Un lápiz en la mano de Dios

Detalle de la punta de un lápiz y parte de su cuerpo de madera, pintada de amarillo, sobre un rectángulo negro.

(Foto: Unsplash/Sunbeam Photography)

Celine Paramundayil

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Traducido por Helga Leija

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Esa noche, nuestra maestra de novicias iba a asistir a un jubileo de oro y dijo: “Celine, ¿puedes proyectar una película inspiradora a nuestras novicias?”. Acepté, y leyendo una lista de las películas que teníamos, les pregunté cuál querían. Por unanimidad respondieron: “Madre Teresa”, y parecieron disfrutarla. Al día siguiente, realizamos una crítica de la película y les pregunté: “¿Qué es lo que más les ha conmovido de la película?”.

No fue fácil para las novicias de primer año, provenientes de diferentes estados de la India, entender las películas en inglés, pero todas se sintieron profundamente conmovidas por la simplicidad y compasión de Madre Teresa. Imaginando la voz de Jesús en la cruz, una de ellas dijo: “Un hombre dijo 'tengo sed', y la madre Teresa siguió cuidando de los enfermos”.

Cuando llegó mi turno, compartí que me conmovió su frase: “Soy un lápiz en la mano de Dios”. Si observamos la vida de cualquiera de nosotros, es tan cierto: somos lápices en la mano de Dios, y Él hace dibujos preciosos a través de nuestras vidas.

Una religiosa quizá tenga que asumir varios roles a lo largo de su vida —en su propio país o en el extranjero— para cumplir el plan de Dios, pero si nos atribuimos el mérito, pasamos por alto que Dios es el autor de nuestras vidas. “No a nosotros, oh Señor, no a nosotros, sino a tu nombre sea la gloria, por tu amor y tu fidelidad” (Salmo 115:1).

En los últimos años, el estado indio de Kerala, que en su día fue un semillero de buenas vocaciones religiosas, se ha visto cuestionado por los medios de comunicación por la aparición de algunos individuos que anteriormente fueron religiosos, pero por diversas razones tuvieron que abandonar sus congregaciones. Están dando información errónea basada en sus experiencias negativas, para vengarse de los conventos en los que una vez fueron miembros.

Algunas personas se creen lo que dicen, y hace poco me sorprendió ver un vídeo en YouTube en el que una persona culta decía: “¡Padres, más vale matar a sus hijas que enviarlas a los conventos!”. Las acusaciones son: no hay libertad, es un lugar de tortura, abuso sexual y cosas similares.

Esto ha tenido un impacto negativo entre las familias católicas en Kerala; los padres no están dispuestos a correr el riesgo, y las jóvenes están perdiendo su interés, aunque algunas todavía se atreven a ingresar.

Poco saben que es el Espíritu Santo quien llama a la vida religiosa, a la vida matrimonial, o al estado de la soltería, según el plan de Dios. Ser fieles a nuestro llamado individual es más importante que el estado en el que nos encontremos, porque al final todo es para la gloria de Dios.

Cuando me pongo a reflexionar, las formas en que Dios me ha guiado son asombrosas. Es algo que resuena en cada uno de nosotros: las vías misteriosas por las cuales Dios nos ha guiado en el pasado y ahora nos conduce para el propósito para el cual nos ha llamado.

Esto no significa que la vida religiosa esté exenta de desafíos y dificultades. Estamos llamados a territorios desconocidos, que exigen un salto de fe hacia los misterios de Dios. Nuestro viaje por la vida es nuestro viaje hacia Dios. En este sagrado recorrido experimentamos a Dios como misterio. El misterio de Dios se convierte en nuestra historia: ¡de él/de ella!

La madre Teresa no tenía ni idea de cómo proceder una vez que dejó el convento de Loreto en Calcuta. Tenía un deseo ardiente de hacer algo por las personas más pobres y enfermas, en quienes veía el rostro de Jesús. No tenía dinero ni la capacitación para atender a los enfermos, pero tenía la determinación y el valor para seguir a 'aquél' a quien amaba y en quien depositaba su plena confianza.

Recibió capacitación médica básica de las Hermanas de la Misión Médica en Patna, aunque no fue fácil ya que tuvo que enfrentarse a los desafíos de una mayoría hindú que la acusaba de 'conversión religiosa'. Incluso le hicieron pruebas para ver si ella estaba haciendo conversiones.

Pero al ser testigos de su atención amorosa y compasiva a los indigentes, el funcionario del Gobierno encargado de desalojarla dijo a los hindúes: “¿Van a cuidar sus esposas e hijas de los enfermos y los pobres? Si es así, la desalojaré ahora mismo”. Agacharon la cabeza avergonzados y desaparecieron.

Rostro de la madre Teresa fotografiada sonriendo, en blanco y negro.

La madre Teresa en 1992 (Foto: CNS/Michael Collopy)

En la película, ella pregunta: “Señor, ¿qué quieres que haga? ¿Por qué no puedo vivir como otras religiosas?”. Hay momentos en los que ante los retos también nos preguntamos: ¿por qué a mí?, sin saber lo que Dios está haciendo en nuestras vidas. Como la arcilla en las manos del alfarero, debemos experimentar el dolor antes de ser moldeados en algo hermoso. Como dice el refrán: ¡Si no duele no sirve!

La vida en comunidad no es fácil al convivir con personas con distintas personalidades y formadas por diferentes experiencias en la infancia. Algunas son autoritarias, otras son egoístas, como en cualquier grupo. La belleza de esto es que tenemos un Dios que está siempre disponible para nosotros, nos da fuerza y nos saca adelante.

Solo necesitamos ser pacientes, esperar el momento en que Dios despliegue su plan. Debemos preguntar constantemente: ¿quién soy yo? ¿Por qué estoy aquí? Una religiosa que asume la responsabilidad de su llamado no culpará a la autoridad o a sus compañeras y dejará su vocación. Hay que construir resiliencia a través de la oración, la meditación y la fe en Dios.

Una verdadera religiosa —al igual que Jesús— adquiere fuerza desde dentro y mira hacia fuera, sin centrarse en el yo/ego como centro de su vida, sino buscando siempre formas de servir a los demás, de hacer de este mundo un lugar mejor.

Una de mis amigas que dejó la congregación hace años les dijo a sus hijas: “Quien soy hoy es debido a mi formación en el convento”. Ella no es la única que está agradecida de aquellas que se dieron cuenta de que no era su vocación.

La vida me ha enseñado muchas lecciones y sin embargo hago borrones; ¡gracias a Dios, los lápices también tienen gomas de borrar! Las gomas de borrar son recordatorios de que errar es humano, pero podemos corregir nuestros errores con honestidad y humildad. A la madre Teresa se le atribuye la cita: “No estamos llamados a tener éxito, sino a ser fieles”. Dios mira las intenciones de nuestros corazones más que las acciones de nuestras manos.

Nuestra madre Iglesia nos está invitando a unirnos al proceso sinodal escuchándonos unos a otros y, como familia, a preguntarnos si estamos siguiendo los valores de Jesús, nuestro modelo y líder. La vida religiosa es un don para la Iglesia. Aprovechemos esta oportunidad para mejorar nuestras relaciones mutuas para la salud y el bienestar total de nuestra madre Iglesia.

Con profunda gratitud por el don de la vida y el llamado a la vida religiosa, pongo mi corazón junto al de María, nuestra madre, para dar gracias y glorificar a Dios por las grandes cosas que está haciendo en nuestra vida. Y María dijo: “Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios, mi Salvador, porque él ha sido consciente del estado humilde de su siervo” (Lucas 1, 46-48).