Los asistentes a la COP27 pisan Tierra Santa

St. Catherine Monastery on Mount Sinai

El monasterio de Santa Catalina que aparece en esta foto del año 2000 se encuentra en la falda del monte Sinaí, el lugar en el que Moisés recibió los diez mandamientos. (Foto: CNS/Patrick Godeau)

por Elise D. García

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Cuando me enteré de que la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) iba a celebrarse este año en la península del Sinaí, mi corazón y mi mente se transportaron inmediatamente a una peregrinación religiosa que mi familia y yo hicimos al monte Sinaí en noviembre de 1966. Por aquel entonces vivíamos en Egipto. Una caravana de aproximadamente 20 coches y furgonetas condujo durante dos días hacia el noreste, desde El Cairo, a través del canal de Suez, y luego hacia el sur, bordeando el mar Rojo a través del árido desierto de la península del Sinaí. Tuvimos que detenernos en numerosas ocasiones para empujar los vehículos atrapados en la arena con la urgencia de llegar a nuestro destino, el monasterio de Santa Catalina, antes de que las puertas se cerraran a los visitantes al anochecer.

Llegamos justo a tiempo y nos sentimos aliviados cuando uno de los monjes ortodoxos orientales abrió las puertas de los altos muros de granito y nos dio la bienvenida al monasterio cristiano en funcionamiento continuo más antiguo del mundo.

Un oasis de verdor deleitó nuestra vista en el recinto monástico a la sombra del monte Sinaí, algo que contrastaba enormemente con el desolado desierto por el que habíamos conducido. Disfrutamos de una cena sencilla en el refectorio y luego pasamos la noche en dormitorios separados, uno para mujeres y otro para hombres. A la mañana siguiente, al levantarnos temprano nos recibió una caravana de camellos engalanados de colores y sus conductores beduinos, que nos esperaban para llevarnos lo más cerca de la cima del monte Sinaí, a donde se pudiese  llegar en camello, teniendo que caminar el resto del trayecto por escalones de piedra construidos hace siglos por los monjes como acto de penitencia.

La vista desde la cima era espectacular: un desierto salvaje y montañas rocosas que se extendían en todas direcciones, excepto por la sorprendente mancha verde que distinguía el monasterio más abajo. Yo no era precisamente lo que se dice una niña piadosa, pero hasta hoy conservo en lo más profundo de mi alma adolescente la sensación de estar en tierra sagrada respirando aire sagrado, experimentando la llama ardiente de la vida que quema pero no consume.

Estas imágenes inundaron mi mente cuando me enteré de que la COP27 se reuniría del 6 al 18 de noviembre a tan solo 80 kilómetros al sur del monte Sinaí, junto al mar Rojo, en la ciudad turística de Sharm el-Sheikh. ¿Podría el poder del valor religioso de este lugar sagrado de revelación divina para judíos, cristianos y musulmanes cambiar las reglas del juego de estas conversaciones sobre el cambio climático? ¿Podría la llamada que Moisés escuchó en esa tierra hace más de 3000 años para que se quitara las sandalias de los pies “porque el suelo que estás pisando es una tierra santa” (Éxodo 3:5) ser escuchada por todos nosotros hoy como una llamada a reconocer todo nuestro hogar terrestre como tierra santa?

Al igual que los antiguos israelitas, nuestra comunidad humana actual está perdida en el desierto y necesita desesperadamente una revelación divina que le permita salvar la vida de su pueblo y de su planeta. El margen de tiempo para evitar un cambio climático catastrófico se está reduciendo rápidamente. La COP27 se ha definido como una 'conferencia de ejecución', refiriéndose a la necesidad crítica de que los representantes de casi 200 naciones se pongan de acuerdo sobre las medidas concretas que permitirán cambiar el rumbo desastroso que todavía seguimos.

