La resurrección de Lázaro (según Rembrandt), óleo de Vincent van Gogh, 1890. (Foto: Wikimedia Commons/obra de dominio público)
Nota de la editora: Global Sisters Report en español presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones dominicales que nos adentran al camino de Emaús.
«Cuando Jesús llegó encontró que llevaba cuatro días en el sepulcro. Betania queda cerca de Jerusalén, a unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a visitar a Marta y María para darles el pésame por la muerte de su hermano. Cuando Marta oyó que Jesús llegaba, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Marta dijo a Jesús: “Si hubieras estado aquí, Señor, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que lo que pidas, Dios te lo concederá”. Le dice Jesús: “Tu hermano resucitará”. Le dice Marta: “Sé que resucitará en la resurrección del último día”. Jesús le contestó: “Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mí; aunque muera, vivirá; y quien vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Lo crees?”. Le contestó: “Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo”» (Juan 11, 17-27).
La Fiesta de los Fieles Difuntos, de gran celebración popular, nos coloca ante la pregunta definitiva por el final de nuestras vidas. Y ante esto, es muy apropiado el Evangelio que Lucas nos ofrece hoy para nuestra consideración, que se refiere a la muerte de Lázaro y el reclamo de Marta a Jesús cuando él llega a visitarlas.
María le dice a Jesús que si él hubiera estado ahí, su hermano no habría muerto. Pero Jesús le recuerda una profesión de fe: “Tu hermano resucitará”. Ella confirma tal afirmación diciéndole que ella cree en la resurrección del último día.
"La novedad cristiana consiste en que, para nosotros, no es una promesa que esperamos que se cumpla, sino que la resurrección de Jesús nos garantiza nuestra resurrección; es decir, es una promesa 'cumplida'": teóloga Consuelo Vélez
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Hasta aquí, el diálogo se ha movido en las creencias judías. El paso definitivo sigue a continuación: Jesús afirma que Él es la resurrección y la vida, y creer esto es lo que garantiza el no morir para siempre. Jesús le hace la pregunta: ·¿Lo crees?”. Y aquí la confesión de fe cristológica adquiere toda su profundidad. Marta asiente y lo reconoce como el“Mesías, el Hijo de Dios”.
Varias consecuencias podemos sacar de lo dicho. Lo primero, la mayoría de las personas cree que la vida no termina con la muerte y, sin explicarlo demasiado, muchos esperan que sus difuntos sigan vivos de alguna manera y se dé un nuevo encuentro con ellos. Pero la novedad cristiana consiste en que, para nosotros, no es una promesa que esperamos que se cumpla, sino que la resurrección de Jesús nos garantiza nuestra resurrección; es decir, es una promesa ‘cumplida’. Si Dios resucitó a Jesús, de la misma manera nos resucitará a todos los que creemos en él.
En segundo lugar, recordemos que Pedro hace la misma confesión de Marta, en el pasaje en el que Jesús les pregunta: “¿Quién dicen ustedes que soy yo?” (Mt 16, 15-17). Por lo tanto, tenemos aquí un testimonio de fe hecho por una mujer. Lamentablemente, la predicación cristiana no le ha dado el mismo valor y solo se ha destacado la confesión de fe de Pedro. Es hora de recuperar el valor y protagonismo de las mujeres en la historia de los orígenes cristianos.
Finalmente se nos invita a vivir esta Fiesta de los Fieles Difuntos con esa perspectiva de renovación de nuestra fe. Es ocasión de afirmar que creemos en Jesús como Hijo de Dios y esperamos la vida definitiva con Él. Porque nuestra fe se basa en su resurrección, nuestra creencia es afirmación de la vida y una vida para siempre.
