penurias anteriores, todo iba a salirles bien.

“El Espíritu Santo es una fuerza para mí”, dijo y añadió: “Es mi energía, y se enciende gracias a quienes ofrecen su tiempo y prestan voluntariamente sus servicios... Cuando unimos las manos como seres  humanos, podemos dejar que el Espíritu de Dios fluya y abra puertas”.