
Las panelistas de La Vida de septiembre respondieron a esta pregunta: ¿Quién o qué ha moldeado tu respuesta al ministerio?. En la imagen, de izquierda a derecha, las hermanas Mary Rose Kocab, OVISS; Helga Leija, OSB, y Rose Miriam Gansle, OVISS (†) disfrutan una cena preparada por la mamá de Leija la noche antes de sus primeros votos. (Foto: cortesía Helga Leija)

El ministerio es fundamental en la vida de una hermana. Es una vocación moldeada por la oración, la comunidad y nuestras experiencias vitales. El ministerio es a menudo un lugar donde se descubren los dones y las limitaciones de cada una, y donde los retos y las alegrías del servicio nos llaman a cada una de nosotras a profundizar en nuestra vida de fe.
Este mes, las panelistas de La Vida responden a la pregunta: ¿Quién o qué ha moldeado tu respuesta al ministerio?
La Vida, testimonios de la vida consagrada
Claudia Navarro, miembro de las Hermanas Terciarias Misioneras Franciscanas, es docente y dedicada acompañante de jóvenes en discernimiento y en las primeras etapas de formación (aspirantado y postulantado). Integra los equipos de Comunicación y Redes y de Pastoral Vocacional de su congregación. Reside en una casa de oración y formación entre las pintorescas sierras de Córdoba, Argentina. Su camino de consagración ha estado profundamente vinculado al arte, primero a través del dibujo y la pintura, luego la música, y actualmente la poesía y la escritura, dones que enriquecen su vocación y ministerio
Kalon es una de las antiguas palabras griegas que significan que algo es bello en su totalidad. La belleza tiene la capacidad de comunicar algo, aunque no completamente, ya que muchas veces lo hermoso nos deja en silencio, sin palabras, para oír otra voz que no es la nuestra. Es curioso, que esta palabra kalon comparta su raíz con la palabra 'llamar' (kaleo). Hay algo en lo bello que nos atrae, algo que nos 'llama'. Siento que Dios forja mi respuesta con mucha paciencia y siempre se ha valido (y se vale) de algo bello para encenderla y renovarla.
Sí, lo bello. Él me llamó, me atrajo desde su lado más estético: la hermosura de lo creado, la armonía de la música por Él inspirada, los sentimientos que provocan las pinturas, las obras de teatro, las películas, los escritos de los santos, su poesía.
Intuyo un llamado divino en cada expresión artística que nace de la experiencia honda del amor y del bien. Dios ha cautivado mi atención, ha despertado en mí un deseo que encierra una promesa que no se satisface completamente en esta vida. Es lo mismo que provoca un atardecer o la vista desde la cima de una montaña, o una pequeña flor en el jardín.

La foto muestra la mano de la Hna. Claudia Navarro, a la izquierda, y la de Hna. Rosa Villarreal, la última hermana de su congregación, las Hermanas Mensajeras de Jesús en la Familia. Villarreal vive con las Hermanas Terciarias Misioneras Franciscanas desde hace más de un año, y ella y Navarro se han adoptado mutuamente. La foto fue tomada en el jardín de la casa de oración en Agua de Oro, Argentina. (Foto: cortesía Claudia Navarro)
En diálogo con mis hermanas de comunidad coincidimos en que hay un arte que, en definitiva, nos ha marcado a todas en nuestra respuesta al Señor: la elocuencia de una de sus obras más hermosas, esa que Él mismo ha esbozado en el corazón de tantas mujeres y varones a Él consagrados.
Con el tiempo, voy comprendiendo y admirando la belleza de las arrugas de nuestras hermanas mayores, cuya vida entregada se vuelve cada vez más preciada. Percibo armonía en sus pies cansados y callados, en el brillo de sus ojos, en la transparencia de su sonrisa, en la calidez de sus gestos gratuitos y en el cansancio disimulado por el cariño. Todo esto, y mucho más, son las expresiones más bellas que he recibido de ellas y de tantos consagrados y cristianos que confirman la presencia de un Dios que me sigue llamando a mí y a muchos.
Dios se ha valido del lenguaje de la belleza para atraernos hacia Él, y personalmente siento la necesidad de expresarlo en la vida cotidiana. Sin embargo, creo que la belleza más decisiva, el kalon más atractivo que podemos ofrecer al mundo, no vendrá de nuestras manos, sino que será la obra que Dios pueda hacer en nuestra vida personal y fraterna. para tejer vínculos de cuidado hacia adentro y hacia fuera de nuestra casa con todas las criaturas. Entonces "la belleza salvará al mundo" (Dostoyevski).
"Hay un arte que nos ha marcado a todas en nuestra respuesta al Señor: la elocuencia de una de sus obras más hermosas, esa que Él mismo ha esbozado en el corazón de tantas mujeres y varones a Él consagrados": Hna. Claudia Navarro
La Hna. Helga Leija es una traductora titulada y con experiencia que pertenece al Monasterio de las hermanas Benedictinas del Monte Santa Escolástica en Atchison, Kansas, Estados Unidos. Se unió a Global Sisters Report como enlace para los asuntos en español en julio del 2022, y en julio de 2023 fue nombrada editora de columnas. Obtuvo una licenciatura en Estudios de Traducción de la Universidad de Texas en Brownsville y una maestría en Estudios Religiosos de la Universidad del Verbo Encarnado. Se ha desempeñado como maestra de preescolar, primaria y secundaria en aulas bilingües y de lenguaje dual. Es voluntaria de Traductores sin Fronteras. Le gusta escribir y pintar acuarelas y cocinar comida mexicana.
