Los ucranianos que huyen del terror encuentran consuelo en una iglesia polaca

La Hna. Evphrosynia Senyk, que forma parte de la Congregación de las Hermanas de San José de la Iglesia católica ucraniana, enciende una vela en el santuario de la parroquia greco-católica de la Exaltación de la Santa Cruz, antigua iglesia de San Norberto, en Cracovia (Polonia). La iglesia ucraniana se ha convertido en un refugio para los ucranianos que huyen de la guerra en Ucrania. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

La Hna. Evphrosynia Senyk, que forma parte de la Congregación de las Hermanas de San José de la Iglesia católica ucraniana, enciende una vela en el santuario de la parroquia greco-católica de la Exaltación de la Santa Cruz, antigua iglesia de San Norberto, en Cracovia (Polonia). La iglesia ucraniana se ha convertido en un refugio para los ucranianos que huyen de la guerra en Ucrania. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

Chris Herlinger

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Traducido por Purificación Rodríguez Campaña

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Llegan con recuerdos desgarradores: el bombardeo de escuelas, teatros y hospitales; cuerpos sin enterrar en la calle; niños acurrucados con sus madres en sótanos abarrotados; rumores de que los soldados rusos estaban cometiendo "asaltos" contra las mujeres, un eufemismo común para referirse a la violación.

Frente a este tipo de recuerdos, los recién llegados a Polonia desde Ucrania encuentran consuelo y esperanza, alivio y fuerza en parte en la iglesia, donde conocen los ritmos de la oración y el rito antiguo, el canto colectivo y la comunión, el rezo de la Divina Liturgia en una lengua común, e incluso el olor familiar y reconfortante del incienso.

"Es precioso porque has dejado algo precioso", expresó la Hna. Evphrosynia Senyk, perteneciente a la Congregación de las Hermanas de San José de la Iglesia católica ucraniana. Senyk abandonó Ucrania a principios de marzo con su hermana y otras dos mujeres a causa de la guerra. Actualmente ejerce su ministerio en la parroquia greco-católica de la Exaltación de la Santa Cruz, antigua iglesia de San Norberto, no lejos del casco antiguo de la ciudad.

Pasar unas horas un sábado por la tarde o un domingo por la mañana para rezar y encontrar consuelo y solidaridad con compatriotas ucranianos puede considerarse un acto de sanación en el contexto de la cruel invasión rusa de Ucrania que comenzó el 24 de febrero de 2022.

Feligreses a la salida de una misa dominical el 13 de marzo de 2022 en la parroquia greco-católica de la Exaltación de la Santa Cruz en Cracovia, Polonia. La iglesia se ha convertido no solo en un lugar de culto, sino también en uno al que acuden las personas que huyen de la guerra en Ucrania para recibir noticias y contactos, y recoger alimentos y ropa donados. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

Feligreses a la salida de una misa dominical el 13 de marzo de 2022 en la parroquia greco-católica de la Exaltación de la Santa Cruz en Cracovia, Polonia. La iglesia se ha convertido no solo en un lugar de culto, sino también en uno al que acuden las personas que huyen de la guerra en Ucrania para recibir noticias y contactos, y recoger alimentos y ropa donados. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

La guerra ha obligado a más de 10 millones de ucranianos* a abandonar sus hogares. Más de 4 millones de ucranianos han huido a países vecinos, y de ellos, más de 2.3 millones se dirigieron a Polonia, situada en el extremo occidental de Ucrania. Los recién llegados se unen a unos 630 000 ucranianos que ya vivían y trabajaban en Polonia y que encontraron allí oportunidades de empleo antes de la guerra.

La parroquia greco-católica de la Exaltación de la Santa Cruz se ha convertido no solamente en un lugar de culto, sino también en un local al que acuden los recién llegados en busca de noticias y contactos y para recoger alimentos y ropa donados.

"Te sientes bien cuando todo el mundo te apoya", afirmó Ludmyla Opanasuk, de 45 años, quien llegó a Cracovia el 8 de marzo con su cuñada y su hijo de 13 años y ha encontrado una cálida acogida en la iglesia. "Nos sentimos agradecidos", expresó.

Ludmyla Opanasuk, de 45 años, llegó a Cracovia (Polonia) el 8 de marzo con su cuñada y su hijo de 13 años, y ha encontrado una cálida acogida en la parroquia greco-católica de la Exaltación de la Santa Cruz de Cracovia. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

Ludmyla Opanasuk, de 45 años, llegó a Cracovia (Polonia) el 8 de marzo con su cuñada y su hijo de 13 años, y ha encontrado una cálida acogida en la parroquia greco-católica de la Exaltación de la Santa Cruz de Cracovia. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

Aunque la familia, que había vivido fuera de la capital de Kiev, se educó en la tradición ortodoxa (como la mayoría de los ucranianos), las diferencias entre las tradiciones y la teología ortodoxa y católica apenas importan ahora mismo, manifestó Opanasuk. (La parroquia de Cracovia reconoce al papa Francisco como cabeza de la Iglesia, pero practica una liturgia bizantina similar a la de la tradición ortodoxa).

