
Parábola del mayordomo injusto, óleo sobre madera de Marinus van Reymerswaele, 1540. (Foto: Wikimedia Commons)
«En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: ‘¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando’. El administrador se puso a decir para sí: ‘¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa’. Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: ‘¿Cuánto debes a mi amo?’. Este respondió: ‘Cien barriles de aceite’. Él le dijo: ‘Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta’. Luego dijo a otro: ‘Y tú, ¿cuánto debes?’. Él contestó: ‘Cien fanegas de trigo’. Le dijo: ‘Aquí está tu recibo, escribe ochenta’. Y el amo felicitó al administrador injusto por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz. Y yo les digo: “Gánense amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando les falte, los reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto. Pues, si no fueron fieles en la riqueza injusta, ¿quién les confiará la verdadera? Si no fueron fieles en lo ajeno, lo de ustedes ¿quién se los dará? Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No pueden servir a Dios y al dinero”» (Lc 16, 1-13).
Gran parte de los Evangelios recogen la enseñanza de Jesús a los suyos. En este caso, les relata la parábola del administrador astuto para recordarles que ellos son administradores a los que les ha confiado el anuncio del Reino.
En efecto, la vocación cristiana es un don que Dios nos confía para saberlo administrar. Pero la parábola que Jesús relata en este texto, desconcierta a muchos. Les habla de un administrador que ha estado engañando a su amo y cuando este lo descubre, le anuncia que lo va a despedir. El administrador entonces, busca una manera de solucionar su futuro y lo hace llamando a los deudores de su amo y rebajándoles la deuda, esperando encontrar un soporte para su futuro. Lo llamativo del texto es que Jesús alaba la ‘astucia’ de este administrador y esto no parece coherente con la ética que ha de acompañar todos nuestros actos.
"No hay que justificar la vivencia de un Evangelio mediocre que, en lugar de ayudar, confunde. El seguimiento exige radicalidad, y para vivirlo así se necesita conciencia atenta y opciones claras": teóloga Consuelo Vélez
Para entender bien este relato, es necesario saber que las parábolas intentan dar un mensaje, pero no están preocupadas en los recursos que utilizan, sino en la idea central que quieren comunicar, buscando resaltarla para interpelar a los oyentes. Y así, sucede con esta parábola. Jesús quiere alertar a sus discípulos de la necesidad de ser astutos para abrirle caminos al Reino. Y esa astucia no se riñe con la fidelidad sino precisamente invita a no equivocarse a la hora de ser fiel.
Por esto, Jesús continúa diciéndoles que la fidelidad pasa por no servir a dos señores —Dios y el dinero— porque querer mantener el punto medio lleva a la traición. Y, según Jesús, en el Evangelio de Lucas, las riquezas, cuando se convierten en absoluto, son el obstáculo más claro para no servir al único amo que interesa: Dios y el anuncio del Reino.
Busquemos, entonces, esta fidelidad que debe ir acompañada de la claridad de nuestras opciones, del no rebajar el Reino por ignorancia, falta de astucia o de conciencia crítica.
No hay que justificar la vivencia de un Evangelio mediocre que, en lugar de ayudar, confunde. El seguimiento exige radicalidad, como lo hemos dicho en Evangelios anteriores, y para vivirlo así se necesita conciencia atenta y opciones claras. De esa manera se preparan las moradas eternas, porque de lo que vivamos aquí dependerá lo que seremos en la vida definitiva con Dios. Además, la fidelidad se juega en lo poco y en lo mucho, tal como lo dice Jesús a sus discípulos: el que es fiel en lo poco, lo será en lo mucho.
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