Agricultura sostenible y solidaria en las granjas gestionadas por hermanas en EE. UU.

Los programas educativos son una parte importante de la granja Monocacy, en Bethlehem, Pensilvania, que es propiedad y está gestionada por las Hermanas Escolares de San Francisco, provincia de Estados Unidos. (Foto: cortesía de Monocacy Farm Project)

Los programas educativos son una parte importante de la granja Monocacy, en Bethlehem, Pensilvania, que es propiedad y está gestionada por las Hermanas Escolares de San Francisco, provincia de Estados Unidos. (Foto: cortesía de Monocacy Farm Project)

Chris Herlinger

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Traducido por Purificación Rodríguez Campaña

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Nota del editor: La expresión “transición justa” forma parte del cada vez más extendido vocabulario sobre el paso de una economía basada en los combustibles fósiles a una energía limpia. Pero el significado de esta expresión varía. El término también puede significar la necesidad de una transición justa hacia nuevos puestos de trabajo para los empleados en industrias como la minería. Las hermanas católicas participan en todo lo relativo a los esfuerzos de transición.

 

Aunque difieren en tamaño, ubicación y tipo de cultivo, las granjas gestionadas por hermanas de todo Estados Unidos comparten un enfoque sostenible de la agricultura, ya sea mediante el compromiso con las prácticas orgánicas, la promoción de alimentos cultivados localmente y adquiridos por los socios o el suministro de productos a los necesitados.

Es difícil conocer las cifras exactas, dijo la Hna. Miriam MacGillis de las Hermanas Dominicas de Caldwell (Nueva Jersey), directora de la granja Gé nesis en Blairstown (Nueva Jersey) y considerada por sus compañeros como una de las primeras líderes de las hermanas preocupadas por la agricultura y la ecología.

MacGillis informó a GSR de que conoce al menos 32 granjas, jardines o centros ecológicos que tienen sus raíces en los seminarios educativos celebrados en Génesis.

Entre las granjas gestionadas por hermanas más consolidadas hay dos en Indiana: la Seton Harvest Farm de las Hijas de la Caridad, en Evansville, y la Michaela Farm de las Hermanas de San Francisco, en Batesville.

Para la granja Seton Harvest, en el suroeste de Indiana, es un orgullo producir y compartir con quienes necesitan alimentos: en 2020, la granja cosechó 13 800 kilos de productos, según informó la propia granja, y alrededor de una sexta parte de esa cantidad (más de 2400 kilos) se donó a grupos locales, como despensas de alimentos. “Una parte de la cosecha de cada semana va directamente a casi una docena de organizaciones benéficas diferentes que sirven a los pobres y hambrientos”, explica la granja en su página web.

Las compañeras hermanas de la Hna. Francis dijeron que la granja Michaela, en el sureste de Indiana, recibió su nombre de la Hna. Michaela Lindemann, una de las primeras miembros de la congregación “que comenzó a dirigir en 1854 el trabajo en las tierras recién adquiridas”. La granja, que lleva a cabo un programa de agricultura apoyado por la comunidad (CSA, por sus siglas en inglés), fusiona “la agricultura, la educación y la espiritualidad” y “desarrolla y se basa en el valor franciscano de 'relaciones justas con toda la creación'”.

En Kentucky, las Hermanas Ursulinas del Monte San José de Kentucky dirigen una granja de trabajo con un enfoque educativo en el que los estudiantes universitarios locales que se dedican a la gestión agrícola realizan experimentos y estudios; y aprenden técnicas de gestión agrícola sólidas, como la agricultura ecológica (sin utilizar pesticidas en los huertos, por ejemplo), la cría de vacas alimentadas con pasto, la siembra directa y la rotación de cultivos.

El proyecto de las Hnas. Escolares de San Francisco incluye una decena de huertos comunitarios, granjas que producen alimentos para comedores sociales locales y refugios para personas sin hogar. #GSRenespañol #HermanasCatólicas

 

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Otro proyecto es el de la Granja Monocacy, de 4 hectáreas, en Bethlehem (Pensilvania), propiedad bajo la gestión de las Hermanas Escolares de San Francisco de la Provincia de Estados Unidos. La granja se encuentra en una superficie de 21 hectáreas que pertenece a la congregación.

