El sermón de san Juan Bautista, óleo de Pieter Bruegel el Viejo, 1566. (Foto: Wikimedia Commons/obra de dominio público)
Nota de la editora: Global Sisters Report en español presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones dominicales que nos adentran al camino de Emaús.
«En aquel tiempo se presentó Juan el Bautista en el desierto de Judea proclamando: "Arrepiéntanse, que está cerca el reino de los cielos. Este es a quien había anunciado el profeta Isaías diciendo: 'Una voz grita en el desierto: Preparen el camino al Señor, enderecen sus senderos'". Juan llevaba un manto hecho de pelo de camello, con un cinturón de cuero en la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Acudían a él de Jerusalén, de toda Judea y de la región del Jordán, y se hacían bautizar por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Al ver que muchos fariseos y saduceos acudían a que los bautizara les dijo: "¡Raza de víboras! ¿Quién les ha enseñado a escapar de la condena que llega? Muestren frutos de un sincero arrepentimiento y no piensen que basta con decir: 'Nuestro padre es Abrahán'; pues yo les digo que de estas piedras puede sacar Dios hijos para Abrahán. El hacha ya está apoyada en la raíz del árbol: árbol que no produzca frutos buenos será cortado y arrojado al fuego. Yo los bautizo con agua en señal de arrepentimiento; pero detrás de mí viene uno con más autoridad que yo, y yo no soy digno de quitarle sus sandalias. Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego. Ya empuña la horquilla para limpiar su cosecha: reunirá el trigo en el granero, y quemará la paja en un fuego que no se apaga"» (Mateo 3, 1-12).
En este segundo domingo de Adviento se nos invita a la conversión a través de la figura de Juan el Bautista. Juan aparece en el desierto de Judea y pide el arrepentimiento porque el reino de los cielos está cerca. Acompaña su predicación con ropas toscas y alimentación frugal; y se nos presenta a sí mismo como precursor de uno mayor que él, quien bautizará con Espíritu y fuego. De esa manera, el evangelista afirma que se cumple lo anunciado por el profeta Isaías.
"Estas palabras [de Juan el Bautista] pueden hacernos sentir distantes de la misericordia que caracterizará la predicación de Jesús. Pero precisamente de esa manera queda más clara la novedad que se nos anuncia con su llegada": Consuelo Vélez
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Juan Bautista es fuerte en su predicación y exigente en los cambios que pide. De hecho, el texto dice que muchos se acercaban a él, también fariseos y saduceos para bautizarse; es decir, acogiendo su predicación. Sin embargo, desenmascara a estos últimos llamándolos “raza de víboras” y acusándolos de buscar maneras fáciles para escapar de la condena. Les interpela porque su vida no da frutos mientras ellos se glorían de ser hijos de Abraham. Sus palabras son realmente amenazantes: el hacha está en la raíz del árbol y si este no da frutos, será cortado y arrojado al fuego.
Su predicación adelanta la radicalidad del que viene detrás de él, quien también ya tiene la horquilla lista para limpiar la cosecha, reuniendo el trigo en el granero y quemando la paja en el fuego que no se apaga. En definitiva, Juan Bautista llama a un arrepentimiento radical y a producir frutos dignos de la llegada del Reino.
Estas palabras pueden asustarnos o hacernos sentir distantes de la misericordia que caracterizará la predicación de Jesús. Pero precisamente de esa manera queda más clara la novedad que se nos anuncia con su llegada. Por supuesto, con él viene la misericordia infinita, pero esta supone la conversión sincera y el cambio de vida. Juan Bautista cierra la predicación del Antiguo Testamento y Jesús nos trae la novedad del Reino. Este segundo domingo de Adviento nos invita a abrirnos a esta novedad, respondiendo afirmativamente.