Lo importante para Opanasuk es que ella y su familia están a salvo en Cracovia, viviendo con una pareja polaco-estadounidense que se ofreció a acogerlos, y encontrando algo de consuelo mientras estudian sus próximos movimientos e intentan darle sentido a su destino... y al de su país.

La cuñada de Opanasuk, que tiene 62 años y también se llama Ludmyla (aunque no quiere dar su nombre completo), aseguró que sentía una enorme rabia por la invasión rusa y haberse visto arrancada de su hogar.

"Amargo", exclamó. "Amargo. Temíamos por nuestras vidas", agregó.

Sin embargo, estar en la iglesia (aunque sea unos minutos a lo largo de la semana para rezar, sentarse a meditar en silencio o tener la oportunidad de hablar con Senyk y otra hermana) es como un bálsamo, aseguran las mujeres.

"Es un alivio, un placer. La iglesia nos da esperanza", aseveró Ludmyla.

Por su parte, Opanasuk agregó: "Sentimos que estamos entre hermanos y hermanas". Sin embargo, dejó claro que la familia espera que su estancia en Cracovia sea breve y que la guerra en Ucrania termine pronto. "Todo el mundo quiere volver a casa", expresó.

"Rayos y truenos en un cielo despejado"

El número de personas que acuden a la parroquia greco-católica de la Exaltación de la Santa Cruz ha aumentado enormemente en las semanas transcurridas desde el comienzo de la guerra, afirmó el padre Peter Pawliszcse, uno de los dos sacerdotes de la iglesia. Antes de febrero había unos 400 miembros o asistentes a este templo, cifra que ha aumentado en al menos un centenar desde entonces.

"La gente busca la paz. Busca la oración", sostiene Pawliszcse, de 49 años.

Uno de los aspectos más inspiradores del propio edificio de la iglesia (que data de la primera mitad del siglo XVII y pasó a ser propiedad de los greco-católicos en 1808) es la vistosidad y riqueza artística de sus iconos y del iconostasio [pared extendida desde la parte norte hasta la sur en un templo ortodoxo y que separa el santuario de la nave central] frontal.

La luz de la mañana entró a raudales e iluminó el arte en un oficio sombrío pero esperanzador celebrado el 13 de marzo. Durante la misma, los pasillos se llenaron de asistentes que permanecían de pie; el olor a incienso impregnó el aire, y el ritmo de la oración y el rito ancestral proclamaron la esperanza y la resurrección. Un himno cantado en recuerdo de los difuntos arrancó lágrimas tanto a los miembros de la iglesia como a los visitantes.

Un grupo de personas permanece de pie en los pasillos de la parroquia greco-católica de la Exaltación de la Santa Cruz en Cracovia, Polonia, durante un oficio religioso el 13 de marzo. El número de asistentes a los oficios ha aumentado mucho en las semanas transcurridas desde que comenzó la guerra en Ucrania el 24 de febrero de 2022, aseveró el padre Peter Pawliszcse. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

Un grupo de personas permanece de pie en los pasillos de la parroquia greco-católica de la Exaltación de la Santa Cruz en Cracovia, Polonia, durante un oficio religioso el 13 de marzo. El número de asistentes a los oficios ha aumentado mucho en las semanas transcurridas desde que comenzó la guerra en Ucrania el 24 de febrero de 2022, aseveró el padre Peter Pawliszcse. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

Pawliszcse intervino brevemente en inglés, dando las gracias a los donantes británicos que se desplazaron desde España con un suministro de medicamentos para ayudar a los refugiados que siguen llegando a la frontera entre Polonia y Ucrania.

En una entrevista, Pawliszcse aseguró que quienes llegan a Cracovia "están deprimidos; no se dan cuenta completamente de lo que ha ocurrido. Es chocante que esto haya ocurrido en la Europa del siglo XXI. La gente pensaba que este tipo de guerra era algo del pasado, que había quedado atrás".