Mi respuesta al ministerio ha sido marcada profundamente por las experiencias vividas en comunidad, sobre todo por lo que se va aprendiendo de las personas con quienes tenemos la suerte de compartir la vida. Cuando era muy joven en la vida religiosa, tuve la dicha de ser acompañada y amada por dos mujeres extraordinarias. Aunque tenían muchas responsabilidades —una era secretaria general de mi congregación y la otra superiora general de otra congregación— me acogieron como a una amiga más, a pesar de mi inexperiencia, juventud y, muchas veces, inmadurez.
Ellas se convirtieron en mis mentoras y me enseñaron a abrirme a Dios y a dar lo mejor de mí. Rose Miriam, hermana de mi congregación, rezaba con sus manos: tocaba el piano, escribía y coloreaba. Era una mujer sencilla que aprendió a amarse a sí misma y a no tomarse las cosas tan en serio. Con ella aprendí también a rezar con mis manos, pintando mis oraciones cuando las palabras no me alcanzaban. De Mary Rose aprendí a discernir y a profundizar en mi experiencia de Dios.

Helga Leija a la izquierda con la Hna. Rose Miriam Gansle, OVISS, en el 2000, cuando Leija estaba discerniendo su llamado a la vida religiosa. (Foto: cortesía Helga Leija)
El ministerio que ahora realizo es fruto de esas amistades que me regalaron tiempo, algo invaluable. Sin ellas, nunca me habría lanzado a ciegas tras ese deseo de una vida más profunda de oración y un ministerio más allá de los colegios, dejando mi congregación apostólica para ingresar a la vida monástica. Hoy, como editora, acompaño a otras hermanas para que puedan profundizar en sus experiencias de Dios y compartirlas con los demás.
El tiempo que esas dos hermanas me regalaron no fue en vano: sigue dando fruto, y estaré por siempre agradecida.
"Mi respuesta al ministerio ha sido marcada profundamente por las experiencias vividas en comunidad, sobre todo por lo que se va aprendiendo de las personas con quienes tenemos la suerte de compartir la vida": Hna. Helga Leija
Advertisement
María Etelvina González es miembro de las Religiosas de San José de Argentina. Actualmente es apoderada legal de un colegio y presidenta de la Asociación Civil CRSJ en Uruguay. Se desempeña como coordinadora pastoral en el Colegio Perpetuo Socorro y acompaña talleres de mujeres mediante la escucha y el arteterapia. También integra el Equipo Latinoamericano y Caribeño de la Familia de San José como delegada de la región sur, y colabora en espacios de contención para adolescentes y en espacios de oración. Anteriormente vivió en la Patagonia, donde acompañó comunidades rurales y fue directora y apoderada de una residencia estudiantil para la población mapuche. Además, ha formado parte del equipo de animación de las líderes, fue ecónoma de la congregación, coordinadora del equipo de la Familia Josefina-Laical, administró una casa de acogida y fue tesorera del Instituto San José de Cultura y Beneficencia.
Responder a esta pregunta hace que vuelvan a vibrar los sentimientos del primer llamado, el de la vida, el de ser parte de una familia en la que la fuerte experiencia de la religiosidad popular de mis padres sostuvo mi fe, mi amor a la Virgen, mi condición de mujer peregrina y mi capacidad de estar atenta a las necesidades de los demás.
Los distintos ministerios de esta vocación como integrante de las Religiosas de San José fueron madurando y creciendo gracias a la fuerza del Espíritu, a la presencia de Dios en todo momento y a la ayuda de hermanos, amigos y familiares.
Desde mi adolescencia el deseo profundo de ayudar y servir a los niños de las periferias fue creciendo y descubrí al mismo tiempo el querer de Dios, que acabaría asumiendo luego como su voluntad en mi caminar. Esta convicción interior se manifestaba en cada oportunidad de misión, en los dones y cualidades, y sobre todo en la felicidad que me producía: y también en la presencia del otro, alentando, impulsando y acompañando cada etapa, cada decisión, cada compromiso. Esas presencias han marcado y tocado mi corazón; han hecho que mi respuesta sea cada vez más humana, solidaria y comprometida.

María Etelvina González, tercera de derecha a izquierda en la última fila, en una reunión familiar reciente en su ciudad natal. (Foto: cortesía de María Etelvina González)
Debemos confiar en que en el camino no se está solo, que la vocación tiene sus altibajos como toda vida, pero siempre hay alguien que te tiende una mano. Cuando el otro te invita a descubrir el significado y el sentido de tu trabajo y de tu ministerio experimentas una gran alegría. Esa energía te lleva a nuevos desafíos y, sobre todo, a contagiar a otros. Nada motiva más que conocer y valorar lo que se está haciendo. Vale la pena experimentar de manera significativa el ministerio, eso que realizas apasionadamente cada día.
