
He aquí que viene el esposo, óleo de William Blake Richmond , alrededor de 1903. (Foto: Wikimedia Commons/obra de dominio público)
Nota de la editora: Global Sisters Report en español presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones dominicales que nos adentran al camino de Emaús.

«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No temas, pequeño rebaño, porque el Padre ha tenido a bien darles el Reino. Vendan sus bienes y denlos en limosna; háganse bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el Cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está su tesoro, allí estará también su corazón. Tengan ceñida su cintura y encendidas las lámparas. Ustedes están como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad les digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo. Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos. Comprendan que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa. Lo mismo ustedes, estén preparados, porque a la hora que menos piensen viene el Hijo del Hombre”. Pedro le dijo: “Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?”. Y el Señor dijo: “¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas? Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si aquel criado dijere para sus adentros: ‘Mi señor tarda en llegar’, y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles. El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos. Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá”» (Lucas 12, 32-48).
El domingo pasado Jesús enseñó sobre la codicia. Este domingo se va a dirigir a sus discípulos llamándolos “pequeño rebaño” e invitándolos a no temer porque el Padre ha tenido a bien darles el Reino. Pero este don necesita una recepción activa por parte de los destinatarios. Por eso les da indicaciones concretas: “Vendan sus bienes y denlos en limosna”, es decir vivan sin codicia porque en aquello que se ponen las fuerzas es donde está el corazón. Si ellos están dispuestos al seguimiento, han de vivir en coherencia con los valores del Reino frente a los cuales ni los ladrones pueden robar ni la polilla roer. Más aún, es indispensable la actitud de vigilancia: “Tengan ceñida la cintura y encendidas las lámparas”.
"Es tiempo propició para reconocer tantos dones que el Señor nos regala a diario y pensar cómo ser buenos administradores que acogen el don y lo hacen fructificar": teóloga Consuelo Vélez
Advertisement
Para profundizar en la vigilancia, Jesús utiliza una historia o parábola para mostrarles la necesidad de estar dispuestos para abrir la puerta cuando el Señor vuelva de la boda. Sin duda, cuando el señor regrese, premiará a los criados que estaban esperándolo, haciéndolos sentar a la mesa y sirviéndoles.
Todas esas imágenes nos hacen pensar en el banquete mesiánico donde el Señor recibe a sus invitados, pero también donde hay el peligro de ser expulsados por no estar con el traje adecuado (Lc 14, 16-24). Este mensaje, que no debería ser desconocido para los discípulos, hace que Pedro le pregunte si esa parábola la dice por ellos o por todos. Jesús aprovecha la pregunta para extender su mensaje a todos aquellos que escuchan sus palabras y dicen estar dispuestos a seguirle. Se va a referir a la administración de los bienes que se les han confiado y a los frutos obtenidos. Retoma el tema del señor que llega, pero aquí va a hacer énfasis en los que no lo esperaban y, por el contrario, estaban comiendo y bebiendo e incluso tratando mal a los empleados. Ante esa actitud, el señor llegará y los castigará severamente, recibiendo muchos azotes.
Conviene aclarar que el lenguaje empleado en este pasaje, como en muchos otros, es un tipo de lenguaje apocalíptico en el que ante una situación límite no queda más posibilidad que salvarse o condenarse. Y así lo expresa Jesús en la historia que relata. Pero recordemos que nuestro Dios no premia ni castiga, porque su amor es inconmensurablemente misericordioso. Sin embargo, la libertad humana puede rechazar este amor y despreciar lo recibido. Por eso el texto termina diciendo que al que mucho se le da, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, mucho se le pedirá.
Es tiempo propició para reconocer tantos dones que el Señor nos regala a diario y pensar cómo ser buenos administradores que acogen el don y lo hacen fructificar. Sabemos de nuestra debilidad, pero contamos con su generosidad. Nuestra fidelidad será la garante de que el Señor llegue y nos encuentre con la tarea realizada.