
India, un país de profunda fe multirreligiosa y convivencia diaria en espacios como en el templo Shri Sithaladevi en Pune. (Foto: Consuelo Vélez)
He tenido la oportunidad de viajar a India y estoy descubriendo la riqueza que implica conocer otra cultura, otras tradiciones y una perspectiva distinta de ver la vida, para comprender mejor que el mundo es mucho más amplio de lo que uno imagina. En teoría sabemos esto, pero se hace real cuando compartes el día a día mientras vives con personas de este contexto y observas con calma tantas actitudes, pensamientos y formas de realizar las cosas de manera tan diferente.
Tendría mil experiencias distintas para relatar, algunas positivas y otras menos. De estas últimas podría decir, como ejemplos, la comida tan picante, el caótico transporte, el ver comer con la mano, los baños diferentes (sin espacio aparte para la ducha y en muchos lugares tipo letrina), el quitarse los zapatos para entrar a casi todos los lugares, la multitud de mujeres musulmanas usando burka, mucha pobreza en las calles, demasiada basura, cuervos con ruidos ensordecedores, etc.
De las experiencias positivas, tenemos la acogida generosa, la vida sencilla de muchas personas, la vivacidad de colores (en los vestidos de las mujeres y en todos los adornos y arreglos de sus lugares y fiestas), la historia milenaria que refleja todo el acervo cultural que marca la vida de este pueblo, el testimonio de líderes como Gandhi, tan inspirador a nivel global; algunos movimientos sociales y teológicos de mujeres; la pluralidad cultural, religiosa, lingüística, geográfica, etc.
Pero, en realidad, lo que quisiera compartir es la experiencia de lo sagrado en este pueblo, aspecto del que se habla en nuestro mundo occidental, que reconoce en este país un lugar de búsquedas espirituales, de contemplación, de respeto por lo trascendente, de múltiples expresiones religiosas. Y, realmente es así. Encuentras templos hinduistas casi en cada esquina que recorres. Y allí ves la peregrinación de personas que entran con respeto y devoción, hacen su ofrenda y siguen su camino.
"Proviniendo de un contexto latinoamericano y de la porción de Iglesia y teología tan comprometida con lo social (...), la Iglesia católica que percibo aquí [en India] está algo lejos de ese dinamismo": teóloga Consuelo Vélez
No creo haber entendido la profundidad de esta experiencia, pero me llama la atención el gesto de tocar el fuego, la imagen o las flores del templo, y luego tocarse la cara, como queriendo impregnarse de lo sagrado que acaban de tocar. Por otra parte, el rezo de los musulmanes es algo evidente, especialmente porque en las muchas mezquitas se hacen las oraciones correspondientes, que se escuchan por todas partes gracias a los altavoces que emplean. Esto también sucede con los cristianos, al menos en algunos lugares, donde los parlantes también permiten escuchar la liturgia que se celebra.
En India hay cristianos de diversas confesiones. De entre los protestantes, parece que los pentecostales crecen. Por parte de los católicos, hay mucha pertenencia parroquial porque, en medio de tanta pluralidad, el templo se considera lugar de identidad y fortalecimiento de su fe. Muchos participan de la eucaristía, incluso diariamente. Son practicantes de muchas devociones, como el rosario y las novenas a muchos santos. Realizan gestos parecidos a lo que relaté antes de los hinduistas: tocar las imágenes y luego bendecirse a sí mismos tocándose el rostro, lo que me recuerda nuestra religiosidad popular, donde las personas también tocan una imagen como un gesto de confianza que hace que se sientan escuchadas y bendecidas por Dios.
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Los católicos, al ser minoría, se conocen bastante y, por ejemplo, en la fiesta de Ignacio de Loyola o en la de San Juan María Vianney (cura de Ars) —fiestas de estos días— se reunieron para celebrarlas, en la ciudad en la que estoy, casi todo el clero y las comunidades religiosas. Por su parte, las familias cuidan su experiencia religiosa y se reconocen como católicas y practicantes de su fe.
Sin embargo, la juventud —aunque todavía siente identificación con esas tradiciones familiares— se ha ido alejando de este legado y se oyen las quejas similares de otros lugares: hijos y nietos van dejando la práctica y la escasez de vocaciones religiosas se nota cada vez más. Es verdad que algunas comunidades religiosas tienen vocaciones de este país, pero me parece que provienen de zonas rurales, porque en las grandes ciudades aumenta la postura más secular de los/las jóvenes. De hecho, poco a poco, las jóvenes van abandonando la forma tradicional de vestir y, cuando pregunté a una joven que llevaba jeans si usaba la ropa tradicional, me contestó que eso era para las personas mayores, porque ella como joven ya no se identificaba con esas tradiciones. Por supuesto esto que comento es una experiencia particular que no se puede generalizar en una realidad tan grande como inmenso es este país.
Finalmente quiero decir que proviniendo de un contexto latinoamericano y de la porción de Iglesia y teología tan comprometida con lo social, y también con todo el trabajo sinodal de los últimos años, la Iglesia católica que percibo aquí está algo lejos de ese dinamismo. Creo que en aras de preservar su identidad tienen una postura más conservadora y las costumbres culturales, por ejemplo, de relación entre varones y mujeres o de forma de vestir de las mujeres, se perciban en la comunidad eclesial. En algunas diócesis los obispos han dispuesto que las mujeres usen velo, se haga abstinencia de carne todos los viernes del año o se sienten varones y mujeres en diferente lado. Todo esto son manifestaciones externas que puedo malinterpretar, pero al menos es lo que he visto.
Y aunque esto es muy osado decirlo y, de hecho, ya una persona de la India me dijo que no estaba de acuerdo conmigo, lo comparto por si acaso tengo algo de razón: creo que todas las religiones tienen el desafío de mostrar que la fe no es solo una relación personal con Dios y una búsqueda de santidad , en el caso de los católicos, o de comunión con la divinidad en las otras religiones, sino de compromiso con los demás, con la creación, con el bien y la justicia.
No dudo que en India existe el sentido de la ayuda a los demás y de la solidaridad, pero no siempre se traduce en la construcción de un mundo mejor. Si en nuestra Iglesia latinoamericana se ha hablado tanto del escándalo que supone la injusticia social en un continente tan católico (Medellín, Puebla), creo que eso podría decirse también aquí, ya que en un país donde lo sagrado ocupa un lugar tan central, tan explícito, tan configurador de la vida diaria, resulta llamativo que esto no se traduzca demasiado en una transformación cultural, social y económica que permita la vida digna y justa para todos sus habitantes.
Sé que lo dicho aquí es una visión muy personal, muy limitada y solo a nivel de lo percibido en un mes de estadía por estas tierras. Pero, de pronto ayuda a pensar lo interesante que resulta conocer otros lugares y la necesidad de profundizar en lo que significan las experiencias religiosas para el crecimiento integral de las personas y el desarrollo progresivo de los pueblos. ¡Qué importante es una vivencia de lo sagrado que contribuya cada vez más y mejor a ello!