Me vienen a la mente palabras como "estás en el lugar que tienes que estar" o "vale la pena el esfuerzo que le pones", como también "confía, Dios está siempre". ¡Sí! Dios es el que te sostiene, al palpar su misericordia y su ternura en tantos momentos de crisis y de alegría. ¡Cuántas veces su ternura se manifiesta a través de las mujeres! Las mujeres del barrio que escuchan con cariño o que impulsan con su testimonio de vida. ¿Cómo? Con una mirada amorosa levantan la vida y alientan a seguir dando respuesta a esa llamada.
Creo que el estado de motivación permanente lleva a la constante pregunta en el caminar: ¿por qué hacemos lo que hacemos? Así descubres la presencia de Dios en las distintas situaciones que te toca vivir y su gracia en tu vida.
"Los distintos ministerios de esta vocación fueron madurando y creciendo gracias a la fuerza del Espíritu, a la presencia de Dios en todo momento y a la ayuda de hermanos, amigos y familiares": Hna. María E. González
Nubia Celis Olaya. miembro de la Fraternidad Misionera Verbum Dei, es originaria de Colombia y reside en México. Hace 34 años ingresó a su comunidad, donde se ha formado en filosofía y teología en Guadalajara, México, y obtuvo una licenciatura en Teología Dogmática en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma en 2002. Ha enseñado teología en universidades de Guadalajara, México, el Instituto San Pablo Apóstol, Madrid, y el Seminario Mayor de Bucaramanga, Colombia. Desde hace 12 años evangeliza a través de redes sociales, música y pastoral universitaria, y coordina escuelas de oración junto a la familia carismática de Verbum Dei.
"Elige la vida para que vivas tú y tu descendencia" (Dt 30). Estas fueron las palabras que dieron inicio a mi vocación misionera. Mis planes estaban trazados: una carrera universitaria, viajes, amigos, mi pasión por la música… Sin embargo, en una capillita en lo alto de un monte de Medellín, Colombia, Dios tenía otros planes para mí. En un retiro de oración de quince días, en total silencio, aquella mañana fue decisiva: yo estaba distraída y superficial, pero Dios era compasivo e insistente. Por primera vez —aunque desde niña había asistido fielmente a la catequesis— tuve una conversación con Dios.
Su pregunta fue directa:
—¿En qué vas a invertir tu vida?
—Señor, quiero dedicarme a la música, a ser famosa y a viajar por el mundo —le respondí.
Pero él insistía:
—¿Y, qué más? La flor del campo se marchita, la hierba se seca, pero mi Palabra permanece eternamente. Quiero que gastes tu vida en lo que no acaba, que te dediques a llevar mi Palabra a muchos corazones. Músicos hay muchos, pero mensajeros de Vida, muy pocos, ¿quieres? Yo te necesito.
Nubia Celis, al centro con chal, durante un curso de formación en Medellín, Colombia, en 1989. (Foto: cortesía Nubia Celis)
Al salir de la capilla, el fundador de mi comunidad me encontró en los pasillos; seguramente notó mi emoción y llanto. Entonces, me preguntó: "¿Has orado? ¿Qué te ha dicho Jesús?". Y al escuchar mi relato me dijo: "No tengas miedo. Si Dios te llama, Él te dará la inteligencia para discernir y el valor para tomar la decisión. ¿Hay algo más grande que vivir? Sí: hacer que otros vivan". Entonces volví a la capilla, guardé silencio, y dejé que el Señor me lo explicara una vez más. Sus palabras fueron bálsamo para mi corazón y motor para mi voluntad: "No me elegiste tú, fui yo quien te elegí y te he destinado a ser luz de las naciones".
Al cabo de un tiempo, durante mi noviciado (curso de formación, como lo llamamos en el Verbum Dei), tuve mi primera crisis. El ritmo misionero y su estilo de vida austero me resultaban demasiado exigentes, así que sin pensarlo dos veces arreglé mis maletas y expresé mi intención de regresar a mi casa en Bucaramanga, Colombia. La formadora fue muy sabia, pues no me retuvo ni me dio largos discursos; solo me dijo: "Antes de irte, ve a la capilla y despídete de Jesús". Eso hice y después de argumentarle al Señor las muchas razones de mi partida, solo me dijo: "Sabes que te amo y que eres libre; donde tú vayas yo iré y velaré por ti; mis promesas y mi alianza no se romperán".
Sin darme cuenta estuve allí dos horas, y lo que iba a ser una despedida se convirtió en la renovación de una historia de amor que, aunque ha tenido que atravesar unas cuantas tormentas más, sigue dándole color y sentido a mi vida. No cambiaría por nada esos momentos a solas, de intimidad y diálogo en los que su presencia me da vida para dar y compartir.
"En un retiro, aquella mañana fue decisiva: yo estaba distraída y superficial, pero Dios era compasivo e insistente. Por primera vez —aunque desde niña había asistido a la catequesis— tuve una conversación con Dios": Hna. Nubia Celis Olaya