Hna. María Celina Mota Campos se acerca a una escultura para personas invidentes en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe en la Ciudad de México, el 6 de noviembre de 2025. Mota, de la Orden del Verbo Encarnado y del Santísimo Sacramento (OVISS), perdió la vista a causa de la degeneración macular hace unos 11 años, pero afirma que ahora ve a las personas y al mundo de una manera diferente. (Foto: GSR/ Rhina Guidos)
Muchos lugares no permiten tocar las obras de arte. Pero en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe de la Ciudad de México, una escultura religiosa anima a hacerlo. Cerca de las puertas de entrada al templo, la escultura blanca con su rostro protuberante y manos en oración pasa casi desapercibida. Está ahí para cualquiera, pero en particular para aquellos que no pueden ver, como la Hna. María Celina Mota Campos. "Y es un placer tocarla", dice.
La religiosa se anima cuando pasa las manos por el rostro de Nuestra Señora de Guadalupe, tocando los lados mientras sus dedos recorren el contorno de su manto. Mota, quien perdió la vista hace unos 11 años a causa de degeneración macular, dice que tocar la escultura le permite experimentar lo que otros sienten cuando ven representaciones visuales de Nuestra Señora de Guadalupe dentro de la basílica que lleva su nombre.
"Me alegra mucho que hayan tenido esta idea de hacer esta imagen de nuestra madre de Guadalupe así, resaltada, para que los que ya no vemos físicamente podamos tener la alegría de 'verla'", comparte Mota, de la Orden del Verbo Encarnado y del Santísimo Sacramento (OVISS) en la Ciudad de México.
Un cartel junto a la escultura reza que el Instituto Italiano de Cultura en México donó la obra de arte, realizada en Italia en 2008 por el artista Franco Faranda. En 2009, fue enviada a México tras ser bendecida por el papa Benedicto XVI e instalada en el interior de la basílica días antes de la festividad de Nuestra Señora de Guadalupe, el 12 de diciembre de ese año. Un letrero en braille a la izquierda explica algunos de los símbolos de la escultura.
"La veo con el corazón y la veo con el tacto. El Señor nos regala a los que no vemos con los ojos, el poder ver de otra manera. La tengo muy clara en mi corazón y es una alegría poder tener una imagen resaltada, que yo la puedo tocar, y entonces hacer más fuerte en mí su rostro, su imagen tan querida, que llevo en el corazón", dijo Mota y agregó: "Me ayuda el tocarla porque es una manera de ver que el Señor todavía me regala".
Aunque la religiosa no puede ver, no siempre fue así. Hace mucho tiempo, perdió la vista del ojo derecho tras una complicación después de una operación. Pero no permitió que la falta de visión en un ojo afectara ni su ministerio ni la realización de su labor misionera en el sur de México, Guatemala y El Salvador: siguió trabajando "con un ojo como si fueran dos" durante unos 40 años, según cuenta. Sin embargo, en 2014 la luz alrededor de su ojo sano comenzó a desaparecer.
"Fue muy rápido", contó Mota, quien describió cómo la degeneración macular le quitó lo que le quedaba de la visión. Para entonces, sin embargo, había visitado la basílica tantas veces que ya había perdido la cuenta y había absorbido gran parte de lo que hay que saber sobre el edificio y sus alrededores.
"Cuéntame qué ves", pide a quienes la guían, y rápidamente arma un mapa mental de los lugares interesantes en la basílica y sus alrededores. Un poco a la izquierda, cerca de la entrada, hay un "crucifijo del atentado", cuenta, dañado en 1921 después de que una bomba explotara cerca de la tilma [en México, manta de algodón anudada sobre el hombro, propia de los campesinos] que lleva la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. La religiosa explica que una parte del campanario, visible desde el exterior de la basílica, narra cada hora —mediante una animación— la tradición de cómo Nuestra Señora de Guadalupe se le apareció en 1531 a san Juan Diego en una colina cercana y luego dejó su imagen en el manto.
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Así como aprendió a 'ver' a Nuestra Señora de Guadalupe a través del tacto, Mota afirma que perder la vista le ha ayudado a mirar a las personas y a otras cosas "con el corazón". Y aunque depender de los demás, chocar con objetos de vez en cuando y experimentar una movilidad e independencia reducidas puede ser difícil, ha decidido aceptarlo como parte de la pobreza asumida al optar por la vida consagrada
Para la religiosa, su pobreza visual ha sido una bendición, porque la ha acercado aún más a la oración y le ha permitido pasar más tiempo con Dios. "A lo largo de mi vida, toda la vida, el Señor me ha regalado alegría, alegría en mi corazón, que es un don de su Espíritu. Y pues creo que es su Espíritu, con su fuerza, su fuego, con su energía, el que me ha mantenido así, con mucha paz en el corazón", dijo.
Hna. María Celina Mota Campos, de la Orden del Verbo Encarnado y del Santísimo Sacramento, teje un portapañuelos el 1 de noviembre de 2025 en la Ciudad de México. (Foto: GSR/ Rhina Guidos)
"Yo siento que poco me duró esta tristeza de perder la vista. Me duró poco porque el Señor me hizo ver las cosas de otra manera. Se puede vivir feliz sin ver. Yo a veces le digo: 'Señor, qué bueno que no veo. Me estás regalando el don, por así decirlo, de que oriente toda mi visión para descubrirte a ti'. Todo esto es pura gracia", afirma Mota.
Sin embargo, lo que no ha podido dejar atrás es su celo misionero: sigue participando en los viajes misioneros de Semana Santa a Oaxaca, en el sur de México, donde una vez prestó servicio, para visitar a familias indígenas y campesinas y acompañar a catequistas en el campo. También teje pequeños portapañuelos a los que les coloca una medalla de Nuestra Señora de Guadalupe. Todas las donaciones que recibe se las da a las misiones de su orden.
"Cómo tejía antes, cuando veía, ahora el Señor me regala que pueda seguir tejiendo. No veo ni el hilo ni el color, ni nada, pero hago lo poquito que puedo hacer, que son las bolsitas para Kleenex [pañuelos desechables]. Yo le digo a Jesús: 'Como lo único importante es el amor, pues recibe todas estas pequeñeces con todo mi amor'", comparte y añade: "Lo único absoluto es el Señor, y es él quien nos llena de vida. Da igual si ves o no ves".
Nota: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 11 de noviembre de 2025.
