
La Hna. Lourenca Marques, de la congregación de las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret, observa un curso de costura con la profesora Mary Fernandes (a la derecha) en el Asha Sadan de Baina, en el estado occidental indio de Goa. (Foto: Lissy Maruthanakuzhy)
Kasturi Rupali se vuelve rebosante de alegría cuando ve a la Hna. Lourenca Marques. "La hermana lo es todo para mí, mi padre y mi madre. Lo que soy hoy es gracias a ella", afirma esta joven de 26 años, hija de una trabajadora sexual, mientras estrechaba las manos de Marques, religiosa de la Congregación de las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret.
La joven acudió a Asha Sadan (Casa de la Esperanza), un centro que la congregación gestiona en la playa de Baina cerca de Vasco, la ciudad portuaria del estado de Goa, en el oeste de la India.
Rupali se crió en el centro desde muy pequeña al igual que Anand Patil, quien acudió a visitarla una tarde de noviembre de 2020.
"La hermana Lourenca me metió en uno de los mejores internados dirigidos por padres capuchinos en Goa. Hoy no me arrepiento de nada", aseguró Patil, de 32 años, con su bigotudo rostro radiante de alegría.
Ahora tiene trabajo y se ha casado con una chica que se crió con las Hermanas de la Sagrada Familia desde la infancia.
Rupali, Patil y su esposa son algunos de los más de 80 hijos de trabajadoras sexuales y mujeres seropositivas a los que Marques ha ayudado a olvidar su triste pasado y a asentarse en la vida.
"Estos niños me ayudan mucho ahora. También se ayudan económicamente entre ellos", explicó Marques a GSR, señalando a los dos visitantes, y añadió que los antiguos residentes de Asha Sadan se reúnen ahora en vacaciones. "Me los llevo de picnic. Celebramos juntos la Navidad. Somos como una gran familia", relató la religiosa de 56 años con el orgullo resonando en su voz.

Anand Patil, quien se crió en el Asha Sadan de Baina en Goa, al oeste de la India, conversa con la Hna. Lourenca Marques, de la congregación de las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret. (Foto: Lissy Maruthanakuzhy)
Todo empezó hace 28 años cuando Marques acompañó a su entonces superiora, la Hna. Jane Pinto, a Baina para presentarle su nueva misión en el infame barrio rojo de Goa, que se limitaba a una sola calle. La misión de las hermanas pretendía dar una nueva vida a los hijos de las trabajadoras sexuales y a los de las mujeres seropositivas.
"Me impactó ver a niños pequeños envueltos en ropa sucia mendigando en la playa", recordó Marques, quien había terminado una licenciatura en Trabajo Social.
La playa estaba llena de chozas donde las mujeres cocinaban para sus hijos entre encuentro y encuentro con sus clientes.
"Las mujeres y sus proxenetas nos miraban con recelo, como si fuéramos una amenaza para su próspero negocio. Nos sentíamos extrañas moviéndonos en un mundo extraño", relató Marques.
Las mujeres eran inaccesibles y poco amistosas. "No podíamos entrar en algunas casas, porque había clientes esperándolas. Estábamos perplejas sobre cómo íbamos a llevar a cabo nuestra misión entre aquella gente", declaró a GSR.
Las religiosas se quedaron en Baina para poder estar en contacto con las mujeres y sus hijos. Comenzaron con las visitas familiares, aunque al principio nadie las acogió.
"Vine con una estatua de la Madre María. Ella me ha ayudado", aseguró Marques con una sonrisa. Sus persistentes visitas ayudaron a establecer una relación con las mujeres y sus hijos. La confianza en las religiosas fue creciendo poco a poco.