Las naciones no solo tienen que asumir compromisos más firmes de reducción de los gases de efecto invernadero, sino también ponerlos en práctica rápidamente para garantizar que el calentamiento global no supere  los 1.5 grados centígrados, como se prometió en el Acuerdo de París de 2015 y se reforzó en el Pacto de Glasgow de la COP26 del año pasado. Las naciones más ricas tienen que duplicar (y pagar de verdad) el dinero que prometieron para ayudar a las naciones en desarrollo en la transición de los combustibles fósiles a las energías renovables. Y los países que queman combustibles fósiles y son los principales responsables del calentamiento global deben crear un fondo de pérdidas y daños para compensar a los países en desarrollo que menos han contribuido al cambio climático, pero que ya están sufriendo sus consecuencias graves y costosas a través de la subida del nivel del mar, sequías plurianuales e inundaciones catastróficas.

Todas estas promesas deben cumplirse y hacerse realidad si queremos que marquen la diferencia, y no se queden solo en bla, bla, bla, como dijo el año pasado la joven activista climática Greta Thunberg.

Al igual que los antiguos israelitas, nuestra comunidad humana actual está perdida en el desierto y necesita desesperadamente una revelación divina que le permita salvar la vida de su pueblo y de su planeta.

La Coalición de Religiosos por la Justicia (con sede en la ONU), la Conferencia de Líderes Dominicos y la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG) se han unido para convocar una peregrinación digital a la COP27 denominada Shoeless on Sinai  (Descalzos en el Sinaí). Nos invitan a "rezar en solidaridad con toda la comunidad de la Tierra y, de manera especial, con las hermanas, hermanos, sacerdotes y otros líderes religiosos católicos que defenderán la justicia medioambiental en los procedimientos de la ONU en la península del Sinaí". Su página web incluye enlaces a seminarios web previos a la COP27, un calendario de reflexiones diarias por parte de la familia dominica, una Guía para la COP27 de la Coalición de Religiosos por la Justicia y unas letanías para la peregrinación Shoeless on Sinai, en las que se nos pide que nos quitemos los zapatos de la ignorancia, la apatía, la codicia y el individualismo, y que reconozcamos que "pisamos una tierra santa”.

El 3 de noviembre, la UISG publicó una contundente declaración en nombre de más de 600 000 hermanas católicas de todo el mundo sobre la necesidad de un enfoque global integral que atienda al pueblo más vulnerable de Dios y aborde tanto el cambio climático como la pérdida de biodiversidad.

UNANIMA Internacional es uno de los grupos con sede en la ONU de hermanas católicas que asistirán a las charlas de la COP27. El 17 de noviembre copatrocinará el acto  Catholics at COP2  junto con la ONG Carmelita, VIVAT International y las Hermanas Misioneras Médicas. UNANIMA, una organización no gubernamental compuesta por 22 comunidades de religiosas y amigas que prestan servicio en más de 85 países con 25 000 miembros, emitió una declaración en la que destacaba sus 20 años de dedicación a las mujeres, los niños y las niñas preguntando:

¿Cómo daremos refugio y alojamiento a quienes huyen de las catástrofes y fenómenos relacionados con el cambio climático? ¿Cuándo y cómo darán un paso adelante las naciones más ricas del norte global para reducir las emisiones que están teniendo efectos desproporcionados en los países del sur global o de la mayoría global? [...] ¿Cuántas vidas y tierras deben perderse antes de que los temas debatidos en la COP se lleven realmente a la práctica?

El escaso margen para evitar un cambio climático catastrófico se está reduciendo rápidamente. En la actualidad, millones de personas del sur global (en su mayoría gente de color) ya están sufriendo enormes pérdidas y daños por el impacto del actual aumento del calentamiento global de 1.1 grados centígrados. Las conversaciones de la COP27 en Egipto (en uno de los continentes más afectados por el caos climático y dentro de un Estado político donde el activismo está brutalmente reprimido; en suelo sagrado donde un pueblo perdido fue guiado por una revelación divina) están ahora en marcha y tienen todo lo que podría conducir a un fracaso abismal, así como el 'misterio' que podría cambiarlo todo de forma inesperada.

El destino de nuestro hogar terrestre pende de un hilo. Quitémonos los zapatos y unámonos a ellos en oración. Todos pisamos una tierra santa.

This story appears in the COP27 Egypt feature series. View the full series.