Cristo y el buen ladrón, óleo de Tiziano Vecellio, hacia 1566. (Foto: Wikimedia Commons/obra de dominio público)
Nota de la editora: Global Sisters Report en español presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones dominicales que nos adentran al camino de Emaús.
«El pueblo estaba mirando y los jefes se burlaban de él diciendo: “Ha salvado a otros, que se salve a sí mismo si es el Mesías, el predilecto de Dios”. También los soldados se burlaban de él. Se acercaban a ofrecerle vinagre y le decían: “Si eres el rey de los judíos, sálvate”. Encima de él había una inscripción que decía: “Este es el rey de los judíos”. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti y a nosotros”. Pero el otro lo reprendió diciendo: “¿No tienes temor de Dios, tú, que sufres la misma pena? Lo nuestro es justo, recibimos la paga de nuestros delitos; pero él, en cambio, no ha cometido ningún crimen”. Y añadió: “Jesús, cuando llegues a tu Reino acuérdate de mí”. Jesús le contestó: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”» (Lucas 23, 35-43).
Llegamos al final del ciclo litúrgico y se conmemora con la celebración de Jesucristo rey del universo. Por una parte, se vive la alegría de que la muerte no tuvo la última palabra y, en el contexto de persecución y muerte que vivió Jesús sus últimos días, el triunfo definitivo llegó y toda la creación encuentra la salvación. Pero, por otra, el Evangelio que hoy se nos pone a consideración continúa insistiendo en entender de dónde viene este rey que hoy celebramos y cómo no confundirlo con los reinados de este mundo.
"El reinado de Jesús es de vida, de entrega, de fidelidad, de salvación (...), coherente con el anuncio de la buena noticia, especialmente para los más pobres": teñologa Consuelo Vélez por celebración de Solemnidad de Cristo Rey
El Evangelio nos dice que los jefes se burlaban de Jesús. También los soldados y uno de los dos ladrones que estaban crucificados con él. La burla consiste en pedirle que se salve a sí mismo, ya que en su vida pública ha ofrecido la salvación a otros. Si nos remitimos al texto de las tentaciones en el desierto (Mt 4, 1-11), el diablo le invita a usar sus poderes para conseguir prestigio y riqueza; y recordemos que Jesús vence esas tentaciones. Pues a la hora de su muerte se concretan esas tentaciones y es el momento propicio para caer en ellas. Sin embargo, en este momento definitivo, la fidelidad triunfa ante cualquier tentación.
Es interesante que el texto comienza diciendo que el pueblo "estaba mirando". En esta ocasión el pueblo no se está burlando de él; por otra parte, uno de los ladrones lo defiende increpando a su compañero, pues este no temía a Dios ni siquiera cuando estaba en esa condición de crucificado.
De alguna manera, estos personajes nos hablan de aquellos que reconocen a Jesús: no son los poderosos; sino que muchas veces los más excluidos son los capaces de percibir la presencia de Dios y humildemente pedir su intercesión. Esto hace el ladrón, pidiéndole a Jesús que cuando llegue a su Reino se acuerde de él. Inmediatamente encuentra la respuesta afirmativa de Jesús, quien le asegura que ese mismo día estará con él en el paraíso.
Volvamos, entonces, a la celebración de hoy. El reinado de Jesús es de vida, de entrega, de fidelidad, de salvación. Es el reinado coherente con el anuncio de la buena noticia, especialmente para los más pobres.
Hagamos que nuestras celebraciones se centren más en el reinado de Dios que en la deformación que a lo largo de la historia se ha venido haciendo de la figura de Jesús, identificándolo con los reyes de este mundo, que nada tienen que ver con el Evangelio que estamos llamados a vivir.
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