La Hna. Lourenca Marques, de la Sagrada Familia de Nazaret, visita los asentamientos de la playa de Baina en Goa, al oeste de la India. (Foto: Lissy Maruthanakuzhy)
Durante los primeros años, Marques se dio cuenta de que la 'gente respetable' de la zona no quería confesar que también vivía en Baina, cerca del barrio rojo.
Los principales clientes de las mujeres eran los marineros que acudían al puerto.
En 2002, Manohar Parrikar, entonces ministro principal o gobernador de Goa, intentó acabar con el comercio sexual en el estado incendiando las cabañas de Baina. "Pero ahora se ha extendido por todo Goa", lamentó Marques. Algunas mujeres siguen ejerciendo desde Baina.
Las religiosas descubrieron que la mayoría de las mujeres que se dedicaban tenían entre 14 y 25 años. Procedían de los estados vecinos de Andhra Pradesh, Karnataka y Maharashtra y eran víctimas de la trata que las obligaba a prostituirse debido a la pobreza o la ignorancia. "A veces su familia, sus parientes o incluso sus novios las animan a ejercer", explicó Marques.
La Hna. María Ángela, también hermana de la Sagrada Familia y compañera de Marques, afirma que una chica de piel clara gana entre 300 y 500 rupias (entre 4.06 y 6.77 dólares) de un cliente, mientras que una trabajadora de piel oscura obtiene entre 50 rupias (68 céntimos de dólar) y 100 rupias.
"Una parte de las ganancias se destina a los dueños de los burdeles y a cosméticos", explicó Angela a GSR.
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La joven religiosa recuerda que una mujer le dijo que se sentía como un pájaro enjaulado en la calle roja. Suplicó a la dueña del burdel que la dejara volver a casa, pero esta se negó diciendo que la mujer tenía que devolver el dinero que la dueña había pagado al agente que la llevó allí.
"Tenía que acostarse con hombres incluso cuando estaba enferma. Le advirtieron que si se escapaba la localizarían y la matarían a ella y a sus padres", contó Angela.
Las mujeres que hablaron con GSR pidieron no ser identificadas.
Una de ellas, que sigue viviendo en Baina, dijo que había llegado allí después de que una "mujer bien vestida" visitara su pueblo en Karnataka y le prometiera un trabajo lucrativo en la ciudad.
"No teníamos estudios y nos alegrábamos de ganar algo de dinero. Confiamos en ella y cogimos el autobús a Goa con el consentimiento de nuestros padres. Solo cuando llegamos aquí nos dimos cuenta de la trampa que nos había tendido", explicó.
Algunas mujeres se han rendido a su suerte. "Mi padre me vendió cuando tenía 14 años. Tengo buena comida y ropa. No hay nada de lo que quejarse. Dentro de unos años me libraré de mis deudas y entonces me haré madame y conseguiré chicas que trabajen para mí", explicó una joven.
Marques afirmó que su congregación asumió la misión como un reto para ayudar a las mujeres marginadas de la sociedad.

La Hna. Lourenca Marques con Aswini Gaunder, una de las niñas que recibieron ayuda en Asha Sadan. (Foto: Lissy Maruthanakuzhy)
Las hermanas crearon Asha Sadan en la planta baja y el cuarto piso de un edificio de cuatro plantas a cinco minutos en coche de la playa de Baina. Acogían a los niños de la playa de Baina en Asha Sadan. A veces las madres llevaban a sus hijos al centro de las religiosas mientras ellas seguían trabajando.
"Visitábamos las chabolas dos o tres veces al día para traer a los niños pequeños al centro y darles de comer y enseñarles. Algunos se escapaban y merodeaban por los alrededores", contó Marques acerca de sus primeros días.
Las hermanas siguen dirigiendo la guardería para niños. En la actualidad preparan a niños de 3 a 6 años para que cursen la educación primaria, además de darles comidas nutritivas.
"Cuando crecieron y pudieron valerse por sí mismos, los coloqué en otra casa [un hogar colectivo a 30 minutos en coche de Baina]. Ahora los mayores cuidan de los pequeños. Los visito todos los días. Muchos son ahora alumnos de día. Y yo vivo en mi convento", declaró Marques.
Durante las vacaciones llevaban a los niños a Asha Sadan. "Dormíamos en el suelo, las niñas a un lado y los niños al otro", explicó Marques.
La hermana también colocó a algunos estudiantes prometedores como Patil en internados de renombre.
Rupali comentó que llegó a las religiosas siendo un bebé. "Mis tías maternas me llevaron con ella [Lourenca] porque mi madre estaba muy enferma. Tenía dos hermanos mayores. No los conozco. [...] Una de mis tías también se quedó conmigo y la hermana la educó. Ahora le va bien en la vida", contó.
La tía tiene ahora 36 años.
Rupali estaba sin trabajo y se alojaba en Asha Sadan. Ahora ha encontrado un nuevo empleo como recepcionista en un hospital de Margao, la capital comercial de Goa.

