Las hermanas de Vietnam ayudan a los enfermos de tuberculosis a recuperarse

Huynh Thi Phung, quien estuvo enferma de tuberculosis, sentada desde un puesto de comida ambulante, ubicado bajo la sombra de un árbol, y rodeada de dos niños, saluda sonriente a los clientes que caminan por las aceras.

Huynh Thi Phung, quien estuvo enferma de tuberculosis, saluda alegremente a los clientes mientras vende comida en la acera del distrito de Hoa Vang, en la provincia de Quang Nam (Vietnam). (Foto: Joachim Pham)

Joachim Pham

Correspondent

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Traducido por Purificación Rodríguez Campaña

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Truong Van Lenh se contagió de tuberculosis por el contacto con sus compañeros de prisión mientras cumplía una condena de nueve años por tráfico de drogas.

Tras salir de la cárcel en 2017, se enteró de que su mujer y sus dos hijos habían vendido su vivienda en la provincia de Quang Nam y se habían marchado a otros lugares dejándole sin hogar.

Su salud se deterioró rápidamente y no pudo integrarse en la comunidad, ya que sus vecinos no le respetaban y se mantenían alejados de él debido a su enfermedad altamente infecciosa y a su condición de exconvicto.

En 2018, Lenh, quien es budista, ingresó para recibir tratamiento médico en un hospital pulmonar estatal de la provincia de Quang Tri, en Da Nang, donde recibió comida gratuita a diario gracias a las religiosas de San Pablo de Chartres y a voluntarios católicos. Ellas son solo algunas de las hermanas de las diferentes congregaciones de las ciudades de Da Nang, Hue y Dong Ha, en el centro de Vietnam, que proporcionan comida gratuita, suministros de emergencia y atención a los enfermos de tuberculosis, personas con sida o solo con VIH, y a otros pacientes necesitados de los hospitales públicos. [Las organizaciones religiosas locales no pueden gestionar hospitales].

“Las hermanas me ofrecieron un millón de dong [43 dólares] al mes durante seis meses para que pudiera pagar el alquiler cuando me recuperara. También me dieron otros dos millones de dongs para que me ganara la vida vendiendo billetes de lotería”, cuenta Lenh, que ahora tiene 53 años y va en silla de ruedas tras haber perdido la pierna derecha por complicaciones de la diabetes.

Truong Van Lenh vende billetes de lotería en su triciclo.

Truong Van Lenh se gana la vida vendiendo billetes de lotería en el distrito de Dien Ban, provincia de Quang Nam. (Foto: Joachim Pham)

“Ahora estoy encantado porque puedo ganar 70 000 dongs al día para poner comida en la mesa yo solo, y me encanta mi vida”, afirmó y añadió que en el pasado había intentado suicidarse porque no veía ningún futuro.

La Hna. Lucia Duong Thi Tam, de la congregación de San Pablo de Chartres, dirige la clínica Binh An (Paz) en el distrito de Que Son, en la provincia de Quang Nam, donde tres hermanas ofrecen tratamiento gratuito de larga duración a 27 enfermos de tuberculosis. Muchos de ellos carecen de domicilio fijo o son indigentes y no tienen documentos personales, por lo que no pueden ser admitidos en los hospitales públicos. Otros pacientes son conductores de mototaxi, vendedores de billetes de lotería, coleccionistas de artículos usados y limpiadores de mercados tradicionales.

“Tenemos que pedirle ayuda a los donantes para poder proporcionarles comida y medicinas y trasladar a los que empeoran a los hospitales públicos”, explica Tam, de 55 años, y añade que las hermanas también contratan un seguro médico público para muchos pacientes.

Desde que la clínica abrió sus puertas en 2015, 135 pacientes se han recuperado completamente de la tuberculosis.

Tam contó también que las hermanas que trabajan en las parroquias detectan a los enfermos de tuberculosis, los visitan con regularidad y los atienden, les enseñan a tomar los medicamentos y a realizar los exámenes clínicos de seguimiento a tiempo, y les proporcionan alimentos de primera necesidad y dinero. Cuando un paciente muere, las hermanas también asisten al funeral y consuelan a los familiares.

Algunas de las hermanas de Da Nang proporcionan comida gratuita a diario a 30 pacientes de un hospital público que no pueden permitirse comprar alimentos.

“También formamos a la población local acerca de las infecciones de tuberculosis, cómo prevenir la enfermedad y cómo atender a los pacientes. Les explicamos que la tuberculosis es curable, por lo que deben amar y ayudar a los pacientes a recibir un tratamiento médico temprano”, explicó Tam.

El Programa Nacional de Control de la Tuberculosis de Vietnam comunicó que cada año se detectan aproximadamente cien mil  nuevos casos de tuberculosis y se les administra tratamiento médico, mientras que otros cincuenta mil  pacientes nuevos están pendientes de diagnóstico. Aproximadamente doce mil personas mueren cada año en Vietnam a causa de esta enfermedad, cifra superior a la de los accidentes de tráfico. Los pacientes de tuberculosis mueren principalmente porque la enfermedad no se descubre ni se trata a tiempo.

El país del sudeste asiático ocupa el puesto número 11 de los 30 países con mayor número de casos de tuberculosis a nivel mundial y ha asumido el compromiso político de acabar con la tuberculosis para 2030 mediante la creación, en diciembre de 2019, de la Comisión para el Fin de la Tuberculosis.

El Programa Nacional de Control de la Tuberculosis de Vietnam ha manifestado su gran preocupación por el descenso de las tasas de detección y el alto índice de pacientes que rechazan el tratamiento médico por no poder permitírselo y el grave efecto de la COVID-19.

