
La exhortación a los apóstales, acuarela de James Tissot, entre 1886 y 1894. (Foto: Wukimedia Commons/obra de dominio público)
Nota de la editora: Global Sisters Report en español presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones dominicales que nos adentran al camino de Emaús.

«En aquel tiempo los apóstoles le dijeron al Señor: “Auméntanos la fe”. El Señor dijo: “Si tuvieran fe como un granito de mostaza, dirían a este sicomoro: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar, y los obedecería’. ¿Quién de ustedes, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo: ‘Ven enseguida y ponte a la mesa’. ¿No le dirán más bien? :‘Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú’. ¿Acaso tienen que estar agradecidos con el criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo ustedes: cuando hayan hecho todo lo que se les ha mandado, digan: ‘Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer’”» (Lc 17, 5-10).
En este domingo los discípulos le piden a Jesús que 'aumente su fe'. Jesús no responde directamente a esa petición, sino que los desafía diciéndoles que si tuvieran fe como un granito de mostaza podrían decir a un sicomoro —palabra que emplea Lucas, a diferencia de los otros evangelistas que hablan de un monte— que se mueva y así sucedería.
En otras palabras, la fe no supone 'cantidad' —mucha o poca—, porque la fe es una respuesta a la llamada de Dios e implica a toda la persona. Por lo tanto, Jesús reorienta la pregunta hacia una verdadera comprensión de lo que supone la fe.
"Tener fe es responder con gratuidad a la llamada y esa respuesta no es para vanagloriarse, porque la misma fe es don de Dios más que esfuerzo humano": teóloga Consuelo Vélez
Mejor aún, la fe no es para pedir 'milagros'. Así lo entienden muchas personas y así se explica, algunas veces, desde los púlpitos, aduciendo que no sucede lo que pedimos por falta de fe. Esta concepción de fe cosifica a Dios y lo convierte en un ser todopoderoso que reserva su poder a la cantidad de fe que tengan los peticionarios. Todo esto contradice el entender la fe como respuesta, como apertura a la gracia divina.
El texto pasa a otro tema no directamente relacionado, pero que podría reforzar la gratuidad de la fe a la hora de vivirla. Se refiere a unos siervos que al llegar su amo han de servirle y no deben esperar agradecimientos porque han hecho la tarea que les tocaba. Tener fe es responder con gratuidad a la llamada y esa respuesta no es para vanagloriarse, porque la misma fe es don de Dios más que esfuerzo humano.
Son muchas las enseñanzas que Jesús va dando a los suyos y, sin embargo, conocemos la dificultad que tuvieron los oyentes para entenderle. Jesús propone valores contraculturales que suponen cambio y conversión. En este sentido conviene preguntarnos si estamos dispuestos a escucharlo, poniendo en práctica sus propuestas.
Purifiquemos nuestra comprensión de la fe y vivamos la dinámica del encuentro con la gratuidad y generosidad que vienen del Espíritu que nos habita más que de las propias fuerzas. Somos siervos inútiles no porque no sea valioso lo que hacemos, sino porque reconocemos la primacía del don recibido.
Advertisement