El padre Peter Pawliszcse, uno de los dos sacerdotes de la parroquia greco-católica de la Exaltación de la Santa Cruz de Cracovia (Polonia). Antes de febrero había unos 400 miembros o asistentes en la iglesia, cifra que ha aumentado en al menos un centenar desde entonces. "Ha sido una época muy estresante para todos", afirmó. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

El padre Peter Pawliszcse, uno de los dos sacerdotes de la parroquia greco-católica de la Exaltación de la Santa Cruz de Cracovia (Polonia). Antes de febrero había unos 400 miembros o asistentes en la iglesia, cifra que ha aumentado en al menos un centenar desde entonces. "Ha sido una época muy estresante para todos", afirmó. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

Al preguntarle cómo se encontraba, Pawliszcse sonrió con desgano y contestó: "Estoy bien, sí, pero ha sido un periodo muy estresante para todos".

La Hna. Lubomira Chaban, de 64 años, otra hermana ucraniana de San José que trabaja en Cracovia desde 2011, está haciendo "todo lo necesario" para ayudar tanto a los recién llegados como a los miembros ya establecidos de la iglesia.

Para esta veterana integrante del personal eclesiástico, eso incluye limpiar la iglesia, dar catequesis, servir "de puente de comunicación entre los sacerdotes y la gente" y acoger a huéspedes y refugiados.

"La gente pide ayuda espiritual", aseguró y se sumó a lo dicho por Pawliszcse sobre los recién llegados que luchan contra la magnitud de lo que les ha ocurrido a ellos y a sus familias. "Esto ha sido como encontrar rayos y truenos en un cielo despejado", señaló.

Chaban afirmó que ella y los ucranianos residentes en Cracovia desde tiempo atrás "no esperaban que los acontecimientos se desarrollaran de esta manera", y manifestó que aún están asombrados por la tragedia que se está desencadenando en su país natal.

Pero la unidad entre los recién llegados y los ucranianos establecidos en Cracovia es real y palpable, comentó, porque todos sienten la amenaza de la guerra.

"Están contentos de estar aquí, lejos del infierno", aseguró.

La Hna. Lubomira Chaban, de 64 años, hermana ucraniana de San José que trabaja en Cracovia (Polonia) desde 2011, hace "todo lo necesario" para ayudar tanto a los recién llegados como a los miembros ya establecidos de la iglesia. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

La Hna. Lubomira Chaban, de 64 años, hermana ucraniana de San José que trabaja en Cracovia (Polonia) desde 2011, hace "todo lo necesario" para ayudar tanto a los recién llegados como a los miembros ya establecidos de la iglesia. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

Tanto Chaban como Senyk observaron que, aunque la mayoría de los ucranianos son cristianos ortodoxos, los recién llegados se sienten aceptados en la parroquia católica gracias a la cálida acogida que reciben y a las buenas recomendaciones de la comunidad de refugiados.

"Sienten que es una especie de hogar para ellos", señaló Senyk.

Chaban explicó que obtiene su propia fuerza espiritual de la contemplación y la oración, sobre todo en una pequeña capilla dentro de la iglesia donde descansa un tabernáculo.

"Cuando oímos historias de atentados y las experiencias que ha vivido la gente, queremos compartir con ellos la paz de esta iglesia", afirmó.

"Hago la voluntad de Dios"

Senyk, natural de Chernelytsia (en la región de Ivano-Frankivsk, al oeste de Ucrania), aseguró que la iglesia también le ofrece consuelo. Su congregación tiene un convento en la ciudad fronteriza de Lviv, y su viaje de tres días en autobús y tren para llegar a Cracovia el 6 de marzo fue arduo y agotador.

El objetivo final de Senyk es regresar a la misión sanitaria y de residencias de ancianos de su congregación en Saskatoon (Canadá), donde trabajó de 2019 a 2021 antes de regresar a Ucrania porque las autoridades canadienses no le prorrogaron el visado.

Pero por ahora, está contenta de estar en Cracovia, trabajando entre compatriotas ucranianos.

"Aquí estoy segura y siento que hago la voluntad de Dios", afirmó.

(Foto: GSR/Chris Herlinger)

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Senyk aseguró que no le sorprende el deseo de los recién llegados de abrazar la paz y no el odio, aunque reconoció que es comprensible que persista el rencor.

"Los refugiados buscan la paz de Dios, y esperan que la paz en Ucrania llegue pronto", señaló.

Y también lo espera Senyk, que reza por Rusia y su pueblo, cegado por las mentiras del Gobierno.

Confía en que Ucrania acabará preservando su independencia e hizo un pronóstico: "Ganaremos".

Nota del editor 1: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 31 de marzo de 2022. 

* Nota del Editor 2: En mayo de 2022,  el número de personas que habían abandonado su hogar en Ucrania ya había llegado a los 14 millones según la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Esta cifra, que debe actualizarse, incluye a desplazados internos y a refugiados en otros países vecinos. 

 

 

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