El viceministro de Sanidad, Nguyen Truong Son, declaró en marzo que todos los enfermos de tuberculosis reciben por ley medicamentos gratuitos, pero los pacientes deben asumir la carga financiera del diagnóstico y las radiografías, otros medicamentos, alimentos y demás gastos, lo que supone más del 20 % de los ingresos anuales de sus hogares.

Afirmó que sigue existiendo una discriminación generalizada contra los enfermos de tuberculosis, lo que hace que los pacientes tengan un complejo de inferioridad y que oculten su enfermedad.

Mary Luong Thi Xuan Phuong, vecina de la histórica ciudad de Hoi An, contó que se contagió de escrófula [una forma de tuberculosis] de su marido, que murió de sida. Aunque se curó de la enfermedad en un hospital local en 2019, comentó que sus vecinos se mantenían alejados de ella y que rara vez la invitaban a asistir a bodas y celebraciones de aniversario de fallecimiento. Pocas personas se sentaban en la misma mesa con ella y la gente tiraba los palillos, los platos y otros objetos que utilizaba.

“Tengo una nueva oportunidad de vivir desde que las hermanas locales me visitan con frecuencia y me consuelan”, dice Phuong, de 42 años, y agrega: “Asistí a un curso de tres días sobre prevención de la tuberculosis e información básica sobre esta enfermedad, el VIH y el sida en su clínica de Binh An”.

Phuong, que da clases en una guardería dirigida por las hermanas de San Pablo de Chartres, trabaja ahora como voluntaria en el programa de prevención del VIH y tratamiento del sida establecido por la diócesis de Da Nang.

“Me uno a las hermanas locales para enseñar los fines de semana a los católicos de las parroquias de la localidad lo que es la tuberculosis y cómo prevenir el VIH y [tratar el] sida”, explicó y añadió que tanto ella como su hijo se convirtieron al catolicismo el año pasado.

La hermana Lucia Duong Thi Tam  y unas voluntarias entregaron a Mary Luong Thi Xuan Phuong, quien viste de rojo, un regalo, colocado sobre la mesa de la sala de su casa.

La Hna. Lucia Duong Thi Tam (a la izquierda) y unas voluntarias ofrecen un regalo a Mary Luong Thi Xuan Phuong (de rojo). Después de conocer a las hermanas en su recuperación de la escrófula, Phuong ahora enseña en una guardería dirigida por las hermanas de San Pablo de Chartres y es voluntaria del programa de prevención del VIH de la diócesis de Da Nang. (Foto: Joachim Pham)

Tam afirma que las hermanas se ganan el corazón de la población local, que respeta y admira su servicio desinteresado. En 2012, ella y otra hermana se quedaron sin gasolina cuando regresaban a su convento tras visitar a una persona con sida. Entonces, un hombre dejó a su mujer con ellas, condujo para comprar gasolina y llenó el depósito de las religiosas. Tres años después, Tam encontró al hombre en el hospital de Da Nang.

“Nos alegramos de reencontrarnos con él y lo consolamos mientras estaba en el hospital”, expresó.

El hombre, que tenía sida y tuberculosis, agradeció los cuidados de las hermanas y se convirtió al catolicismo un año después, contó Tam.

“Invitamos a un sacerdote local que tuvo que hacerse pasar por una persona cualquiera para administrarle los últimos sacramentos antes de su muerte”, explicó y añadió: “Le tratamos con mucho cariño y él nos correspondió de la misma manera. Aquello fue como un regalo para nosotros”.

En 2019, relata Tam, las hermanas de Da Nang ofrecieron a 57 personas pobres, entre ellas enfermos de tuberculosis, formación profesional y seis millones de dongs a cada uno para que se ganaran la vida, ya que muchos de ellos sufrían por una gran escasez de alimentos y desnutrición.

Huynh Thi Phung, que solía fumar mucho y se contagió de tuberculosis, declaró que se curó de su enfermedad y que ahora gana hasta cien mil dongs al día vendiendo comida tradicional en la calle de la comuna de Hoa Bac, en el distrito de Hoa Vang de Da Nang.

Phung, de 46 años, comentó que tuvo que dedicarse a recoger cosas usadas de la basura para ganarse la vida después de cumplir una condena de tres años de cárcel, por estar involucrada en una red de prostitución en 2018, y que a su único hijo lo encerraron en un centro de detención por robo.

“Recuperé mi dignidad y hoy tengo una vida mejor gracias al generoso apoyo de las hermanas, que me tratan como si fuera de su familia”, afirmó Phung con una sonrisa.

La Hna. Agatha Le Thi Bich de la congregación de San Pablo de Chartres, una de las dos hermanas que trabajan en el Hospital del Pulmón (en la provincia de Quang Tri), explicó que las religiosas entregan mensualmente dinero para cubrir sus gastos de hospitalización y alimentación a 47 pacientes de ese centro, de entre los cuales 9 son enfermos de tuberculosis.

Bich, una enfermera, comentó que también se desplazan hasta los enfermos no hospitalizados y les ofrecen asesoramiento psicológico para que puedan superar sus retos y decidan seguir su tratamiento hasta que se curen sus enfermedades.

“Los enfermos pobres suelen rechazar el tratamiento hospitalario y, en consecuencia, sus enfermedades empeoran”, señaló Bich. “Los cuidamos con cariño y les acompañamos pacientemente en el tratamiento”, agregó.

This story appears in the Sustainable Development Goal 3: Good Health and Wellbeing feature series. View the full series.