La idea de una granja de trabajo, ubicada en tierras de cultivo que son propiedad de la congregación desde hace mucho tiempo, surgió a raíz del capítulo general de la congregación de 2011 que, en parte, pidió a las hermanas “tomar medidas concretas para cuidar de 'nuestra hermana, la Madre Tierra'”, explicó la Hna. Bonnie Marie Kleinschuster, directora de la granja y tesorera provincial de su congregación.

El proyecto de las Hermanas Escolares ha evolucionado hasta incluir una decena de huertos comunitarios, granjas destinadas a la producción de alimentos para comedores sociales locales y refugios para personas sin hogar

La granja tuvo una vez un programa de agricultura apoyado por la comunidad (o CSA). En 2019, la granja decidió iniciar un programa anual de 'elija usted mismo', (o PYO por sus siglas en inglés). “Sentimos que el PYO podría servir a una mayor variedad de personas”, dijo Kleinschuster y agregó: “Es mucho más versátil y asequible para todos los niveles de ingresos. La afiliación cuesta solo 10 dólares por temporada y luego los miembros donan lo que puedan o deseen y apoyan la misión de la granja”.

En correos electrónicos separados, Kleinschuster y Eli Stogsdill, jefa de cultivo de la granja, hablaron de la importancia que tienen Monocacy y otras granjas locales a la hora de ofrecer una alternativa a un sistema agrícola en el que los estadounidenses tienden a “asegurar sus alimentos desde lugares lejanos”, señaló Kleinschuster.

“Cuanto más podamos promover lo 'local', mejor serán nuestras comunidades”, afirmó y añadió: “Dependemos mucho de la cadena de suministro”, un dato que se pone de manifiesto en los retos que plantea la pandemia de COVID-19.

Durante el peor momento de la pandemia, Kleinschuster aseguró que la granja pudo proporcionar un suministro constante de productos a sus socios, como por ejemplo a las despensas de alimentos y comedores sociales, a la vez que continuaba con el programa anual PYO, que registró un aumento sustancial en el número de miembros, que pasó de nueve en 2019 a 82 en 2020. Este año, aumentó a 101 miembros. “Eso ha sido increíble”, comentó Kleinschuster, quien además explicó que “la gente de la comunidad local quería venir a la granja en lugar de comprar en el apartado de productos del supermercado”.

“Por las conversaciones que he tenido con los miembros, especialmente con las familias jóvenes, no se trata solo de la comida”, precisó y afirmó que la decisión de la de la comunidad local tiene que ver con “saber de dónde vienen los alimentos, cómo se cultivan y de enseñar a los niños a vivir de forma sostenible”.

Una transición justa hacia la sostenibilidad para las generaciones futuras es una necesidad, aseguró Stogsdill.

“De forma colectiva, todos nos enfrentamos a graves crisis ecológicas que están profundamente interrelacionadas con las injusticias sociales y económicas”, argumentó y apuntó: “Nuestro trabajo es una pequeña contribución para que crezcan comunidades saludables desde la base”.

Esto incluye un elemento espiritual, afirmó Kleinschuster. “Estamos en relación con toda la creación. Estamos llamados a la administración”, aseveró y añadió que debe hacerse lo posible “para mantener sana toda la creación”.

MacGillis manifestó a GSR que en estas y otras granjas se está haciendo un buen trabajo; pero le preocupa que no estén logrando avances frente a la grave crisis ecológica mundial y ante un sistema agrícola corporativo dominante que depende de los combustibles fósiles y de lo que llamó “enfoques industriales hacia el uso del suelo”. 

“Vivimos en un mundo sin regulación sobre productos químicos tóxicos”, y añadió: “Estamos en un punto muy crítico para saber si la vida continuará en este planeta”.

MacGillis, que apareció varias veces en el libro Green Sisters (2007) de la académica Sarah McFarland Taylor y que pasó un año de estudios privados en 1984 con el renombrado teólogo y pensador medioambiental Thomas Berry, cree que las instituciones religiosas son parte del problema.

Asegura que las estructuras institucionales siguen siendo esclavas de un sistema patriarcal que no cuestiona la idea de que el ser humano es el centro de la creación y que sostiene que el hombre es superior a la mujer.

“Es bastante duro. Pero es necesario que nos demos cuenta de la cruda realidad, sobre todo los que nos dedicamos a la religión”, reconoció MacGillis.

"Es muy tarde", señaló en referencia a la inminente crisis climática y a los retos que conlleva así como a los problemas ecológicos más graves y recomendó: “Ahora debemos centrarnos en el estado del planeta”.
 

Nota del editor 2: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 22 de noviembre de 2021.