Kasturi Rupali (a la izquierda) visita a su tía Laxmi Malkar (en el centro) y a los hijos de Malkar en Asha Sadan, Baina, en el estado indio de Goa. (Foto: Lissy Maruthanakuzhy)
Uno de los admiradores de las religiosas es el arzobispo de Goa y Damán Filipe Neri Ferrão.
El prelado elogia a Asha Sadan por atender las "auténticas necesidades psicológicas, espirituales y socioeconómicas de las trabajadoras sexuales".
El centro ofrece a las mujeres rehabilitación y un sano desarrollo personal, según afirmó.
Neri Ferrão se alegra de que las religiosas intenten ahora frenar el tráfico de menores y asesoren a los niños víctimas de abusos sexuales. "Las hermanas educan a los hijos de las trabajadoras sexuales, la mayoría de los cuales han abandonado la escuela y están en la calle. Muchos han cursado carreras de medicina, enfermería, enseñanza, comercio y hostelería después de que las hermanas los acogieran", explicó el arzobispo.
Marques aseguró que algunos de aquellos hijos sobresalen en sus universidades. "Uno ha terminado sus estudios forenses. Doce de ellos están trabajando en distintos países", afirmó sonriente la religiosa.
Las hermanas también ayudan a las mujeres a cambiar su estilo de vida formándolas en sastrería y artesanía, floristería y bordado. Además les enseñan a hacer encurtidos, dulces, ropa de bebé y blusas. "Los productos se venden en exposiciones organizadas durante las fiestas de la iglesia en varios lugares de Goa", explicó.

La Hna. Lourenca Marques, de la Sagrada Familia de Nazaret (en el centro), con las estudiantes (de izquierda a derecha) Savitri Harijan, Aswini Gaunder, Sangeeta Harijan y Pinky Gaunder en Asha Sadan en Baina, Goa, India occidental. (Foto: Lissy Maruthanakuzhy)
El objetivo es convertir a las trabajadoras sexuales y a las mujeres pobres del barrio en ciudadanas responsables y respetables, añadió. Los chicos de estas familias reciben formación en otros centros profesionales dirigidos por personal eclesiástico.
Las religiosas también llevan a cabo un programa de concienciación sobre el sida/VIH para las mujeres y los jóvenes de la zona.
La Hna. Alvita Gurjao, superiora general, está orgullosa de las hermanas de Asha Sadan que "desempeñan el papel de mentoras, educadoras, guías de compañía y amigas para darles una nueva visión de la vida".
Gurjao asegura que la vida de las mujeres ha mejorado gracias a las visitas periódicas de las hermanas y a su trato amable. "Nuestra gente ha conseguido establecer una relación con las mujeres y sus hijos", dijo.
Durante la pandemia, Marques proporcionó a los necesitados mascarillas confeccionadas por las estudiantes de costura del centro y artículos de primera necesidad, a la vez que recaudaba dinero para pagar la matrícula de los niños pequeños que acudían al centro. Ha organizado clases para los niños que no podían permitirse teléfonos inteligentes para seguir sus cursos por Internet y charlas de sensibilización sobre la COVID-19 para mujeres.
Asha Sadan ha recibido varios premios por su labor entre los niños desfavorecidos. Marques mostró una foto del premio concedido a Asha Sadan por la organización estadounidense Goa Sudarop Community Development por "los valiosos y dedicados servicios prestados al cuidado y educación de los huérfanos y niños desfavorecidos".
En 1996, Marques recibió el premio nacional al bienestar infantil de manos del entonces presidente de la India Shankar Dayal Sharma, en nombre de Asha Sadan.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 6 de mayo de 2021.