Vida en la frontera

Relato de una marcha por la dignidad de los inmigrantes

Elia Cardenas, a lay Dominican, third from left, with Sr. Graciela Muñoz and other lay people participate in a march and vigil on March 21 in El Paso, Texas, supporting the dignity of immigrants.

Elia Cardenas, a lay Dominican, third from left, with Sr. Graciela Muñoz and other lay people participate in a march and vigil on March 21 in El Paso, Texas, supporting the dignity of immigrants. Cardenas said the protest is a response to the criminalization of immigrants by the Texas government. (Courtesy of Elia Cardenas) 

Nota de la editora: La serie Acogiendo al Extranjero de Global Sisters Report examina más de cerca a las religiosas que trabajan con inmigrantes o migrantes. Las entregas presentan a hermanas y organizaciones que colaboran en red para servir mejor a quienes cruzan las fronteras, exploran las tendencias migratorias mundiales y abordan el tema de la inmigración de cara a las próximas elecciones presidenciales de Estados Unidos.

Vivir en la frontera de Estados Unidos de América y México es una experiencia única, porque aunque las personas han vivido en ambos lados de la frontera durante muchos años, en cierto momento esa línea imaginaria se movió. 

En nuestra ciudad fronteriza, por ejemplo, algunas personas nacieron en los EE. UU., mientras que otros emigraron desde el lado mexicano. Para algunos, la línea divisoria fue la que se movió y los colocó en un país diferente que ni siquiera era su opción. 

Hoy en día, las familias están separadas por un muro de hierro en donde una vez hubo una línea invisible. Esta barrera es un símbolo que trata a las personas del otro lado de la frontera, del lado mexicano, como indeseables y como un peligro para el bienestar de los ciudadanos estadounidenses.

En 2016, durante la campaña presidencial de Donald Trump, el papa Francisco dijo que construir muros, una consigna del excandidato, no era de cristianos, y tres años después, en 2019, afirmó —en la víspera de un viaje a Marruecos— que quienes construyen muros se convierten en prisioneros de los muros que levantaron. 

"Aunque el muro [entre EE. UU. y México] sea un símbolo de división, la gente de nuestra frontera no ha permitido que se convierta en una barrera para ayudar a los migrantes que están llegando a nuestro país": Elia Cárdenas, laica dominica 

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Sisters of Loretto arrive at a March 21 march to defend the dignity of migrants.

Sisters of Loretto arrive at a March 21 march to defend the dignity of migrants. (Courtesy of Elia Cardenas)

Sin embargo, aunque el muro sea un símbolo de división, la gente de nuestra frontera no ha permitido que se convierta en una barrera para ayudar a los migrantes que están llegando a nuestro país. En 2016, cuando creció el éxodo de migrantes de Centro y Sudamérica, el salón parroquial de la Iglesia de San Marcos se convirtió en un refugio de hospitalidad para migrantes. Desde ese momento, el ministerio de refugios de hospitalidad para migrantes ha sido significativo en mi vida. 

Me puedo identificar con los migrantes porque están buscando mejores oportunidades para sus familias, así como yo lo hice cuando fui una migrante de México. Este peregrinaje hacia una vida mejor inició en mí un proceso de profunda reflexión sobre la comunidad global y el derecho a migrar. 

El ministerio de refugios de hospitalidad para migrantes se convierte en algo significativo al dar la bienvenida a extraños y proporcionarles techo y comida. Esto permite que quienes ahora son nuestros hermanos y hermanas puedan continuar su viaje en busca de mejores oportunidades para ellos y sus familias, o que por lo menos puedan conseguir un trabajo temporal para ayudar a aquellos que se quedaron en su país de origen. 

Desafortunadamente, nuestras injustas políticas migratorias actuales, así como las campañas políticas, utilizan un lenguaje que provoca que el país sienta miedo ante la migración, etiquetando a los migrantes como criminales que nos están invadiendo. Esto contradice la enseñanza de nuestra Iglesia sobre la dignidad humana y el valor de cada persona. 

"El gobierno estatal de Texas, con sus políticas inmorales, pretende convertir en un crimen llevar a cabo la misión de Dios y busca cortar de raíz la ayuda a los migrantes para tratarlos como criminales": Elia Cárdenas, laica dominica

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Elia Cardenas, a lay Dominican, center, marches with Dominican Srs. Gabriela Duran, right, and Gabriela Ramirez. Sisters from different congregations participated in the protest.

Elia Cardenas, a lay Dominican, center, marches with Dominican Srs. Gabriela Duran, right, and Gabriela Ramirez. Sisters from different congregations participated in the protest. (Courtesy of Elia Cardenas)

En la ciudad fronteriza de El Paso, Texas, todos los refugios de hospitalidad a migrantes están conectados con la Casa Anunciación, una organización sin fines de lucro incorporada a nuestra diócesis. El mes pasado, el fiscal general de Texas Ken Paxton intentó cerrar los refugios, mandando emisarios para exigir la entrega inmediata de los registros de los migrantes recibidos, acusándolos de ser una casa de seguridad y de tráfico de personas. 

El gobierno estatal de Texas, con sus políticas inmorales, pretende convertir en un crimen llevar a cabo la misión de Dios y busca cortar de raíz la ayuda a los migrantes para tratarlos como criminales. Además, la Suprema Corte de Justicia permitió al estado reforzar el Proyecto de Ley del Senado 4, conocido como SB4, el cual le da a la policía la autoridad para detener a cualquier persona que parezca sospechosa basándose en su perfil. 

En respuesta a estas medidas injustas, el 21 de marzo de 2024 nuestra comunidad de El Paso se puso de pie en solidaridad y respondió con una marcha y vigilia por la dignidad humana, acompañada por nuestros obispos, clérigos, líderes interreligiosos y comunitarios, además de hermanas de diferentes congregaciones. El gozo y la paz de las hermanas dan testimonio de su compromiso de poner el amor en acción y así superar los retos actuales para lograr un cambio que permita construir una frontera más hospitalaria.

Becky Perez, third from right, appears at the march with staff from St. Joseph's Catholic School in El Paso, Texas.

Becky Perez, third from right, appears at the march with staff from St. Joseph's Catholic School in El Paso, Texas. (Courtesy of Elia Cardenas)

Ese día llegué a la marcha después de realizar labores de misión en el refugio de la Sagrada Familia, donde preparé quesadillas y servimos caldo de pollo. Al salir de allí, les informé a nuestros invitados que me retiraba más temprano porque iba a la marcha y me respondieron con un "gracias". La marcha fue transmitida en vivo y lamentablemente algunas personas anónimas publicaron comentarios racistas y violentos en las redes sociales, tales como "mándenlos a sus casas y encárguense de ellos" y "qué mafia tan grande". Estos tristes comentarios no asustaron a nuestra comunidad de fe, y nos mantuvimos unidos para responder a la crisis humanitaria que afecta nuestra frontera.

Nuestro querido papa Francisco nos llama a "cuidar la fragilidad" y pide a todos los países que tengamos una “generosa apertura” para crear una cultura de riqueza y conectividad. Entonces, ¿qué debemos hacer cuando las leyes nos lo impiden? "No tengan miedo" fue el mensaje de respuesta de la comunidad a través de una marcha y vigilia por la dignidad y los derechos humanos.